Razones para rebelarse el domingo
El ausentismo será un dato para analizar al cierre de la jornada. También será un derecho resignado, casi 40 años después de haber recuperado la democracia.
Sobran las razones para rebelarse el próximo domingo. Y habrá varias formas diferentes de hacerlo.El abanico incluye el ausentismo como modo de protesta, pero también el voto en blanco. Y el voto positivo. Porque después de casi 40 años de democracia ininterrumpida, votar sigue siendo el mayor acto de rebeldía ciudadana contra la arenga del desánimo, contra los que recomiendan tirar la toalla, pagando el costo de dejarles la decisión a un grupo cada vez menor. Rebelarse es ir al cuarto oscuro y manifestarse en las urnas.
No se trata de instar al sufragio como una expresión cándida de libro Campanita. Para hablar del clima electoral primero hay que hacerlo con la verdad. Hay malestar por arrastre. Es innegable la larga crisis, con una cadena de promesas incumplidas o todavía pendientes. Y una pandemia que solo agravó las cosas. La confianza está desgastada. La esperanza fue maltratada.
Llamativamente lo sanitario parece encarrilado. La vacunación llegará este fin de semana al extremo de aplicarse a libre demanda con el solo requisito de tener más de 18 años. Los contagios están en el piso mínimo del año al igual que la ocupación de camas críticas. Entonces aprieta más el bolsillo que cualquier otro factor. La inflación y la pérdida del poder adquisitivo le vuelven a ganar al temor epidemiológico.
Persiste la grieta que satisface solamente a los polos extremos, pero satura a ese grupo flotante que va de un lado al otro y que es el que define en cada cita electoral, porque no siente compromiso ideológico con A o con B. Ese grupo flotante es el que está llamado a no votar este domingo, con el argumento de castigar a la clase política que ha defraudado sistemáticamente las expectativas.
La militancia del ausentismo encuentra campo fértil justamente por el desánimo cultivado a lo largo de las décadas. Sin embargo, no votar representa más que un acto de rebeldía, un acto de resignación. Tirar la toalla. Dejar hacer a los demás. Mirar por TV y permanecer ajeno. No suena bien.
Es cierto que este domingo tres de los cuatro frentes en disputa jugarán con listas de unidad y por lo tanto la elección quedó prácticamente vacía de sentido. De todos modos, este domingo por la noche habrá un resultado. Uno quedará primero, otro segundo, otro tercero y otro cuarto. Y será el veredicto de la voluntad popular.
Esa expresión genuina dentro del cuarto oscuro sucederá independientemente de que haya mayor o menor participación. Aún así, el ausentismo será un dato. Y será un mensaje por sí mismo, acerca del desencanto. Habrá que tomar nota en cada bunker partidario. Ojalá.
Pero este voto ausente será fundamentalmente un derecho resignado. En esta instancia queda en segundo plano el carácter obligatorio del sufragio, porque en rigor de verdad nunca nadie tuvo que pagar una multa o afrontar consecuencias legales si no cumplió con el deber cívico. Es tiempo de desarmar aquella concepción del voto como carga ciudadana. Es fundamentalmente una oportunidad.
Este domingo el voto de cada ciudadano, de cada ciudadana, vale exactamente igual que el resto. Esa igualación es el momento más dramático para todos los partidos políticos. Porque ese día quedan a expensas de lo que diga la gente. Sí, hay aparatos y movilización. Hay troll center y operaciones. Hay colaboraciones disfrazadas. Hay mañas y escaramuzas. Pero nada de eso es suficiente para torcerle el brazo a la voluntad popular.
Ejemplos de ello sobran. Cayeron los más encumbrados. Ascendieron los impensables y se precipitaron después de un tiempo, también, porque el poder es prestado por un rato. El poder reside en el electorado. No confundirse. Basta repasar los últimos 38 años de democracia para tomar nota.
Y queda otro aspecto imprescindible. Durante décadas el derecho a votar estuvo negado. Incluso habiendo comicios, alguna fuerza partidaria estaba proscripta y esa voluntad popular se suprimió por la fuerza. Haber vencido esas barreras dictatoriales, haber recuperado el derecho a elegir, es sublime. Lo saben las generaciones que pagaron con su vida esta lucha.
Haber conquistado el derecho al voto impone a la ciudadanía asumir la responsabilidad por las decisiones que toma. Y posiblemente esa sea la cara más dura de la realidad: hay hacerse cargo. Si los sucesivos gobiernos defraudaron, no salieron de un repollo. Siempre desde el '83 en adelante, contaron con el aval soberano. Los errores cometidos entonces deberían convertirse en aprendizaje. Cuando las cosas estén difíciles habrá que afrontarlas. No arrinconarse y mantenerse al margen. El verdadero acto de rebeldía es votar.
JAQUE MATE