Más asado, menos polenta
El fantasma del 'segundo semestre' de Mauricio Macri, la hora de Alberto Fernández frente a las promesas y la concesión de Sergio Uñac.
Le pasó a Mauricio Macri, que tanta promesa incumplida en sus cuatro años de gobierno terminó en chiste: '¡esperá el segundo semestre!'. Cuando llegara ese horizonte en el calendario, entonces se empezarían a ver los efectos de la bonanza económica. El derrame en favor de todos y cada uno de los eslabones de la sociedad. Pero ese 'segundo semestre' se demoró bastante más que lo previsto. Se agotó el mandato y... 'pasaron cosas'.
Igualmente eso ya es historia. A Alberto Fernández también le toca hacerle frente a las promesas incumplidas. Y soportar las chicanas de rigor. De todos los pases de factura, posiblemente el más doloroso sea el referido a la heladera llena. Entonces el refranero popular le achacó al presidente haber puesto muchos platos de polenta y poco asado en la parrilla.
Más allá de la inventiva trollera y militante, la realidad es que la economía que venía acostada en 2019, con inflación, recesión, pobreza creciente y la mitad del aparato productivo paralizado, siguió trastabillando en 2020. Es cierto que la pandemia complicó los planes no solamente argentinos sino mundiales. Pero no menos cierto es que la paciencia empezó a encender la luz de reserva. Como el tanque de combustible.
No es secreto para ningún operador justicialista o afín al Frente de Todos que las elecciones se resuelven con el bolsillo. Es decir, que no hay absolutamente ninguna variable más pesada en la voluntad popular que la economía. Podría simplificarse aún más. Es un tema de panza llena y necesidades satisfechas versus frustración canalizada en la urna.
Urge despertar el consumo. Ese siempre fue el plan del nuevo gobierno, condicionado entre otros factores por la peste y la indeseada nueva normalidad. Hay empleos perdidos que no se recuperarán en el mediano plazo, sencillamente porque son actividades prohibitivas mientras exista la amenaza sanitaria. El turismo de gran escala es posiblemente la más dañada.
Frente a este diagnóstico, el gobierno lanzó el proyecto de reforma del Impuesto a las Ganancias, que básicamente eleva el piso a partir del cual se paga el tributo, para eximir a mayor cantidad de trabajadores. Para el Estado Nacional será restar un ingreso de unos 40 mil millones de pesos. Para las provincias también será un impacto en recursos, porque precisamente Ganancias, junto a IVA, son los dos principales conceptos coparticipables.
Por eso cuando el presidente de la Cámara de Diputados de Nación, Sergio Massa, promovió el proyecto de ley y le pidió la firma a algunos otros legisladores, hubo consultas con los gobernadores. Desde San Juan, Sergio Uñac les dio el visto bueno a los suyos. Habrá que resignar fondos, está claro, a cambio de aflojar un poco la cuerda que asfixia a los sectores medios y medios altos. Es el segmento que siempre le costó conquistar al peronismo.
Este jueves se reunirá la Comisón de Hacienda y Presupuesto de la Cámara Baja del Congreso para emitir dictamen. Hay razones para que todos acompañen, incluida la oposición. Así, la semana que viene le darían media sanción al proyecto en sesión y después pasaría al Senado. 'Hay apuro porque se trata del bolsillo de los trabajadores', reconoció el sanjuanino Francisco Guevara este martes en Banda Ancha.
A nivel nacional, son casi 1.300.000 trabajadores que dejan de pagar Ganancias. En San Juan, más de la mitad de los asalariados que hacen este aporte quedarán exentos. Concretamente, el 57 por ciento. La mayoría, concentrados en Capital, Rivadavia y Rawson.
El plan oficial consiste en dejar ese dinero en el bolsillo de los trabajadores que, por estar en la franja más alta, tienen mayor poder adquisitivo. Entonces, esos fondos deberían volcarse inmediatamente al mercado interno. A la compra de bienes y servicios. El 70 por ciento del PBI depende de este movimiento. Más consumo implica poner a funcionar otra vez el aparato productivo paralizado, para satisfacer la demanda. Esto genera más empleo. Más salarios.
Para discrepar acerca del modelo están los economistas. Hay media biblioteca para cada lado. Pero este es el modelo prometido por Alberto, que hasta ahora no se vio. Hubo remiendos de emergencia, como el IFE y el ATP. Aseguran que sin esos subsidios el impacto de la pandemia habría sido aún peor y muchas más familias habrían caído por debajo de la línea de pobreza. Pero está claro que siempre fueron medidas transitorias.
En el segundo semestre -el de Fernández, no el de Macri- llegarán las elecciones y para el gobierno de coalición representará su primer plebiscito de gestión. No tiene demasiado misterio. Un eventual repunte económico impactará automáticamente en el humor social. El plan podría sintetizarse en términos bien sencillos: más asado, menos polenta.
JAQUE MATE