Marcados desde la infancia, para toda la vida
Por primera vez hay una puerta de salida para la pandemia. Educación tiene planes para el corto y mediano plazo.
De ninguna manera la pandemia ha terminado, pero por primera vez desde que empezó la pesadilla hay una luz en el horizonte. Hay una posibilidad cierta de encontrar la puerta de salida hacia una nueva normalidad un poco más parecida a lo que alguna vez fue. Con seguridad habrá heridas por sanar. Ausencias. Experiencias dolorosas. Reencuentros. ¿Libertad? Por ahora que quede así, entre signos de interrogación. Con certeza, también habrá toda una generación marcada por el cierre de las escuelas y la intempestiva adaptación a la virtualidad.
La salida de la pandemia es un hecho fáctico. En la celebración del centenario del Partido Comunista Chino, en el estadio Nido de Pájaro, incluyeron la conquista sanitaria gracias a las vacunas. Sin tanta pompa, en las naciones desarrolladas del Hemisferio Norte empezaron a sacarse el tapabocas, porque finalmente lograron la inmunidad de rebaño, tras aplicar millones y millones de dosis en la campaña más espectacular de la que tenga registro la especie humana.
Con rezago, Argentina también se subió a esta avalancha de vacunas y pudo superar los 30 millones de dosis esta semana, para terminar julio con más del 50 por ciento de la población mayor de 18 años inmunizada, al menos con la primera dosis. San Juan es un apéndice de esta realidad.
Debido a que casi todos los docentes pudieron recibir las dos dosis, la disposición oficial del Ministerio de Educación es que en agosto volverá la presencialidad obligatoria. En burbujas, bimodal, pero obligatoria. Porque está probado sobradamente que las clases cara a cara son insustituibles. Mucho más cuando las herramientas tecnológicas no acompañan. O la conectividad no existe.
A partir de la semana que viene, unos 2000 alumnos de nivel secundario estarán llamados a sumarse al programa PRASIR, que no es más que un ciclo de apoyo para que puedan incorporar los contenidos prioritarios. Esto significa que alcancen los objetivos mínimos porque se les termina la escolaridad y los agujeros en su formación tienen que ser cubiertos de manera urgente. Sepa disculparse la chavacanería, pero a veces la mejor manera de decir, es la más cruda.
El ministro de Educación, Felipe De los Ríos, habló este martes de la asimetría que siempre existió dentro del aula, entre los estudiantes que avanzaron más rápidamente que otros. Siempre hubo instancias de apoyo, recuperatorios, nuevas oportunidades. Pero la pandemia desbarató los planes. Nada de lo que estaba previsto sirvió. Hubo que innovar, acomodarse en el camino. Las asimetrías se agravaron, sin saber todavía cuál fue la magnitud de esa brecha.
Una respuesta debería surgir de la evaluación educativa que lanzó el gobierno nacional y de la cual tendrán que participar docentes sanjuaninos. Será una encuesta para medir lo hecho. Según De los Ríos, por primera vez en la historia argentina se tendrá en cuenta el contexto, porque evaluar con los criterios estándar sería inaplicable luego de la traumática experiencia del Coronavirus. En el 2020 se hizo lo que se pudo y en 2021, con una serie de protocolos aprendidos, se logró recuperar parcialmente el tiempo perdido.
La formación bajo parámetros tradicionales se quedó en 2019, cuando el planeta no tenía registro de la pandemia más que alguna noticia lejana. Ese modo de aprender, incorporado por los adultos en su infancia y su adolescencia, raramente volverá a ser el mismo. Los educadores tuvieron que transformarse. Deberán capacitarse en técnicas pedagógicas que nadie les enseñó. Lo reconoció la vicerrectora electa de la UNSJ, Analía Ponce, el lunes en Banda Ancha. Las familias también quedaron sumergidas en una rutina hasta ahora desconocida, con clases virtuales, documentos en PDF y mucho, mucho mensaje de Whatsapp.
Dijo el ministro De los Ríos, en un arrebato de optimismo, que si la vacunación continúa al ritmo actual y si los números epidemiológicos acompañan, en septiembre podrían empezar a disolver las burbujas. Esto significa incrementar el número de alumnos por aula, terminar con la fracción por mitades y la presencialidad día por medio o semana por medio. Iniciarían así una fase de prueba tendiente a llegar a fin de año con presencialidad plena. Es decir, todos y todas, todos los días en la escuela. ¿Es utópico? Parece que ya no tanto. Al menos, está en los planes oficiales. Luego el devenir dictará las posibilidades.
Una mirada diferente tiene la UNSJ. La vicerrectora Ponce fue contundente al respecto esta semana en Canal 13, cuando vaticinó un cambio profundo que llegó para quedarse y una adaptación necesaria que deberá seguir afianzándose desde el estamento docente hacia el resto. La diferencia de opiniones y de visiones seguramente obedece a que el escenario es muy volátil todavía. Una realidad más líquida que nunca, como diría Zygmunt Bauman (1999).
Ahora, detrás de esa incertidumbre, por primera vez en 16 meses hay una luz en el horizonte. Hay planes para el corto y mediano plazo. Existe la posibilidad de una tercera ola de contagios y que ingrese la maldita variante Delta, la más devastadora hasta ahora conocida. Pero eso también pasará, porque las vacunas que se están aplicando en Argentina -especialmente la Sputnik V- sirven para aminorar el impacto. Luego vendrá el cambio de estación, la primavera, como ya sucedió en el Norte del globo terráqueo.
Por primera vez se podrá pensar en la pospandemia porque habrá llegado finalmente. Habrá heridas por sanar. Ausencias. Experiencias dolorosas. Reencuentros. ¿Libertad? Y toda una generación marcada desde la infancia, para toda la vida.
JAQUE MATE