Que la cosa viene mal, no hace falta repetirlo. Casi es una redundancia, caer en un lugar común. Que los recursos son insuficientes para atender incluso lo urgente, también es archiconocido. Entonces, al unísono, funcionarios de los tres poderes del Estado llevan un tiempo pidiendo tolerancia. Bueno, llegó la hora de contestar como ciudadanos: no jueguen con la paciencia de la gente.

Puede provocar resquemor agitar el fantasma del 2001. Incluso puede haber muchas personas de hasta 30 años de edad para quienes aquel estallido social sea poco menos que una efeméride, de la que no tienen registro. Para quienes peinan alguna cana esa memoria está todavía fresca. Todavía retumban las cacerolas, el hartazgo por la defraudación que significó la Alianza, que venía a reparar el desbarajuste de la década menemista.

El cuento corto se sintetiza de la siguiente manera: ajuste, corralito, cacerolazos y 'que se vayan todos'. Sí, todos. Bueno, finalmente no se fue nadie, porque la política tiene la capacidad de reinventarse y los políticos también, por supuesto. Al día de hoy el gobierno autoproclamado anticasta es, primero que nada, un gran reservorio de nombres muy vinculados a la política más rancia. Está la familia Menem adentro, sin ir más lejos.

Fue precisamente este apellido el que quedó involucrado, esta semana, en una de las grandes contradicciones del discurso libertario. El presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, y la presidenta del Senado, Victoria Villarruel, firmaron un aumento de dietas para diputados y senadores nacionales del 30 por ciento. Elevaron los ingresos hasta por encima de los 2,5 millones de pesos de bolsillo. 

¿Es mucha plata? Posiblemente no. Seguramente será impopular decirlo de esta manera: que 2,5 millones no son demasiado. Mucho menos cuando se hace referencia a quienes tienen la responsabilidad de legislar para todo un país, para los tiempos. 

Claro que en el medio empiezan a tallar otros factores. El primero es el descrédito de la clase dirigente, de los que están, de los que estuvieron y de los que vendrán. Mucho más cuando esta misma clase dirigente le pide paciencia al trabajador que solamente en el primer bimestre de este año perdió el 22,2 por ciento del salario real.

Se licuó el ingreso argentino en beneficio del plan motosierra. Los jubilados también se convirtieron en los mayores aportantes al sacrificio impuesto por La Libertad Avanza. Y no, no es un exceso utilizar esta palabra: fue un exceso.

Aún así, a pesar de la hemorragia que implica la licuación del ingreso, el modelo sigue sólido con un poquito menos del 50 por ciento de respaldo popular según coinciden las encuestas. En gran medida ese grupo decidió creerle a Javier Milei. Es el precio de estar mejor. El razonamiento consiste en, primero, pasarla muy mal. Y confiar en un futuro venturoso para 'los argentinos de bien'.

Lo que nadie reveló fue la letra chica de este contrato: están peor los mismos que siempre pusieron su esfuerzo, en beneficio de la minoría de siempre, esa que nunca se desprendió de los privilegios.

Resulta fácil caerle con todo el peso del sentido común y de la indignación pública a diputados y senadores. Pero la realidad es que hay otros sectores invisibles muy favorecidos por el modelo económico. Son los que están cosechando las mieles de la sobrevaluación de los bonos argentinos. No tienen rostro. Son grupos económicos que solo en los primeros 10 días de enero se llevaron 1.500 millones de dólares como beneficio para sus bolsillos. Gentileza argentina, por supuesto. Fuente Bloomberg.

Pero claro, como es un tema abstracto, para el alcance y el entendimiento de unos poquitos, se torna difuso. Los diputados no. Tienen rostro, tienen nombre. Como los senadores. Como los jueces y juezas y funcionarios del Poder Judicial de San Juan que cobraron el bono de 50.000 pesos, igual que cualquier otro trabajador de la administración pública, aunque tengan salarios muy por encima de los 2,5 millones de pesos.

El presidente de la Corte de Justicia, Marcelo Lima, dijo esta semana en Banda Ancha que son los magistrados son trabajadores en planta permanente. No son planta política. Por lo tanto les corresponde el mismo trato que a cualquier otro asalariado. Claro que hay salarios y salarios. Fundamentalmente, hay sacrificios y sacrificios.

Esta semana también se hizo viral nuevamente una planilla con los haberes de las altas autoridades de la Universidad Nacional de San Juan. Están bien arriba de los 4 millones de pesos tanto el rector como la vicerrectora, en bruto. Los decanos quedaron un poquito por debajo pero arañando la misma cifra. La universidad pública que llora el ajuste y cuestiona el achicamiento, ¿puede erogar esos salarios?

Nuevamente, como el caso de los diputados y los senadores, no está en tela de juicio la justicia o la legitimidad de los altos ingresos para aquellos que alcanzaron determinada posición y fundamentalmente determinada responsabilidad. Lo que genera la crítica sustantiva es la oportunidad de darle la espalda a las mayorías.

Si piden empatía a la gente en la defensa del presupuesto universitario parece imprescindible, primero, exhibir coherencia.

La misma coherencia de los que le piden paciencia a las familias argentinas, mientras el ajuste sigue pegando abajo. Y solamente abajo.


JAQUE MATE