'Para que las cosas funcionen, la cabeza tiene que ser una', dijo Fabián Martín este miércoles en Banda Ancha. Posiblemente haya sido su definición política más fuerte en toda la entrevista. Así, sin vueltas, cortó de raíz cualquier especulación sobre su eventual rivalidad interna con Marcelo Orrego. Se allanó a la verticalidad imprescindible para garantizar la gobernabilidad. O que la historia se lo demande.

Precisamente la historia democrática de los últimos 40 años ha dado sobrados ejemplos de roces internos que terminaron mal, no solo para los protagonistas involucrados sino para la sociedad toda. Cada vez que hubo algún desequilibrio institucional, el costo fue muy elevado para la provincia. Dos juicios políticos son prueba suficiente de este punto.

Sin llegar al extremo de la conspiración, la tensión entre gobernador y vice marcó los últimos ocho años de la gestión justicialista. José Luis Gioja coronó a Sergio Uñac como su heredero en 2015, a pesar de que tenía otros favoritos. Entre ellos, Marcelo Lima. La opción decantó por el que mejor medía en encuestas. Pero aquel germen fue in crescendo hasta detonar la confrontación de 2020 y la ruptura definitiva en 2023 que todavía intentan remediar, ya fuera del poder.

Martín fue elegido por Orrego para completar la fórmula más competitiva posible dentro del espectro de Juntos por el Cambio. A la luz de los resultados fue un acierto no enfrentarse entre ambos, pese a la tentación que ofrecía la Ley de Lemas bautizada como SIPAD.

Evaluaron que el costo de competir por separado habría dejado heridas difíciles de sanar, sobre todo hacia el interior de Producción y Trabajo. Además, se hubiera consumado el divorcio entre los dos ismos: orreguismo por un lado, martinismo por el otro. La fórmula de unidad sintetizó a todos bajo un mismo paraguas.

Enfrente tenían un espejo donde mirarse: la disputa feroz entre uñaquismo y giojismo les ofrecía por primera vez en 20 años la oportunidad de ganar. La fractura del peronismo significaba una ventana. También, un ejemplo de todo lo que puede salir mal cuando se agravan las diferencias.

Fue la última pregunta en una extensa entrevista, la que respondió Martín con soltura. ¿Se puede hablar de martinismo o es tabú? Sí, se puede hablar. Y sin dramatismo. La única manera de atenuar las especulaciones es que el padre de la criatura baje una orden directa. Fue lo que hizo el vicegobernador, de manera indubitada. La cabeza es una sola. Y se llama Orrego.

Martín reconoció que tienen charlas frecuentes con el gobernador y que no siempre están de acuerdo en todo, pero el bastón de mando le pertenece a uno solo. Así han funcionado las cosas desde el 10 de diciembre en adelante. No solo en lo provincial, sino también en lo municipal.

El vicegobernador destacó que adoptó idéntica actitud respecto de su heredero en la Municipalidad de Rivadavia, Sergio Miodowsky. Los dobles comandos salen mal. Hoy la responsabilidad recae en el intendente por completo. Fabián abrió un camino y dejó su estela. El resto dependerá de los que tomaron la posta.

Miodowsky es uno de los referentes de lo que podría llamarse martinismo. También la diputada nacional Nancy Picón. Fue funcionaria municipal en Rivadavia. De allá salió la dirigente que equilibró la fórmula de legisladores nacionales en 2023.

La candidatura para el Senado fue para un orreguista de paladar negro: Emilio Achem, actual secretario general de la Gobernación. La candidatura para Diputados fue para Picón. El resultado de las urnas terminó dejándolo afuera a él y adentro a ella. A la postre, Picón se convirtió en la principal espada de Orrego en el Congreso.

Los martinistas están diseminados en distintos lugares del gabinete, especialmente en segundas y terceras líneas. El caso más visible es el Ministerio de Infraestructura, Agua y Energía, que conduce el ultraorreguista Fernando Perea. El viceministro, el secretario de Infraestructura, es el martinista Ariel Villavicencio. Y la titular del IPV, otra martinista, Elina Peralta.

Martín está explorando todavía un rol que le resulta novedoso. Fuera del Ejecutivo, le toca pilotear la diversidad de la Legislatura, entenderse fundamentalmente con la mayoría opositora. También se permite recibir a dirigentes de toda la provincia en su despacho en el Anexo Legislativo, para testear el clima social y político.

En ese contexto recibió un incómodo ofrecimiento, según reveló una fuente muy cercana. Un diputado departamental de la oposición (no trascendió su identidad) le ofreció acompañarlo en 2027 si Martín se lanzara por la gobernación. Perplejo, el vice lo cortó en seco. El 2027 será para Marcelo. Esa es la alternativa de máxima para todo el espacio. Si no hay reelección para Orrego, no habrá futuro para ningún otro.

No fue una postura de compromiso, sino una mirada pragmática. Si Orrego no tuviese perspectivas de un segundo mandato, entonces el proyecto habrá fracasado. La aspiración mayor es que el gobernador tenga cuatro años exitosos y su continuidad resulte natural. Recién entonces habrá chances para el resto. Martín incluido.


JAQUE MATE