Manes vino a buscar votos en el desierto
Pasó por San Juan con un mensaje antigrieta y abrazos para la foto. Más allá del trato cordial, el orreguismo se inclina por Rodríguez Larreta. Nada de 'avenida del medio'.
Encapsulado. Así podría calificarse el paso de Facundo Manes por San Juan. Tuvo su baño de popularidad, su contacto cara a cara con la gente, con los militantes del radicalismo y aliados, más algunos diálogos con el sector privado. Y siguió viaje rumbo a Mendoza. El impacto de la visita fue acotado. Tan medido como sus buenos modales.
El estilo moderado del neurocientífico no es novedoso, por cierto. Hubo antecedentes en la historia reciente, con propuestas antigrieta que buscaron ponerse por encima del blanco y negro que divide al país. Sin embargo, los resultados en las urnas nunca acompañaron estas ideas de la anticonfrontación. Nunca hasta ahora.
Manes pretende seputar la era de Mauricio Macri y de Cristina Fernández de Kirchner, pero sin que esto signifique proscribirlos. En todo caso es una arenga a terminar con ese estilo de hacer política, que no se agota en ambas figuras sino que cuenta con muchos otros exponentes cultores de ese estilo.
Nada hace pensar que el voto vaya a evadir la polaridad. Nada indica que los argentinos y las argentinas estén dispuestos a salirse de la lógica binaria. Lo terminó aprendiendo por las malas, por ejemplo, Sergio Massa. Aún con el patrocinio de los grandes grupos económicos, quedó afuera de la pelea presidencial en 2015 y terminó reducido a actor de reparto.
Massa accedió por la vía indirecta al poder recién en 2019 como socio de aquellos que repelió, cuando se convirtió en presidente de la Cámara de Diputados de Nación. Y pudo escalar notablemente en el peor momento de la coalición de gobierno, cuando a fines de julio se convirtió en superministro de Economía.
Pocos dirigentes pueden estar más fogueados que Massa, un lobbista pragmático y camaleónico. Si él no pudo llegar por 'la ancha avenida del medio', si él solo pudo acceder a través de la grieta más agrietada que se haya conocido, la moraleja parece bastante clara. Quien quiera oír, que oiga.
Aún las 'palomas' del macrismo, los dirigentes más dialogistas en contraposición a los 'halcones', muestran las uñas de vez en cuando. En esta ala moderada se encuentra el jefe de Gobierno Porteño, Horacio Rodríguez Larreta. El líder amarillo tiene la candidatura presidencial entre ceja y ceja. En ese marco ha logrado pararse en frente del gobierno de los Fernández -y ahora también de Massa- para evitar las confusiones.
Al lado de Patricia Bullrich, Rodríguez Larreta sigue siendo moderado. Pero no le tiembla la voz cada vez que debe referirse al gobierno 'kirchnerista' como lo peor. Como en 2015 y en 2019, en 2023 no habrá tres vías. Blanco o negro, otra vez. ¿Podrá Manes fisurar esa lógica binaria? Hoy parece imposible.
El neurocientífico llegó a la provincia con elogios para Sergio Uñac, a quien consideró como uno de los actores necesarios en la Argentina que viene. Es poco probable que una definición semejante saliera de Rodríguez Larreta. Mucho menos de Bullrich.
Una curiosidad salta a la vista. Aquí en San Juan el candidato a gobernador de Juntos por el Cambio es Marcelo Orrego, hasta nuevo aviso. Y el santaluceño es un exponente de la moderación. Bajo esa perspectiva, su perfil es totalmente compatible con Manes. Pero en política manda el pragmatismo. Y la potencia de Rodríguez Larreta va encarrilando naturalmente los alineamientos.
Orrego tiene relación directa con los diputados y diputadas nacionales del PRO en el Congreso Nacional. Es reconocido por el partido amarillo como EL referente en San Juan. Aún bajo protesta de los dirigentes rebeldes del PRO, desde Buenos Aires le respetan a Orrego cada decisión, básicamente porque ha demostrado tener más votos que cualquier otra figura del espacio. Nuevamente aplica la máxima de que en política manda el pragmatismo. Es un criterio que funciona de ida y de vuelta.
El santaluceño se dio un fuerte abrazo con Manes el martes, pero fue para la foto nomás. Su respaldo en la carrera presidencial está orientándose hacia Rodríguez Larreta. Es evidente.
El radicalismo tiene por delante un doble desafío, para no quedar reducido a una expresión testimonial en la versión 2023 de Cambiemos. El primer aspecto es el nacional: sostener la candidatura de Manes para llegar con candidato presidencial propio y competitivo al año que viene. El segundo plano es el local: salir a bancar la boleta de la UCR teniendo en frente al ala más poderosa de Juntos por el Cambio, con Orrego y Fabián Martín a la cabeza, militando la postulación de Rodríguez Larreta.
Pero no habrá peleas internas. Manes no es Elisa Carrió, ni por asomo. Como tampoco es Gerardo Morales, Ernesto Sanz o Alfredo Cornejo. Su planteo siempre será propositivo. Difícilmente salgan a atacarlo desde el macrismo, porque en definitiva sirve que sume el voto de esa porción desencantada con la política que se deje seducir por el mensaje del recién llegado.
A caballo de Manes, los radicales esperan agrandar su porción en Juntos por el Cambio. En 2019 perdieron la única banca que tenían en la Legislatura de San Juan y les quedaron solo cuatro concejalías en toda la provincia. Solo cuatro.
Ahora tienen cifradas las esperanzas en que el neurocientífico les devuelva aquella mística extraviada. En ese sentido, el acto en San Martín el pasado martes fue fundacional. Ahora tienen por delante la renovación de autoridades partidarias. Amaga con regresar a la conducción el exdiputado Eduardo Castro, para relevar a Horacio Tello, quien quedó transitoriamente al frente tras el fallecimiento de Antonio 'Nito' Falcón.
Se vienen tiempos de mucha estrategia y pocos votos. Hasta que los votos aparezcan. La gran incógnita es cuántos votos hay disponibles por afuera de la grieta. Y para cuánto alcanzan. Los antecedentes dicen que son pocos.
JAQUE MATE