Eduardo Cáceres y Marcelo Orrego terminaron ofreciendo sus propias cabezas en bandeja esta semana, frente a la crítica oficialista. Su decisión de no dar quórum para el tratamiento de dos leyes nobles, pero particularmente para la que concede la jubilación de unos 3.000 sanjuaninos que se rompen la espalda en los viñedos, solo podía traerles opiniones negativas. Siendo ambos dos dirigentes de dilatada trayectoria, habrán sopesado bien los costos y beneficios de una medida tan ingrata. Y habrán estado dispuestos a pagar el precio.

Cáceres está en retirada, no de la política pero sí de su banca de legislador nacional. Su mandato terminará en dos meses y volverá al llano. De ahí en adelante tendrá que recomponer su situación judicial para aspirar a seguir figurando en la primera línea de protagonistas. Esta situación coyuntural suya lo libera un poco más en el Congreso. Puede adherir fielmente a las acciones de su bloque Juntos por el Cambio sin temer del impacto en San Juan porque esta vez no le pedirá el voto a nadie, aunque su heredero Enzo Cornejo sí integra la fórmula. Pero eso es harina de otro costal.

En cambio Orrego está en plena curva ascendente. Su candidata, Susana Laciar, quedó a tan solo 5 puntos del otrora imbatible justicialismo y aliados en las primarias del 12 de septiembre. Ese rendimiento lo catapultó al santaluceño como uno de los indiscutibles para 2023. Irá nuevamente por la Gobernación con altas expectativas. Por eso, decidir no dar quórum en un tema tan sensible como la jubilación de los trabajadores vitivinícolas, seguramente le demandó una profunda reflexión.

Es improbable que Orrego no haya anticipado que lo iban a cuestionar por darle la espalda a unos 3.000 laburantes que con esta ley podían retirarse con 57 años de edad y 25 de aportes, en reconocimiento a que su tarea es de las más exigentes y les deja un deterioro físico que solamente sabe quien se expone al peor frío y al peor calor.

Pero no solo cayó la ley previsional de vitivinícolas sino también la ley de etiquetado frontal de alimentos. Es una norma absolutamente esperada y de la que solo se pueden decir cosas positivas, porque brinda información sencilla a cualquier consumidor, para que esté advertido cada vez que lleva un comestible con alto contenido de azúcares, de grasas o de calorías. La única objeción provino de parte del lobby supermercadista, que presionó contra estas etiquetas, temiendo una peor caída de sus ventas.

No dar quórum, hacer fracasar esta ley, puso a los legisladores de la oposición a favor del lobby empresario. También habrá sopesado Orrego el costo de actuar de la manera que lo hizo.

Claramente el santaluceño optó por jugar a fondo en la grieta. Optó por militar su pertenencia al interbloque Juntos por el Cambio, dando una prueba de alineamiento a muerte. Hacer caer el quórum fue una acción política legítima y propia de la técnica parlamentaria. La ejecución en bloque, que incluyó desde los macristas puros hasta los radicales como Mario Negri y los aliados, como los sanjuaninos, fue fundamentalmente una demostración de poder contra el kirchnerismo.

Le hicieron pagar a Máximo Kirchner el fracaso de la sesión. Se montaron en la ola amarilla que sacudió al país en las primarias del 12 de octubre. El resto es letra muy fina que escapa al interés de la mayoría puertas afuera del Congreso. Que si el oficialismo no permitía el ingreso de otros temas a la sesión o cualquier otro argumento semejante, queda muy en abstracto para ser presentado y que le importe al votante promedio.

No. El punto central fue un activo simbólico: hacerle frente al kirchnerismo, ponerle freno. Es el mismo slogan de campaña escuchado en Buenos Aires y en San Juan también. Desde ese punto de vista, Orrego habrá apostado por fidelizar el voto antiperonista para su espacio. Habrá apostado también por identificarse mucho más como el único referente inequívoco del macrismo. Son tiempos de polarización y grieta extrema. El escenario electoral no admite terceras vías o puntos medios.

Por supuesto que Sergio Uñac salió a marcar la defección de Orrego y de Cáceres. Lo hizo con mesura, porque el gobernador no cultiva el estilo confrontativo de otros dirigentes nacionales. Pero señaló igualmente que los legisladores de la oposición se negaron a debatir una ley que incorpora derechos y reconoce beneficios a quienes trabajan en las viñas sanjuaninas. Con más frontalidad salieron el vicegobernador Roberto Gattoni y el diputado nacional justicialista Francisco Guevara, impulsor de la iniciativa en la Cámara Baja.

Orrego habló con Diario de Cuyo escuetamente y contestó que no va a ceder a 'las malas costumbres del oficialismo'. Es decir, adhirió a pleno a los argumentos de Juntos por el Cambio. Más allá de la cuestión puntual de las jubilaciones vitivinícolas y el etiquetado de alimentos, el mensaje es que todo lo que venga del kirchnerismo merece sospecha. Es el voto que están buscando y es como han resuelto avanzar, a prácticamente un mes de volver a las urnas.

Orrego tuvo que elegir en esta circunstancia entre dos aspectos. Uno es su pertenencia al interbloque Juntos por el Cambio, que le garantiza un paraguas nacional y fundamentalmente un competitivo candidato presidencial para compartir boleta en 2023. El otro aspecto es el provincial, porque más allá de las cuestiones porteñas, a él lo votarán o no los sanjuaninos. ¿Con este faltazo perdió más de lo que ganó o viceversa? Bueno, falta muy poco para saberlo a ciencia cierta.

A veces el costo de pertenecer implica hacer algún renunciamiento. Pertenecer a un esquema nacional, en este caso. Renunciar a una causa provincial, aunque sea momentáneamente, en este caso. Como dice el refrán: que se aguanten la pelusa.


JAQUE MATE