Tiene varios porqué el resistido regreso presencial a las aulas, aunque suene contradictorio. Nuevamente, San Juan se enfrenta a un dilema. La opción más tranquilizadora sería mantener las escuelas cerradas y seguir apostando por la virtualidad. Cero posibilidad de contagios. Pero esa alternativa, hecha a la medida del gran conglomerado urbano. Es puro centralismo que posterga a las localidades más alejadas de la Plaza 25.

Hay que explicarlo detalladamente para poder comprenderlo en su real magnitud. Es verdad que a los y las docentes se les multiplicó la tarea desde aquel lunes 15 de marzo cuando se cerraron las escuelas en todos los niveles y modalidades. Fue una orden directa del presidente Alberto Fernández, ante la pandemia desbocada que duplicaba casos cada tres días. 

Sin horario y muchas veces sin herramientas, los educadores se adaptaron. La pizarra cambió por la pantalla de la computadora y el celular. Las familias debieron entender cómo se abría y procesaba un documento de Word o un archivo PDF. El lenguaje de las tareas se digitalizó de un día para otro sin margen para protestar. Al mundo entero le pasó. San Juan no pudo zafar.

La adaptación, con mucho esfuerzo y vocación pero también con una dosis de necesaria improvisación, rompió los programas previstos. Por eso no hubo evaluaciones de ningún tipo ni las habrá. Lo resolvió Educación de Nación con bastante sentido común. ¿Cómo se puede calificar a un alumno que tuvo condicionado su proceso de aprendizaje a circunstancias totalmente inéditas? No. La clave será la recuperación de contenidos en 2021. El problema son los chicos que egresan de Primario y de Secundario. Porque para ellos los tiempos se agotan en diciembre.

Peor aún es la situación de los alumnos y las alumnas de departamentos fuera del Gran San Juan, donde la conectividad es espantosa, sino inexistente. Si cuesta sostener una comunicación telefónica normal, pensar en una clase vía Zoom es ciencia ficción. Por eso el Estado no puede mirar para otro lado y juzgar la realidad viendo solo hasta la Avenida Circunvalación y poco más allá. Queda mucha provincia afuera todavía.

El derecho a la educación tiene rango constitucional. Está contenido en el artículo 14 de la Carta Magna desde 1853. Y figura en la Constitución Provincial en el artículo 71 como derecho humano fundamental. La excepcionalidad de la pandemia no puede lesionar entonces esta garantía. Puso de rodillas a toda la humanidad, como dijo el ministro de Educación, Felipe De los Ríos. Pero llegó la hora de levantarse. O de hacer el intento.

En la conferencia de prensa convocada ayer para ratificar el regreso a la presencialidad el próximo lunes, De los Ríos admitió "las vicisitudes de no poder tener acceso a la educación". La falta de conectividad provocó exclusión. Agravó las asimetrías. Hubo chicos y chicas que aprendieron más que otros, según el lugar donde viven y las posibilidades económicas de su hogar. Tener o no tener tecnología en casa fue, más que nunca, factor de desequilibrio. Contar con más o menos ancho de banda, también marcó una diferencia insalvable.

La escuela pública siempre sirvió para eso, para igualar. En horario de clases, todos tienen su lugar en un pupitre idéntico al de su compañero, guardapolvo blanco y maestra para el conjunto. Se aprenden contenidos, pero también modos de relacionarse. Es educación en el sentido más integral del concepto. Y el Covid-19 rompió todo.

El próximo lunes será un día bisagra en la pandemia, para los sanjuaninos y para los argentinos que estarán mirando hacia estas tierras con expectativa. Volverán a clases los últimos años de las escuelas de los 14 departamentos fuera del Gran San Juan. Son precisamente los que tuvieron las mayores dificultades para acceder al derecho a la educación. Y son también los que naturalmente, antes de la peste, ya contaban con mayor distanciamiento social porque pertenecen a comunidades menos densamente pobladas.

Hay además un estatus sanitario que permite a los sanjuaninos ir a comer a un restaurante, hacer ejercicio en un gimnasio y jugar una fichita en el tragamonedas del casino. Con mucho esfuerzo se logró mantener al territorio libre de circulación viral comunitaria. La escuela volverá a abrirse muy diferente a aquella que se cerró. Pero volverá. No será obligatoria. Pero volverá para los que decidan asistir.

"La confianza se gana, no se declama", admitió De los Ríos. Habrá que empezar a construirla ladrillo por ladrillo, entendiendo que es una responsabilidad colectiva. Y que el Coronavirus no puede detener para siempre el ejercicio de un derecho básico. Esta vez, el aprendizaje será para todos y todas.


JAQUE MATE