Hace apenas un mes atrás, ya consciente de su inevitable despedida de la función pública, el senador Miguel Ángel Pichetto insistió con una muletilla suya, tan polémica como aplaudida por ciertos sectores afines al macrismo. Según el senador rionegrino,  "en la última etapa la oposición, con la Iglesia, inventaron el hambre. No les alcanzaba la pobreza e inventaron el hambre".

Bajo ese punto de vista, el concepto del hambre no fue más que una construcción política para socavar la gestión del presidente Mauricio Macri, agravando una sensación social de disgusto por las políticas de ajuste y la economía en recesión. Por lo tanto, el hambre se fabricó a la medida de la campaña proselitista.

En la misma sintonía y también hace aproximadamente un mes atrás, la entonces ministra de Seguridad Patricia Bullrich contestó a una ola de protestas sociales que "si pasan hambre, tienen comedores". En otras palabras, el que no come, es porque no quiere o porque prefiere hacer uso de su situación de vulnerabilidad para obtener un mejor provecho. Desde ese punto de vista, la pobreza tiene hasta un giro cínico. Un objetivo meramente político conspiratorio contra el gobierno que finalizó el 10 de diciembre.

El Observatorio de la Deuda Social de la UCA volvió a la carga el mismo jueves 5 de diciembre que el presidente Macri había anunciado un mensaje en cadena nacional para rendir cuentas de sus cuatro años de gestión. Ese día, el instituto informó que la pobreza afecta a 16 millones de personas, 5 millones más que en 2015. Y que la indigencia casi se duplicó en cuatro años. Pero claro, lo que diga esa organización vinculada a la Iglesia Católica también fue puesto bajo el cono de sospecha por los funcionarios salientes.

Alberto Fernández recogió el guante de los números. En su mensaje de asunción el martes pasado dijo que en Argentina hay 16 millones de personas en riesgo alimentario. Es decir, pueden estar comiendo bien algunos días, otros días no tanto. Como si ingerir alimentos fuera una variable optativa para el ser humano. 

El nuevo presidente focalizó su discurso en un esquema de "solidaridad en la emergencia", donde todos los esfuerzos se pongan en el segmento de menores recursos, con el aporte de los que más tienen. Y lo definió como un compromiso patriótico que habrá que asumir. Claramente será un punto de conflicto que terminará haciendo eclosión más temprano que tarde.

El INDEC dio a conocer este jueves los números oficiales de precios al consumidor en noviembre, el último mes de gestión de Cambiemos. El dato sobresaliente fue, nuevamente, que los alimentos se encarecieron por encima del promedio general de la inflación.

Entre enero y noviembre, la inflación acumulada en Argentina llegó al 48,3%. Pero el incremento en los alimentos fue del 52,1%. Es decir, cuatro puntos más. Si el costo de vida se tornó insostenible para muchas familias, la carga de poner la mesa cotidianamente fue todavía mucho más desafiante. Peor aún, si se tiene en cuenta que la comida tiene mayor impacto en los sectores de menores ingresos, porque son los que proporcionalmente destinan mayor porcentaje de recursos a la supervivencia. Ahí no hay ahorro, ni esparcimiento. Solamente llevar el día a día y punto.

Entonces, sin siquiera considerar los registros de la UCA, tomando nada más que las estadísticas del INDEC, alcanza para dimensionar la gravedad de la situación. Es innegable que la administración macrista complicó la vida de millones de personas empujándolas por debajo de la línea de pobreza e indigencia. Como también es cierto que Argentina carga con la vergüenza de haber consolidado una exclusión estructural. Y no hubo un solo gobierno que lograra perforar ese núcleo, más allá de los intentos.

Le toca ahora la responsabilidad al presidente Fernández. Así como el hambre nunca fue un invento para dañar a Macri, tampoco desapareció el 10 de diciembre para aliviarle la tarea al mandatario justicialista. Por ahora y por lo reciente del traspaso de mando, Alberto cuenta con una expectativa positiva. Sin embargo, cada día que pasa, el periodo de gracia se agota. La luna de miel entró en cuenta regresiva.


JAQUE MATE