A contrapelo de la beligerancia nacional de Juntos por el Cambio y la confrontación impiadosa del peronismo sanjuanino, es notable el giro moderado que tomó la dupla integrada por Marcelo Orrego y Fabián Martín. Tras la victoria del 2 de julio, el gobernador y el vicegobernador electos ajustaron puntillosamente cada declaración para evitarse un mal trago. Ya ganaron la provincia. En los próximos días el desafío será no cometer errores no forzados.

Abrir nuevos frentes de conflicto -internos o externos- sería correr el riesgo de salir heridos. Es fácilmente evitable. Tanto Orrego como Martín están marchando a pie de plomo en esta campaña apagada, rumbo a las primarias del próximo domingo. Por eso el gobernador electo no anticipó postura alguna. Guardó los nombres del futuro gabinete bajo llave. E hizo saber que no va a interferir en la administración de Sergio Uñac hasta el 10 de diciembre.

Si nada dice sobre paritaria docente, la Vuelta a San Juan o la Fiesta Nacional del Sol, no pagará ningún costo político innecesariamente. Con la misma partitura y cuidando la armonía empezó a transitar Martín. El vice tuvo su primera reunión de transición con Roberto Gattoni la semana pasada, sin hacer aspaviento. Hablaron de la administración del Poder Legislativo y de la Ley de Presupuesto, que posiblemente deba tratar la nueva Cámara de Diputados.

Este lunes en Banda Ancha el vicegobernador electo fue cauto como pocas veces. Cuidó cada expresión para no moverse un milímetro por fuera de lo institucional. Empezó su fina y difícil tarea, que trasciende ampliamente el resultado de esta elección del 13 de agosto.

Es verdad que a Orrego le vendría excelente una victoria contundente el domingo que viene. Derrotar al bullrichismo y dejar bien relegado al PJ y sus aliados. Pero nadie está planteándolo en esos términos. Primero, porque la interna de Juntos por el Cambio todavía tiene final abierto y es probable el triunfo de Patricia sobre Horacio a nivel nacional. Segundo, porque gane quien gane dentro del peronismo, seguirá siendo la fuerza mayoritaria en la próxima Legislatura, a un voto de alcanzar los dos tercios.

Esa situación de debilidad parlamentaria es la que están midiendo meticulosamente tanto Orrego como Martín. Fundamentalmente el vice, que tendrá a cargo la construcción de los consensos. Infligir heridas en el PJ en esta campaña seguramente dejaría secuelas para dentro de cuatro meses, cuando empiece la era de Juntos por el Cambio en San Juan. Son tiempos de actuar cautelosamente. Teorema de Baglini al extremo.

Es de esperar que el peronismo acompañe la Ley de Ministerios que envíe Orrego apenas asuma el poder. Igualmente, todo indica que habrá unanimidad para aprobar la Ley de Presupuesto. Pero de ahí en adelante comenzarían los matices. Con apenas un tercio de diputados oficialistas dentro del recinto, la próxima gestión tendrá que hilvanar voluntades con mucho oficio político.

Uno de los temas cantados será la reforma electoral, porque Orrego hizo campaña con la derogación de la Ley de Lemas, la implementación de la boleta única y el regreso al viejo artículo 175 de la Constitución Provincial, que establecía una sola reelección para gobernador y vice. Es decir, hasta dos mandatos consecutivos y nada más.

'Vamos a plantear cuestiones razonables que la sociedad pide', dijo Martín este lunes en Canal 13. Con esa simple afirmación descubrió el argumento más potente frente a cualquier debate político: el aval de la opinión pública. Rechazar la reforma electoral sería, por lo tanto, ponerse en contra de la gente. ¿Quién se animaría?

Orrego ganó la elección del 2 de julio con alrededor de 51 puntos. Todavía le quedan por delante al menos dos comicios: la primaria presidencial y parlamentaria del 13 de agosto y la general del 22 de octubre. Si logra consolidar su caudal electoral, llegará robusto al 10 de diciembre, independientemente de su desventaja dentro de la Legislatura.

Tal vez el momento de avanzar en reformas de esta naturaleza sea en el inicio del mandato, cuando su popularidad esté en el punto más alto y a la oposición le resulte ingrato obstaculizar los proyectos. Pero esto es tan solo una posibilidad. El plan dependerá estrictamente de la batuta de Orrego y la ejecución sincrónica de Martín.

Deshacer la Ley de Lemas, hoy vigente bajo la máscara del SIPAD, no debiera ser traumático. Alcanzará una mayoría simple. El nuevo oficialismo no la tiene, es verdad. Pero será menos esfuerzo que contar con los dos tercios que requiere disparar un proceso de enmienda constitucional para revertir la reforma de 2011. Será necesario un consenso fenomenal. ¿Vale la pena semejante esfuerzo?

Tendrá que dosificar el nuevo oficialismo las pretensiones. Priorizar los asuntos estratégicos. Posiblemente el régimen electoral sea uno de ellos. Se enfrentará a una oposición muy poderosa siempre y cuando funcione como interbloque y no se fisure. Eso está por verse.

Por otro lado, los diputados departamentales pueden tener un rol estratégico si se convierten en un brazo de los intendentes. Habrá mayoría de municipios peronistas en los próximos cuatro años y cada uno de ellos necesitará afianzar vínculos con el Poder Ejecutivo Provincial. La manera de retribuir gentilezas a Orrego será ofrecer acompañamiento en la Legislatura. Que nadie se asuste: es la lógica parlamentaria de toda la vida, desdibujada en los últimos 20 años debido a la extraordinaria mayoría con que gobernó el justicialismo.

La gestión de consensos ya empezó. Quedó plasmado en el tono conciliador de Orrego y Martín. Que la campaña nacional no complique la transición provincial, sería la consigna no dicha pero evidente. O la obligación de evitarse errores no forzados.


JAQUE MATE