Los trapitos sucios se lavan en casa
Sin poder contar con Alberto Hensel para la conducción política del multitudinario bloque oficialista en la Cámara de Diputados, el gobernador Sergio Uñac eligió al albardonero Juan Carlos Abarca. Su misión estará más focalizada detrás de bambalinas.
La designación de Alberto Hensel como secretario de Minería de Nación, un cargo de segunda línea pero estratégico en el gabinete de Alberto Fernández, pudo haber tendido un sabor agridulce para el gobernador Sergio Uñac. A favor, la lógica comprensión de que fue un reconocimiento hacia la gestión sanjuanina y el fortalecimiento de un lazo político innegable con la Casa Rosada. En contra, la prescindencia de un dirigente polivalente para el esquema de poder del pocitano.
Hensel había sido electo diputado proporcional en primer término y su lugar según el diseño original para este segundo mandato uñaquista era conducir el colorido bloque justicialista, bloquista, kirchnerista y sindicalista dentro del recinto legislativo, aplacar las diferencias internas y lubricar los canales para que cada proyecto del Ejecutivo pueda salir sin levantar polvareda. Justo como ha ocurrido en los últimos cuatro años.
Pero Hensel no podrá ser los ojos y oídos de Uñac en Diputados. Tampoco podrá permanecer en el Ministerio de Minería de la provincia, la otra alternativa posible para el ex intendente de Sarmiento. El gobernador tuvo que buscarle reemplazo. Para la cartera, el ex rector de la Escuela Industrial, Carlos Astudillo. Y para la presidencia del bloque oficialista en la Cámara, un dirigente de la cantera del municipalismo, con nombre propio y no imputable a ningún "ismo".
Después de dos décadas de intendencia alternada con su esposa Cristina López, nadie podría decir que Juan Carlos Abarca es giojista, uñaquista, escobarista, menemista, duhaldista, kirchnerista, cristinista o albertista. Es Abarca y punto.
Sin embargo, el veterano cacique albardonero tiene un antecedente que lo hizo factible para ponerse el saco de interlocutor directo con Casa de Gobierno: conoce todas las volteretas de la política, porque las ha visto, vivido y algunas veces también padecido. Su alianza con el conductor se terminó de consumar cuando en 2017 la ex intendenta López integró la fórmula para senadores y llegó al Congreso completando la lista encabezada por Rubén Uñac.
El principal atributo de Abarca no es la oratoria y esto podría contrastar con la demanda parlamentaria que tiene una banca. Mucho más aún para un presidente de bloque, que debe participar en cada debate con la autoridad de cerrar cada discusión, sentando la posición política concluyente del oficialismo.
Pero la artesanía parlamentaria contiene mucho más que el discurso pulido para la versión taquigráfica. Mucho de lo que pasa, posiblemente la mayor parte, se cocina entre las oficinas y los pasillos, ahí donde manda el lobby, donde nadie cuida sus expresiones y se liberan las pasiones, aún al extremo de perder muchas veces las formas, elevando el tono, pasando facturas, amagando con esta vez no acompañar.
Ya le tocó lidiar con estas cuestiones domésticas al ahora Defensor del Pueblo, Pablo García Nieto. Como antes le había sucedido al fallecido Daniel Tomas. Ahora le llegó el turno a Abarca.
Días atrás, cuando alguien lo felicitó por haber sido depositario de la confianza del gobernador, el diputado departamental contestó con una sonora sonrisa, como quien asume que en el reconocimiento también reside el desafío de no estrellarse a mitad de vuelo.
Su tarea será conciliar con los opositores. Pero curiosamente es lo que menos conflicto le genera, sabiéndose jefe de un bloque con mayoría propia. No. Su mayor ocupación estará en limar las asperezas peronistas y allegadas, que empezaron el primer día con el reparto de oficinas entre los que repetían y los que recién llegaban.
A todos les prometió que su despacho siempre estará abierto, para escuchar lo que cada uno tenga para decir. A cambio les pidió una sola cosa. O, mejor dicho, les hizo un recordatorio: los trapitos sucios se lavan en casa.
JAQUE MATE