En Argentina se habla de mayoría automática desde los años '90, cuando aquella vieja Corte Suprema tenía 9 integrantes y 5 de ellos votaban habitualmente a favor del gobierno de Carlos Saúl Menem. Era una notable coincidencia que derivó luego en el descabezamiento del máximo tribunal cuando llegó Néstor Kirchner a la presidencia. Ese concepto de mayoría automática, cargado negativamente, se volvió multiuso con el correr del tiempo. Hasta que finalmente se aplicó al parlamento.

Parece ser uno de los puntos claves de esta elección legislativa, porque el Frente de Todos está muy cerca de contar con quórum propio. Al unísono todas las fuerzas de oposición -en San Juan también- están haciendo campaña con la consigna de ponerle freno al justicialismo/kirchnerismo. Evitar que alcancen esa mayoría simple le permitiría a la oposición mantener su cuota de poder. Tacklear iniciativas. Esta es la madre de las batallas.

En la pulseada por los números del Congreso, en particular de la Cámara de Diputados de la Nación, Juntos por el Cambio salió a plantear que este comicio pone en riesgo a la República. Puede sonar contradictorio. Votar en elecciones libres nunca podría significar un peligro para la democracia ni las instituciones. Siempre que el pueblo se expresa, hay que respetar las urnas. Aún cuando el veredicto sea en contra de los propios intereses. Pero empezó la campaña y vale extremar los discursos, como sucedió siempre.

Esto de las mayorías automáticas en el Congreso es falaz. Nunca es gratuito el voto de un legislador. No hay manos levantadas a pedir de boca de la Casa Rosada, sin la negociación política previa. Es propio del sistema parlamentario. En ese toma y daca, las provincias suelen sacar provecho. Nunca se dice con esta desfachatez, pero el sistema funciona. Cada voto en el Congreso cuenta.

Pero antes de hablar del gobierno de Alberto Fernández, una mención al pasado reciente, para aclarar un poco las cosas. Mauricio Macri no tenía mayorías parlamentarias. Sin embargo obtuvo todo lo que necesitó del Congreso. Con el apoyo de legisladores justicialistas de San Juan, por ejemplo, pudo disponer de los fondos para pagarles a los fondos buitres. O incluso pudo sancionar la Ley de Movilidad Previsional que no acompañaron los diputados ni senadores sanjuaninos, pero facilitaron algunos a la hora de alcanzar el quórum.

Ese dialoguismo entre Sergio Uñac y el macrismo se expresó en el voto de Graciela Caselles primero. Luego se sumó a partir de 2017 Walberto Allende. Más tarde se incorporó al bloque sanjuanino la ibarrista Florencia Peñaloza. Con ese tridente, el gobierno provincial pudo tener margen de acción. Poder. Puertas abiertas en Buenos Aires. Recursos comprometidos que muchas veces no llegaron, pero fueron conversados al menos.

Macri tuvo que gestionar con una fuerte colaboración de sus operadores legislativos, particularmente con Emilio Monzó a la cabeza. Ahora Fernández tiene por delante la posibilidad de sumar una decena de bancas para alcanzar finalmente el quórum propio, los 129 diputados del Frente de Todos que le permitirán sesionar sin el permiso o consentimiento de la oposición. Eso es lo que desde Juntos por el Cambio rechazan como un peligro, porque sería tanto como desatarle las manos al Ejecutivo Nacional y sus presuntas intenciones.

Pero en verdad, más allá de los alineamientos partidarios, la negociación política también está dentro del oficialismo. Los alineamientos rara vez resultan tan sencillos. De alguna manera lo reconoció Allende este martes en Banda Ancha, puesto a responderle a la candidata orreguista Susana Laciar. Dijo que no se puede hablar de mayoría automática, porque en verdad hay fuertes disidencias internas.

El gobierno de Fernández es, en los hechos, una coalición. Ha pasado por momentos críticos no tanto por la oposición desde afuera, sino por los choques internos. Los albertistas han debido convivir con los cristinistas, los massistas y los delegados de los gobernadores. Así, la gestión sigue montada en al menos cuatro patas que coexisten por instinto de supervivencia.

¿Acaso alguien olvida aquella carta de Cristina acerca de los 'funcionarios que no funcionan'? ¿Acaso alguien olvida su discurso en el Estadio Único de La Plata cuando mandó a la casa a los ministros que tengan miedo? ¿Acaso alguien olvida que salieron eyectadas del gabinete las albertistas María Eugenia Bielsa y Marcela Losardo? ¿Acaso alguien olvida que el titular de Economía, Martín Guzmán, perdió la pulseada frente al tema tarifas, cuando él quería un nuevo aumento y el Congreso le contestó con una ampliación de subsidios a través de la Ley de Zonas Frías? La lista de diferencias podría continuar.

Allende dijo también en Banda Ancha que la oposición debe comprender que, más allá del rol de control que le confiere la democracia a las minorías, el gobierno no puede delegar su responsabilidad y debe contar con las herramientas legislativas para llevar adelante las políticas trazadas. Todo, por supuesto, con el aval de las urnas. Con el respaldo popular.

Por supuesto que detrás de la arenga opositora contra la mayoría automática, está el temor a una reforma judicial. El gobierno de San Juan había conversado con el macrismo acerca de la creación de nuevos juzgados federales en la provincia e incluso de conformar una cámara de apelaciones. Pero no se consumó. Obviamente en caso de victoria, el Frente de Todos volverá a la carga con este tema y dividirá las aguas.

Allende puso como ejemplo la reforma judicial en San Juan, como antecedente. Su compañera de lista, Fabiola Aubone, también tuvo que responder sobre el asunto en Banda Ancha. Dijo que antes de avanzar hay que generar consensos. La automaticidad de las mayorías siempre tiene matices.

¿Entonces miente la oposición? ¿Hay que votar por el Frente de Todos? No, en absoluto. Que cada quien tome su propia decisión. Hay infinidad de razones en juego. El desencanto, la falta de respuestas desde lo económico y muchas otras que el ciudadano deberá valorar. Pero sería bueno que esa evaluación no quede entrampada en una frase hecha.


JAQUE MATE