No puede haber grieta frente a una amenaza
El cerco uniformado que se montó este miércoles en la Quinta Presidencial de Olivos sacudió al país. La democracia no admite grietas.
El cerco uniformado que se montó este miércoles en la Quinta Presidencial de Olivos sacudió al país. Lo que era un problema salarial de la policía de la provincia de Buenos Aires, escaló hasta convertirse en un cuadro preocupante, con oficiales armados presionando nada menos que a la máxima investidura de la Nación. Fue entonces cuando el arco opositor, aún el que había respaldado de manera irrestricta la protesta que le estalló en las manos al gobernador Axel Kicillof, debió tomar distancia y manifestar lo obvio: nunca jamás puede tolerarse el menor atisbo de insubordinación. Argentina tuvo que aprenderlo de la peor manera. Y Latinoamérica sigue anotando levantamientos de esa naturaleza aún en pleno Siglo XXI.
Fue una reacción saludable. Más allá de que los sectores más duramente alineados con el kirchnerismo hayan rechazado los twitts del macrismo, del radicalismo y de los lilitos, por extemporáneos y por simple repelencia histórica, que la oposición se haya privado de alentar la protesta uniformada en Olivos marcó la diferencia. Una actitud en contrario habría permitido una escalada de final incierto. Sin aval político, los policías se replegaron y volvieron al Puente 12. En paralelo, el presidente Alberto Fernández buscó desactivar la concentración convocada por Juan Grabois en defensa suya. ¿Qué hubiera sucedido si se enfrentaban ahí en la calle?
En cascada los gobernadores también se expresaron en rechazo a la presencia armada en las puertas de la quinta presidencial. En sanjuanino Sergio Uñac habló de los mecanismos que desvirtúan la legitimidad de la protesta. Es decir, no contradijo el fondo del reclamo, pero sí demandó el apego a las normas. Una sublevación contra la máxima autoridad del país es sencillamente inaceptable.
La democracia no admite grietas. Y el episodio sucedido este miércoles bien pudo servir de mensaje hacia el resto de la sociedad. Hay razones, siempre las hubo, para tener distintos grados de disconformidad con las decisiones políticas del gobierno de turno. El ejercicio de la libre expresión implica hacerle saber a las autoridades electas las diferentes opiniones que generan sus actos administrativos. Luego cada dos años habrá una oportunidad de consumar el mensaje en el cuarto oscuro. Argentina deberá volver a las urnas el año próximo y claramente la cita será plebiscitaria para Fernández.
De tanto tensar la cuerta, a veces se rompe. Y cuando eso ocurre, raramente gana la gente común. Ejemplos sobran a lo largo de la historia reciente. La clase dirigente tiene doble responsabilidad en el sostenimiento de los canales de diálogo. Los políticos por supuesto, pero los empresarios y los sindicalistas también. Y los periodistas, sin dudas. Alentar el discurso de ruptura, fogonear el quiebre institucional a través de redes sociales puede pasar de simple catarsis irresponsable a una detonación incontenible.
La pandemia sumió al mundo entero en un momento crítico. Es un contexto extraordinario. La paciencia está deteriorada, hay razones de sobra para lamentar el presente de encierro, lejanía con los afectos y bolsillo azotado por la cuarentena en sus distintas fases. Aún así, el país logró renegociar la deuda con los bonistas y las expectativas económicas pueden ser un tanto optimistas. O menos pesimistas de lo que eran.
Para fortalecer los ingresos de la policía, pero también del personal de salud y de los maestros y maestras, hay que recomponer décadas de atraso y un deterioro del poder adquisitivo agravado con índices inflacionarios superiores al 50 por ciento, acompañados por devaluaciones dramáticas y tarifazos en nombre del sinceramiento.
El Ingreso Familiar de Emergencia nació como un resarcimiento parcial para todos aquellos que tuvieron que dejar de trabajar obligados por la cuarentena. Se supone que siempre fue un pago extraordinario y que nunca estuvo en los planes solidificarlo para que permanezca en el tiempo, pero hoy no está demasiado claro cuál será su evolución. El IFE se ha convertido en otro motivo de grieta y en fundamento para exigir atenciones equivalentes desde otros sectores que dependen del Estado. No se puede mirar para el costado.
Sin embargo, la respuesta a las tensiones siempre estará dada por el libre ejercicio del debate democrático. Y por las elecciones cada dos años. Lo saben tanto oficialistas como opositores. Ganar un comicio no es un cheque en blanco, pero el respeto a las instituciones impone límites. El sistema demostró anticuerpos este miércoles. No puede haber grieta frente a una amenaza al orden constitucional.
JAQUE MATE