Para Lucio no hubo milagro
El niño de 5 años brutalmente asesinado en su hogar en La Pampa y el hilo conector con otras dos historias sanjuaninas. Un ejercicio de memoria imprescindible.
A Lucio Dupuy la muerte lo sorprendió cuando tenía apenas 5 años de vida y de la manera más horrorosa imaginable. Todo indica que este niño pampeano que hoy conmueve al país, fue víctima de los golpes que recibió en su propio hogar durante un tiempo prolongado, hasta que finalmente su cuerpito no pudo soportar las lesiones. El médico forense que realizó la autopsia dijo no haber visto nunca jamás en 27 años de trayectoria un horror semejante.
Como es sabido, la madre de Lucio, Magdalena Espósito, y su pareja, Abigail Páez, están detenidas como principales sospechosas de haber cometido el crimen incalificable. Según publicó la prensa porteña, el papá del niño, Christian Dupuy, reclamaba la tenencia desde hace poco más de un año. El planteo se inició en agosto de 2020.
Bastó esta información para encender la indignación popular. Se hizo manifiesta en redes sociales y en las calles de La Pampa, donde verdaderas puebladas arremetieron contra la comisaría donde se encontraban alojadas ambas mujeres, con intención de cobrar venganza.
Del horror a la ira hay un solo paso. Y la ira suele venir acompañada de ceguera. La muerte de Lucio debería interpelar a la sociedad respecto de algo mucho más grande: el maltrato infantil. Lucio le puso su rostro, su cuerpito, su tierna humanidad, a un flagelo enorme que tristemente no es nuevo. Y de eso los sanjuaninos y las sanjuaninas saben mucho también, aunque la memoria por ahí tienda a lavarse muy rápidamente.
Dos historias de cientos, de miles, algunas más conocidas, otras todavía ocultas, llamarán al recuerdo y, ojalá, a la reflexión también. El 25 de octubre de 2013 una nena de 7 años de edad entró al Cimyn con un golpe atroz en la cabeza. La llevó su mamá, acompañada por quien era su pareja en ese entonces. Dijeron que la chiquita se había caído de un caballo, o que el animal la había pateado. Las pediatras no le creyeron e hicieron la denuncia.
La protagonista de esta historia se convirtió en uno de los milagros del Cura Brochero, porque ningún médico le auguraba una recuperación completa luego del daño neurológico que había sufrido. Su madre, Alejandra Ríos, y su pareja, Pedro Oris, terminaron condenados por la Justicia como autores de la golpiza. Él también fue hallado culpable de abuso.
Las lesiones en el cráneo de la niña fueron espeluznantes. Los detalles están al alcance de cualquier búsqueda rápida en Internet. Aquí se evitaron, para no revictimizar a la persona que, afortunada o milagrosamente, pudo sobrevivir.
Pero para Lucio no hubo milagro. Como tampoco lo hubo para el pequeño Yuthiel Castro. Tenía apenas 2 años de edad cuando lo mataron dos sujetos que convivían con su madre, Johana, en una panadería abandonada. Lo asesinaron a golpes una noche, mientras ella no se encontraba en el lugar porque había salido.
Los asesinos fueron identificados como los hermanos Jonathan y Angel Nahuel Flores. El primero fue sentenciado a perpetua y el segundo, que era menor al momento del homicidio, fue condenado a 10 años de cárcel.
Johana se prostituía y además sufría adicción a las drogas. Al pequeño Yuthiel el forense le contó cerca de 40 lesiones en todo su cuerpito. Falleció producto de las trompadas que le propinaron en el abdomen. Le reventaron varios órganos vitales. Su mamá también terminó presa un tiempo. Cuando salió en libertad sufrió un accidente en moto y perdió la vida. Tenía 22 años.
Estas tres historias, la de Lucio, la de la nena del milagro del Cura Brochero y la de Yuthiel, están unidas por un mismo hilo invisible: todas sucedieron en un entorno familiar.
No se equivocan las estadísticas oficiales. Cada 25 de abril se conmemora el día internacional contra el maltrato infantil y los números de 2021 asustan, porque cada uno tiene nombre y apellido. Tiene víctimas y victimarios.
Este año el Ministerio Público Tutelar informó que el 80 por ciento de los casos de maltrato y abuso hacia niños, niñas y adolescentes sucedió en Argentina en contexto intrafamiliar o en su entorno más cercano. Ahí hay que buscar a los agresores y las agresoras. Dentro de la misma casa.
El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación registró en 2020, el año de la pandemia, un aumento del 20 por ciento en los llamados a la línea 137. Las denuncias por violencia intrafamiliar crecieron un 28 por ciento. Las denuncias por abusos sexuales, un 13 por ciento.
Vale repetirlo: detrás de cada número, de cada porcentaje, hay niños, niñas y adolescentes. Sin embargo, la abstracción tiende a disipar las indignaciones. El corazón de la sociedad parece activarse recién cuando surgen las historias con protagonistas de carne y hueso. Entonces se produce el horror. Y llega la ira. El desafío es no dejarse nublar la vista y actuar a tiempo.
Que la muerte de Lucio no termine convertida en una noticia con muchos clics solamente. Que no se agote en la furia circunstancial. Que no se apague con una sentencia judicial tampoco. Que la vida arrebatada así, salvajemente, brutalmente, impiadosamente, sea ese espejo donde nadie se quiera mirar pero igualmente lo haga, para ver qué encuentra. Nadie espere milagros, si primero no aparece el compromiso.
JAQUE MATE