El viernes en Banda Ancha el diputado libertario José Peluc volvió a negar rotundamente que el presidente de la Cámara Baja del Congreso, Martín Menem, y la presidenta del Senado, Victoria Villarruel, les hayan pedido disculpas a las diputadas orreguistas Nancy Picón y María de los Ángeles Moreno, por el escrache que les hizo Javier Milei en redes sociales. Este lunes Picón le contestó a Peluc de manera inapelable: 'mi teléfono lo manejo yo, no me lo maneja él'.

Dicho en otros términos, solo Picón sabe qué llamadas recibió. Y solo en su aparato quedaron registradas esas comunicaciones. ¿Significa que Peluc fabula y que no consultó con Menem ni Villarruel el asunto? No. Él asegura que sí pudo conversar al respecto y que le dijeron que el pedido de disculpas no existió.

A esta altura, es altamente posible que tanto Picón como Peluc digan la verdad. Una verdad diferente, diseñada a la medida de cada uno, fabricada en la usina del desconcierto en que se convirtió el Congreso Argentino. A cada uno le dirán lo que sirva para calmar los ánimos aunque sea circunstancialmente.

En una concepción clásica aristotélica cualquier mortal esperaría una verdad única. Pero en política pueden coexistir un par de verdades incluso contradictorias entre sí. Este parece ser el caso. Puede ser una discusión menor. Una pavada. Pero no está en juego un insignificante pedido de disculpas sino una metodología que consiste en construir enemigos para gobernar.

Son tiempos de polarización extrema. La lógica de los opuestos absolutos ha sido efectiva para ganar elecciones. Para llevar adelante la Nación, eso todavía está por verse. Milei puso prácticamente a todo el arco político en la vereda de la casta. ¿Cuánto tiempo más podrá administrar el país enfrentado con el Congreso, los gobernadores, el sistema de partidos y los sindicatos?

Hoy nadie tiene una respuesta seria a esta incógnita. Por eso resulta interesante desmenuzar el mini-episodio de Peluc y Picón, receptores ambos de dos versiones diferentes. Una versión interna, para los libertarios, según la cual no se pide discuplas a nadie. Que se embromen, porque son casta. Traidores y traidoras. No la ven. La otra versión es hacia afuera. Que no es para tanto, que fue un posteo en redes nomás. Que no hay que magnificarlo. Que vos viste cómo es Javier.

La diputada Picón le hizo un pedido público al presidente de la Nación este lunes en Banda Ancha. Que se mida. Que modere sus expresiones. Que no se puede seguir así. Según la legisladora, la ciudadanía votó el cambio también para dar por finalizada la grieta. Sin embargo esto último sonó más a una expresión de deseo que a otra cosa.

Los sondeos de opinión más recientes indican que Milei y sus políticas siguen captando arriba del 40 por ciento de adhesión. En una lectura simple -hecha a la medida de la Casa Rosada- la polarización sigue funcionando. Mientras la sociedad permanezca dividida en mitades, habrá respaldo suficiente para avanzar.

La mitad que acompaña es precisamente una porción furiosa que sigue sintiéndose interpretada por Milei cada vez que vocifera como si fuera panelista de televisión, más que un Jefe de Estado. Las mismas encuestas revelan que su mayor caudal radica en los varones jóvenes. Son los que 'sí la ven'. La fuerza de choque en redes. Los reproductores de los memes diseñados por inteligencia artificial en los que se regodea Javier.

Esa compulsión presidencial por darle 'like' o 'me gusta' a cuanta barbaridad circule en redes también tiene costos. El vocero Manuel Adorni pasó un mal rato este lunes en su habitual conferencia, cuando un periodista le preguntó en qué contribuye a la libertad un posteo repugnante que Milei celebró en medio de la pelea con el gobernador de Chubut, Nacho Torres.

Desencajado, Adorni se hizo el distraído. Dijo que no lo había visto. El periodista se puso de pie y le llevó el teléfono al atril para que se anoticiara. Adorni se resistió. Fue una escena digna de una comedia bizarra. Pero no, pasó en la Casa Rosada. Quedará como anécdota nomás.

Es mucho más que una nimiedad. Más allá del contenido del meme -repudiable- hay una lógica permanente de tensar la cuerda hasta que se corte, sin medir las consecuencias. Esa lógica solo es sostenible con una mirada sesgada de la verdad. Una verdad diseñada a la medida de los oídos del que quiera escuchar.

Paradójicamente, así funcionan las redes sociales que tanto adora Milei y tan buenos dividendos le dejan a su amigo Elon Musk. El célebre algoritmo le muestra al libertario promedio una super concentración de publicaciones afines a su punto de vista. Termina reforzando sus más profundas creencias. El debate se reduce a una cloaca de 140 caracteres. Los argumentos se convierten en un vago recuerdo. Importa más el cómo. Más la forma que el contenido.

El mismo algoritmo satisface a cada segmento ideológico. Cada quien termina recibiendo lo que espera recibir, con la falsa convicción de que todo es 'random' o aleatorio. Nada es casual cuando se trata de vivir conectados.

El problema, cuando se trata de gobernar, es que el Jefe de Estado debiera tener una mirada más amplia que un pibe adormecido por el flujo de la pantallita.

Llamativamente -o no tanto- esto ya sucedió más de una vez. Cuando el presidente se encierra en su propia burbuja, la tribu política suele aplicar un concepto muy preciso: 'le escriben el diario de Yrigoyen'. Entonces todo está bien y marcha de maravillas. Hasta que un día se cae a pedazos.


JAQUE MATE