Fue controversial la sentencia para los 13 cauceteros y cauceteras que fueron sorprendidos en una fiesta clandestina en medio del pico de contagios de Coronavirus. La Justicia de Flagrancia los condenó a 8 meses de prisión de cumplimiento condicional. Es decir, les quedó la mancha en su prontuario -que no es poco- pero pudieron irse a casa sin más esfuerzo que pagar los honorarios de sus abogados. Y asunto terminado.

Había una gran expectativa acerca de un veredicto ejemplificador, que infundiera respeto y desalentara otras reuniones sociales escondidas como las que siguieron sucediéndose en plena Fase 1. La de Caucete, sin embargo, fue tomada como modelo porque ocurrió el domingo 30 de agosto por la noche, apenas unas horas después de que el gobierno levantara el cerco que mantuvo en aislamiento a todo el departamento, como último recurso para encapsular el brote viral.

Mientras los barrios Justo P. Castro I y Justo P. Castro III continuaban encerrados en una burbuja, en ese domicilio de Villa Independencia la música y el brindis parecían sacados de una película que nada tiene que ver con la delicada situación que explotó en el municipio. El fallo de 8 meses de prisión en suspenso bien pudo haber sido otro motivo de celebración para los imputados. Al fin y al cabo, ellos mismos a través de sus letrados acordaron con el fiscal la condena. Más no podían pedir.

Los juristas argumentarán que esta ha sido la peor condena aplicada a un sanjuanino en Flagrancia hasta ahora por violar el artículo 205 del Código Penal. Y que, desde el arranque, se les denegó a los acusados el beneficio de una probation, para salvarse de la mancha prontuarial. Pero las finezas jurídicas, necesarias por cierto en estado de derecho, no siempre alcanzan para satisfacer al sentido común.

El artículo 205 del Código Penal, por el cual los 13 imputados fueron condenados, le permite al juez aplicar una pena de prisión de 6 meses a 2 años, por violar medidas adoptadas por las autoridades competentes, para impedir la introducción o propagación de una pandemia. La sentencia estuvo mucho, mucho más cerca de la pena mínima que de la máxima. Y eso resulta evidente. En la escala, se optó por lo más leve.

Sin embargo, resultaría estéril iniciar un juicio a la Justicia. No es ese el objetivo de estas líneas, sino visibilizar un punto que hace tiempo viene asomando en esta columna: ni todos los policías, ni todos los jueces de San Juan, alcanzarán para vigilar a los 700 habitantes de esta provincia. El quiebre de las conductas desaprensivas, irresponsables, negligentes o simplemente desinteresadas por el otro, no vendrá del miedo a una condena judicial, sino de un proceso bastante más profundo, de carácter social.

Música, baile y una fiesta mortal
Daniel Feierstein, sociólogo.

Al respecto, el sociólogo Daniel Feierstein publicó en las últimas horas una explicación fenomenal. Citó al doctor en química Roberto Etchenique para hablar de la "inmunidad del cagazo". Lisa y llanamente, el miedo como único remedio suficientemente poderoso para vencer el mecanismo de negación. Los cauceteros, los sanjuaninos, no son originales. Están funcionando de idéntica manera que el resto de los seres humanos. Frente a la posibilidad de la muerte, resulta más cómodo mirar para otro lado y directamente actuar como si no ocurriera nada. Porque sería demasiado asumir el horror.

Música, baile y una fiesta mortal
Roberto Etchenique, químico.

Feierstein escribió en su cuenta de Twitter que el mensaje nacional de "estamos bien", la situación está controlada", termina reforzando el sentimiento social de negación. ¿Lo mismo podría ocurrir en San Juan cuando se evita transmitir un discurso pesimista? El sociólogo concluyó que nada de esto se resuelve con camas ni con respiradores. El cambio de conductas requiere de otro tipo de acciones.

Claro, la otra media biblioteca entenderá que infundir miedo es un acto asociado al fascismo. El grupo intelectual liderado por Juan José Sebreli, Luis Brandoni, Maximiliano Guerra, Sandra Pitta y otros emitió un nuevo documento en el que denunció el "terror sanitario", como presunta estrategia oficialista para vulnerar la República. La discusión se retuerce en una espiral cada vez menos manejable.

Y no, una condena ejemplar en Flagrancia no habría servido tampoco para desalentar nuevas fiestas clandestinas. La respuesta no vendrá de la Justicia, ni de la Policía. No vendrá de un discurso en cadena provincial tampoco. Sin un verdadero cambio de conductas, sin asumir que el virus llegó para quedarse y que la situación es delicada, habrá música y baile para rato. Una fiesta mortal.


JAQUE MATE