Hay cosas que se pueden contar y otras que no, cuando se trata de un tema tabú como la muerte. Doblemente doloroso cuando la despedida debió ser a ciegas, con una bolsa mortuoria cerrada herméticamente por tratarse de un fallecimiento por Covid 19. Entre las cosas que no se pueden contar, están las que rozan lo macabro. Pero tal vez sea tiempo de empezar a revelar esos detalles, a riesgo de que sea un golpe bajo. Tal vez así se pueda tomar dimensión acabada del espanto que significa perder a un ser querido por la pandemia. Y que nadie está exento todavía.

El pasado viernes pasó por Banda Ancha el jefe de la morgue del Hospital Rawson, Claudio Rodríguez. Explicó que cuando reciben fallecidos por Covid 19 directamente vienen encerrados en una bolsa mortuoria, bañada en una solución desinfectante. No están autorizados a abrirla por ningún motivo. Salvo un caso excepcional: que expresamente haya orden de que algún familiar vea el rostro del difunto, con fines de identificación del mismo. Solamente se descubre la cabeza un instante. Todos se exponen protegidos con el equipamiento de seguridad EPP.

Pero la regla general es que cada fallecido que ingresa a la morgue, salió del área Covid 19 ya en una bolsa mortuoria para no exponerse más al mundo exterior. Se convirtió en rutina. Ha sucedido más de 1000 veces en San Juan, tomando como referencia las estadísticas oficiales. Más allá de la reiteración, nunca dejó de ser tremendo. Siempre es dolorosa la despedida de un ser querido, pero el Coronavirus trajo una nueva dimensión a esa tristeza. Todo ocurre en aislamiento. En soledad.

Lo que Rodríguez no dijo por recato, es lo que sucede con los fallecidos que lograron revertir el Covid 19. Lograron despojarse del virus pero las secuelas fueron imposibles de superar. Esos pacientes tuvieron habitualmente un tratamiento prolongado de suero. Sus cuerpos no son como otros. Tienen un componente fluido por encima del promedio

Aquí sería prudente detenerse con los detalles. Solo vale mencionar que desaconsejan su manipulación para, por ejemplo, vestirlos. Mejor no moverlos demasiado. Ya no tienen Coronavirus. Murieron por los efectos derivados de la peste. Pero igualmente la despedida se altera. Hasta ahí la pandemia deja su huella imborrable, como una maldición.

La morgue del Rawson tuvo que prepararse para lidiar con esta nueva realidad. Siempre fue un sitio delicado, porque es allí donde las familias van a encontrarse con el triste final. Pero el Covid 19 trajo aparejadas nuevas reglas y sobre todo nuevos miedos. Ahí no hay negacionismo que valga. Ni arengas temerarias de algún comunicador social. Solo realidad cruda e inapelable.

Rodríguez contó que muchas familias que lloran la pérdida de su ser querido lamentan que vivían ignorando el riesgo. Que incluso evitaron la vacunación. No es justo culpar a una persona por su descuido, si en el último año y medio ha recibido un bombardeo de mensajes confusos, con quema de barbijos en la vía pública y una militancia absurda contra la inmunización.

En Banda Ancha el presidente del Colegio Médico, Mario Penizzotto, dijo que las patologías que ingresan a sus sanatorios por Covid 19 tienen una menor gravedad y que esto se debe a la vacunación. En el Hospital Privado tienen una ocupación de alrededor del 75 por ciento de camas críticas, luego de haber pasado por días de saturación hace apenas un par de meses.

Solo el 1 por ciento de los pacientes que ha recibido al menos una dosis necesita terapia intensiva: el resto no se vacunó. También lo dijo Penizzotto con certeza. Abundar en detalles sería seguir dando vueltas sobre lo mismo.

San Juan cerró la semana pasada con una seguidilla de tres días por encima de los 400 casos diarios y fue un rebrote secundario, según definió el investigador de la UNSJ y el Conicet Daniel Patiño. Fue el reflejo de los festejos de la Copa América, que se empezó a visibilizar el 26 de julio. Pero resultó ser solo eso: un mínimo desvío en una curva descendente. La segunda ola sigue retirándose y es una buena noticia.

Pero la tercera llegará indefectiblemente. Sea por la variante Delta o por cualquier otro motivo. Todavía quedan días fríos por delante y la vacunación está lejos de haber concluido, si hay unos 100.000 sanjuaninos y sanjuaninas que esperan el componente 2 de la Sputnik V. Recién está empezando la primera aplicación a niños, niñas y adolescentes con factor de riesgo.

Sigue bajando la cresta de contagios, pero esto se va a revertir eventualmente y se sentirá otra vez la presión en la internación Covid 19, pronosticó Patiño. No fue una profecía sino una mirada racional, partiendo de lo que está pasando aún en los países más vacunados del mundo, como Israel.

En San Juan, agosto empezó con una ocupación de camas críticas a la baja, equivalente al 72 por ciento. Aún así está 20 puntos por encima del promedio nacional y no debería obviarse el dato. Pero, en el afán de mirar el medio vaso lleno, están liberándose lugares en terapia intensiva.

De acuerdo a los números oficiales, el Coronavirus sigue siendo el principal motivo de demanda. Si no existiera la pandemia, en San Juan por todo concepto habría 75 pacientes críticos. El Covid 19 agrega 101, aún con pocos contagios diarios y en pleno descenso de la segunda ola. La contundencia de los números no debería admitir discusiones bobas.

Es verdad que después de tantos días sombríos, ha llegado la hora de salir adelante. De pensar en normalizar las clases en el mediano plazo. De recuperar en plenitud la actividad económica. De apostar a las vacunas y reclamar las que no están llegando todavía. Pero que todo esto no signifique darle la espalda a la cara más dolorosa de la pandemia. Esa que no se muestra por temor al morbo. O por simple tabú.


JAQUE MATE