Planeros todos
La asistencia del Estado debe ser para arriba, abajo, izquierda y derecha. Debe atenderse el reclamo de los sectores que se movilizaron, más allá de los oportunistas.
Contar cuántos sanjuaninos y sanjuaninas se manifestaron el viernes cerca de la medianoche en contra de las medidas de confinamiento sería injusto. El país, la provincia también, no se puede pensar en términos de 'sálvese quien pueda'. La mirada en tiempos de crisis solo puede ser abarcativa y comprensiva de todas y cada una de las realidades. Desde la familia que no alcanza a llenar un plato de arroz y necesita auxilio urgente, hasta aquella otra que conduce una 4x4 y ve en riesgo su ingreso. La discriminación daña en todas direcciones. La asistencia del Estado, por lo tanto, tampoco puede acotarse a un determinado estamento social, olvidando al resto.
Igualmente no es cierto que la pandemia les pegó a todos por igual. En la primera parte devastó a los adultos mayores, aunque fueron los que más se cuidaron y los que menos se contagiaron. Igual la mayoría de quienes se infectaron y tenían más de 60 años no pudieron sobrevivir. La segunda ola no alcanzó a quebrar esa tendencia todavía, pero ya empezó a mostrar que es capaz de afectar a adultos jóvenes, embarazadas y hasta niños y niñas, que hoy están internados por la gravedad de su cuadro.
Aún así, la pandemia no les pegó a todos por igual. Si así hubiera sido, posiblemente la experiencia social sería bastante más solidaria. Cada uno sabe donde le aprieta el zapato. Y si el zapato propio queda cómodo, entonces que se embrome el resto del mundo. Una filosofía así de barata explica la displicencia que algunos grupos todavía tienen con respecto a los cuidados para evitar la propagación del virus. Como todavía hay personas que se sienten a salvo, inmunes, invulnerables, bueno, terminan despreciando el resguardo de los otros.
En materia económica sucedió algo parecido. La pandemia no les pegó a todos de la misma manera. No es igual tener margen de caída que no tenerlo. La distancia al piso puede ser muy grande para algunos o muy corta para otros. Entonces, hubo efectivamente familias que dependían de un ingreso diario que lo perdieron abruptamente. Y con ello, quedaron a expensas de una caja con comestibles que les entregara el Ministerio de Desarrollo Humano o el municipio. Nadie alcanza a alimentarse con esa ayuda. Es mejor que haya estado, pero de ninguna manera habrá subsanado el corte abrupto que impuso la pandemia.
De esto podrán hablar las miles de familias que salen adelante con el oficio de albañil o cualquier otro rubro semejante, costureras, jardineros, mecánicos, peluqueros y hasta servicio doméstico. Si no son autónomos, muchas veces trabajan en la informalidad. A ellos y ellas les corre a rajatabla el criterio de 'día trabajado, día pagado'. Día de cuarentena es día no cobrado.
El Ingreso Familiar de Emergencia, más conocido como IFE, vino a remendar muy parcialmente estas situaciones. Fue una medida más que necesaria, indispensable. El costo fiscal resultó elevadísimo y la maquinita se recalentó con la impresión de billetes, pero no había más alternativas. Fue una receta aplicada por otros países de la región y de otros continentes también.
Pero las personas que se movilizaron el viernes pasado por la noche aquí en la plaza 25 de Mayo no parecían encajar con el perfil IFE, sino con otro segmento de la sociedad que también ha sufrido el embate de la pandemia. Hubo entre ellos cuentapropistas, tal vez emprendedores que alcanzaron a fundar una pyme o una micropyme y la ven caerse a pedazos. Ese sector es el mayor dador de empleo en la Argentina. Mucho más que las grandes compañías. Tiene una dependencia directa del consumo interno.
Asistirlos también es un acto de justicia social. El presidente Alberto Fernández recordó el jueves, cuando anunció el nuevo confinamiento por 9 días, que se mantiene en vigencia el Programa de Recuperación Productiva (REPRO), por el cual el Estado Nacional paga los salarios de las empresas declaradas en situación crítica. Se han destinado 52.000 millones de pesos para este propósito. Pero así como el IFE no le resolvió la comida a las familias que dependían de su oficio para seguir viviendo, el REPRO tampoco es más que un salvavidas en medio del naufragio. Contribuye a no ahogarse por un rato. Pero el rescate es otra cosa.
Si quienes se manifestaron el viernes eran un puñado, eso no le quita legitimidad al reclamo. Es verdad que algunos aprovecharon el río revuelto para hacer política, para criticar el confinamiento y nuevamente sembrar dudas acerca del uso del barbijo, por ejemplo. Pero las maniobras no deberían tapar el fondo de la cuestión y es que el Estado no puede dejar a nadie afuera. Ahora, resulta interesante desmenuzar un poco más este asunto.
Porque se ha impuesto la falsa idea de que quienes reciben ayuda son 'planeros', por definición gente perezosa acostumbrada a subsistir con las migajas que reparta el poder de turno, todo a costa del trabajo de unos pocos. La pandemia terminó de desnudar esa falacia. En tiempos de crisis, la asistencia debe ser y es para todos. ¿Cabe tildar a los empresarios también de 'planeros'? Decirlo sería tan berreta como quienes usan la expresión hiriente para estigmatizar al pobre.
El confinamiento por 9 días en términos reales afectará al comercio 5 días, descontando los domingos y este lunes y martes feriados. Entonces podría alguien entender que están sobreactuando quienes se quejan por el cierre. Sin embargo, la lectura correcta impone abrir el espectro. Entender que todos vienen de un 2020 que en el mejor de los casos les permitió trabajar al 30 por ciento de su capacidad, por aquello del distanciamiento. La rentabilidad nunca más fue la misma. Los impuestos siguieron su curso. Las exenciones no se vieron. No en la magnitud que se esperaba o se planteó en el Acuerdo San Juan, por ejemplo.
La actividad económica en Argentina se desplomó 10 por ciento en 2020 después de otros dos años de recesión. En 2019 el PBI cayó el 2,2 por ciento y en 2018 el 2,5 por ciento. La pandemia desnudó las rengueras de un sistema económico que ya estaba agonizante. No son tiempos de echar culpas o analizar herencias, sino de gestionar con soluciones. Cuando las respuestas aparezcan y sean las apropiadas, entonces los argumentos oportunistas se terminarán de diluir.
Por supuesto hay quienes intentan pescar en medio de la tempestad, con una mirada mezquina, teñida por la proximidad de las elecciones. Pero esta opereta no debería nublar la gestión de quienes tienen la responsabilidad de gobernar. El rescate tiene que venir. La asistencia debe estar ahora más que nunca: el IFE, el REPRO, el ATP y más. Hacia arriba, hacia abajo, hacia la izquierda y hacia la derecha. Porque si algo desmitificó la pandemia es que planeros, planeros son todos. Y está bien.
JAQUE MATE