Prepararse para lo peor, esperando que no suceda
El enemigo invisible todavía no mostró su poder de fuego en Argentina, pero el antecedente internacional resulta suficientemente intimidante.
"Yo no quiero ser alarmista respecto de los números, pero es importante que la sociedad sepa que en las proyecciones los números son altísimos".
La frase textual fue pronunciada por el gobernador Sergio Uñac este lunes feriado en una entrevista exclusiva con el móvil de Canal 13, frente al Centro Cívico, donde fue a saludar a los policías que están prestando su servicio de seguridad para garantizar el cumplimiento de la cuarentena.
La Avenida Libertador prácticamente desierta y el bullicio apagado de ese, el principal punto neurálgico de la ciudad administrativa, le pusieron el marco a una definición grave.
En otro contexto, posiblemente Uñac hubiera apelado a bajar el dramatismo. Pero no son tiempos de montajes comunicacionales. O sí: llegó la hora de hablar con la más cruda verdad, como último recurso para apelar a la sensatez de todos y cada uno, los que todavía cuestionan la utilidad del encierro domiciliario.
Porque no es fácil. Han pasado apenas cuatro días de cuarentena obligatoria. Está empezando recién el quinto y quedarán otros siete para llegar a la línea imaginaria del 31 de marzo, fecha originalmente dispuesta por el presidente Alberto Fernández para finalizar el aislamiento fozoso. Sin embargo, esa línea empieza a desdibujarse.
El jefe de Estado analiza estirar la cuarentena hasta después de finalizar Semana Santa. Fecha simbólica para los cristianos, aquel domingo de Pascuas, 12 de abril. Es una decisión todavía en ciernes, pero los medios porteños empezaron a barajar la posibilidad porque el propio Alberto está recibiendo recomendaciones en tal sentido.
No parece la hora de bajar la guardia frente al enemigo invisible, tal como el presidente definió a esta pandemia salida de la peor pesadilla. Si se logra amesetar la curva de contagios, no habría razón para dar la chance de seguir sumando enfermos. Y si explotan los casos, con mayor razón habrá que ponerle doble cerrojo a la puerta de cada casa, para salvarse y salvar especialmente a los seres queridos.
"Yo no quiero ser alarmista respecto de los números", aclaró el gobernador con Canal 13. "Pero es importante que la sociedad sepa que en las proyecciones los números son altísimos", remató sin eufemismos.
Más tarde, la jefa de Epidemiología, Mónica Jofré, descubrió ese pronóstico: en el peor escenario, San Juan podría tener más de 30.000 contagiados y de ellos, unos 400 necesitarían internación en terapia intensiva, por supuesto con respirador artificial. San Juan no tiene semejante infraestructura sanitaria. Nunca la necesitó. El mundo se enfrenta al mismo desafío.
Según Jofré, San Juan tiene alrededor de 100 respiradores. Por eso están puestos los esfuerzos en multiplicar esos aparatos por distintas vías. Incluso la Facultad de Ingeniería ofreció fabricar este tipo de instrumentos, con recursos estrictamente sanjuaninos. Sigue siendo una carta a favor de Argentina el fabuloso sistema científico, que tanto tiempo expulsó materia gris al exterior.
Uñac hizo lo suyo. Destinó una millonaria partida adicional para atender la emergencia sanitaria y social, con reestructuración de presupuesto. Habrá obras públicas paradas, en beneficio del montaje de hospitales de campaña. Habrá gastos recortados, en pos de darle una ayuda alimentaria a las miles de familias que perderán el sustento en la parálisis económica.
San Juan sigue con cero casos confirmados de coronavirus y apenas cuatro sospechosos. Pero habrá muchos. De eso ya no cabe duda. Por eso la invitación es prepararse para lo peor, esperando que no suceda.
JAQUE MATE