Regreso a clases: de la emoción al terror
Es un lunes de contradicción para alumnos, padres y docentes. Escuelas desfiguradas por la nueva normalidad. Una prueba de fuego.
Es un lunes de contradicción. Lo es para todo aquel que de una u otra manera tenga relación con la escuela. Padres, madres, abuelos, abuelas, tíos y tías de cada estudiante tendrán acelerado el pulso por el regreso a las clases presenciales. Pasó prácticamente un año de volteretas vía Zoom, con mucha creatividad docente, buena voluntad familiar y malos resultados. Se aprendió poco de contenidos curriculares. Se aprendió mucho de la nueva normalidad. Indeseada pero forzada.
El 2020 creó un margen que nadie sabía que existía. La pandemia corrió al planeta entero a la banquina. La rutina terminó presa del distanciamiento, bañada en alcohol en gel y cubierta con tapabocas.
Será un día de contradicción porque por un lado estará el reencuentro con la escolaridad añorada, pero al mismo tiempo flotará el miedo al contagio. Terror a una onda expansiva que disemine el virus invisible. Que lo reparta de manera indetectable hasta que haya perforado las barreras del hogar.
A pesar del temor, hay razones sobradas para entender que las clases no se pueden seguir posponiendo indefinidamente. El deterioro no solamente afectó al aprendizaje sino que también marcó las relaciones sociales, todo ese complejo sistema que se aprende en la escuela y que los especialistas llaman socialización.
Es el sentido más integral del concepto educación. Empieza en casa, por supuesto. Pero se completa de manera innegable en el contacto diario con la maestra, los compañeros y las compañeras.
Es tiempo de salir de la pausa.
Las y los docentes también tendrán una sumatoria de contradicciones este lunes. Por supuesto que la mayoría estará conmovida por el regreso al aula, porque es allí donde se ejerce la profesión y se despliega la vocación. No es por medio de una pantallita de celular o de computadora, sino en el intercambio personal donde se detectan las dificultades y se acompaña el crecimiento de cada niño, niña y adolescente. Basta escuchar a cualquier maestra apasionada para imaginar la dimensión de ese vínculo.
Será legítimo también el miedo docente al contagio. Estarán expuestas y expuestos a contraer el Coronavirus cotidianamente. A cada momento. Hay que decirlo con todas las letras. Se pueden enfermar. No fueron vacunados antes de este 1 de marzo, porque no dieron los tiempos con las vacunas existentes.
Tampoco está claro cuánto más demorará el operativo sanitario de inmunización, aunque el exministro de Salud Ginés González García había hablado de agosto o septiembre para dar por finalizada la aplicación de las dosis. Después vino el escándalo y el ascenso de Carla Vizzotti. La misión es acelerar el proceso. Puntos suspensivos.
Entonces, cada día habrá que abotonarse el guardapolvo, acomodarse el barbijo y sujetar bien la máscara. Y rogar que los protocolos sean suficientes para atravesar el temporal. Justo como tuvo que hacer la sociedad entera en los últimos 12 meses, desde que oficialmente comenzó la pesadilla.
Será también justa la disconformidad con la remuneración. Porque las y los docentes sufrieron el deterioro del poder adquisitivo junto con el resto de los trabajadores. Es verdad que el Gobierno de San Juan otorgó un 50 por ciento de aumento en cuotas. Marcó un récord en comparación con la paritaria nacional, que se quedó en el 34,55 por ciento.
Aún así el sueldo de la maestra que empieza su carrera está bastante por debajo de la canasta familiar. Es una realidad de largo arrastre, que tuvo momentos mejores y peores: se agravó con la inflación feroz de 2019 y la peste de 2020.
Si la paga no es buena, entonces el esfuerzo resulta doble. No es un razonamiento sofisticado en absoluto. Fue justamente este malestar el que puso en crisis nuevamente la representatividad sindical, con las marchas de autoconvocados. Que hubo fogoneo en redes sociales, a esta altura resulta un dato anecdótico. Si alguien tiró la primera piedra, hubo campo fértil para movilizar a cientos de trabajadores de la educación que encontraron en esa convocatoria el llamado que esperaban.
Tan contradictorio es este lunes, que lo encuentra al ministro de Educación, Felipe De los Ríos, aislado de manera preventiva por haber sido contacto estrecho del asesor Letrado de Gobierno, Carlos Lorenzo, diagnosticado con Covid 19. Valga como síntesis de este inicio raro.
Las escuelas abren sus puertas con marcas cada metro y medio o dos metros. Con protocolos hasta para ir al baño. Con recreos por turnos. Sin kioscos -al menos hasta el miércoles-. Con los bancos bien alejados unos de otros. Lejos, tan lejos de lo que alguna vez supo ser. Y aún así, significará una conquista. No de un gobierno sino de una sociedad que decide hacerle frente a sus propios fantasmas.
Que el miedo no sea motivo de parálisis. Bienvenido el ciclo lectivo 2021.
JAQUE MATE