Eligió cuidadosamente sus palabras la ministra de Hacienda, Marisa López, para referirse a la amnistía con los docentes que hicieron paro durante prácticamente cuatro semanas consecutivas en el inicio del ciclo lectivo. No habrá descuento de días no trabajados. La funcionaria dijo que la retención se implementará más adelante. Sin fecha. A buen entendedor...

Borrón y cuenta nueva. El fundamento oficial es que la liquidación de haberes se tornó confusa, que se terminó descontando días a docentes que habían estado en las aulas. Para subsanar el problema, les liquidarán la totalidad de los haberes. La mayor parte se acreditará este sábado 1 de abril. El resto vendrá en una planilla complementaria a pagar en el transcurso de la semana entrante.

Según la ministra de Hacienda en algún momento se podrá sanear esas planillas y aplicar los descuentos de manera diferida. ¿Cuándo? ¿Acaso habrá un nuevo llamado a las directoras escolares para que hagan memoria e informen las inasistencias con retroactividad? Parece improbable.

Le tocó nuevamente a la ministra López mostrar su destreza discursiva. Otra vez exhibió su cintura política para salir elegantemente de un nudo difícil de desatar.

El dictado de clases se pudo normalizar con mucho esfuerzo recién el lunes 27 de marzo. Ese fue el primer día de clases real para muchos niños, niñas y adolescentes, aunque el ciclo lectivo había comenzado formalmente el 1 de marzo. 

Si se aplicara el descuento de los días no trabajados, la resta podría oscilar entre los 50.000 y los 70.000 pesos por cargo. Un impacto semejante hubiera detonado otra vez el incendio apenas extinto, cuando pueden quedar algunas brasas incandescentes por ahí.

El descuento de los días no trabajados fue un amague, una forma de desalentar la continuidad de la protesta. No sirvió demasiado. Hubo un leve desgranamiento del acatamiento, pero el paro solo se levantó el día que apareció la suma fija que garantizó los 180.000 pesos de bolsillo, dejando todos los salarios por encima de la línea de pobreza.

No ha pasado todavía una semana desde que las escuelas volvieron a la normalidad. Este sábado 1 de abril podría ofrecer un nuevo motivo para retomar las hostilidades. Habrá descuentos en algunos haberes, pero de inmediato se hará el reintegro en planilla complementaria. Esa es la garantía ofrecida por el gobierno para cuidar el tratado de paz.

Ese acuerdo arribado con los docentes autoconvocados tiene plazo. En julio, cuando se reabra la negociación salarial con los sindicatos paritarios UDAP, UDA y AMET, habrá que arrimar una silla más a la mesa, para este sector inorgánico que demostró su alto poder de movilización.

Será otra posta desafiante para el gobierno, pero faltan poco más de tres meses para que suceda. Resulta entendible la decisión de no echar nafta al fuego. Eso hubiera representado el descuento de los días de paro: una medida legal, legítima, pero poco recomendable políticamente.

Del conflicto con los docentes solo se sale por arriba. En la confrontación nunca ganó ningún gobierno desde el retorno de la democracia hasta la actualidad. La obstinación jamás fue buena consejera. La lucha salarial de los trabajadores de la educación fue y sigue siendo una causa colectiva tan fuerte como impenetrable.

Salir del conflicto por arriba implica evitar el choque. Y es lo que acaba de consumar el gobierno, en boca de la ministra López.

Podría interpretarse que quieren evitar una nueva marcha de docentes enojados el lunes 3 de abril, cuando Sergio Uñac se dirija a la Legislatura para brindar su mensaje anual. Pero sería un facilismo. Hay mucho más en juego que un simple mal rato en Libertador y Las Heras.

Uñac se está jugando también su futuro inmediato. El 14 de mayo se someterá a un plebiscito, cuando esté en el cuarto oscuro en busca de otros cuatro años al frente del Poder Ejecutivo. Y si bien este argumento es irrefutable, es un motivo fuerte para cuidar el clima social, no termina de justificar por sí mismo la amnistía con los docentes.

El no descuento de los días de paro es ante todo un gesto que tendrá valor más adelante, cuando llegue el momento de sentarse a cotejar salarios con inflación en julio. Es esencialmente una definición política. Un reconocimiento del derecho de huelga, incluso por fuera de la representación sindical que esta vez no estuvo.

¿Qué dijo de todo esto la ministra López? Nada. No podría, de ninguna manera, ofrecer una interpretación semejante. Es parte interesada. Le tocará en breve sentarse otra vez a congeniar necesidades salariales con posibilidades presupuestarias. Siempre tendrá a mano la carta del descuento de días no trabajados. Su aplicación o su no aplicación, también.

Nada indica que la situación macroeconómica vaya a mejorar en el segundo semestre. La inflación, en la hipótesis más optimista, podrá amesetarse. Pero nunca caer a los dos o tres puntos mensuales que había soñado Sergio Massa al diseñar el 2023. Los recursos sufrirán el impacto irreversible de la sequía que está diezmando la cosecha de granos y, por lo tanto, también las exportaciones. Serán tiempos de vacas flacas. Escuálidas.

Por lo tanto, las decisiones políticas para quien está gobernando la provincia deben tener una perspectiva un poco más abarcativa que el 14 de mayo. Sea cual fuere el resultado electoral habrá que gestionar hasta el 10 de diciembre. Hasta entonces los actores seguirán siendo los mismos y las condiciones, muy semejantes.

Entonces, ¿qué sentido tendría dinamitar la tregua con el descuento de días no trabajados? La pregunta se responde sola.


JAQUE MATE