Será por las malas
¿Cuánto de suerte hay en el estatus sanitario de San Juan y cuánto de mérito propio? ¿Cuánto tiempo puede sostenerse la estadística sin un cambio de actitud?
¿Cuánto hay de suerte en el estatus sanitario de San Juan? Posiblemente bastante, partiendo de aquella descripción que se proponía en esta misma columna cuando apenas comenzaba la cuarentena obligatoria. Es una provincia históricamente alejada, con poquita conectividad aérea y rutas nacionales deterioradas, punta de rieles y población todavía discreta, en función de muchas décadas de expulsión de nuevas generaciones que buscaban mejores horizontes. Esa situación que postergó a los sanjuaninos y que los gobiernos buscaron revertir con políticas activas, con la promoción industrial, con los diferimientos impositivos, con la agroindustria y la minería, con el eterno proyecto de Agua Negra, por primera vez fue un comodín. En contexto de pandemia, ser pequeños y distantes era lo mejor.
Sin embargo, atribuir el estatus sanitario de San Juan solamente a esa cuestión geo-demográfica sería cuanto menos injusto. Si Argentina se puso a la cabeza de las restricciones latinoamericanas en la lucha contra el Coronavirus, la provincia soportó medidas aún más limitantes de las libertades individuales. Los meses pasaron y las flexibilidades llegaron, pero a cuentagotas y con fronteras prácticamente cerradas. Los transportistas fueron sometidos a un estricto protocolo en el cual se les impidió bajar de la cabina siquiera para ir a un sanitario o comprar una botellita de agua. Los repatriados siguieron pagando como condición de su regreso, 14 días de aislamiento en hotel, todo de su propio bolsillo.
A esta conjunción de elementos se le sumó el golpe económico que implica producir menos porque los grandes centros de consumo están paralizados y porque las líneas de las fábricas ya no pueden tener un operario al lado del otro, porque sería una flagrante violación del distanciamiento social. Los restoranes y bares apenas recaudan lo mínimo para cubrir los costos con mesas separadas como nunca antes. Las empresas de ómnibus de larga distancia guardaron sus coches indefinidamente. Los ejemplos podrían seguir. Son conocidos por muchos, posiblemente no por todos. Entonces, esta realidad de semi-normalidad aparente puede inducir a engaño. A entender que está todo bien y por lo tanto, dar medio paso atrás sería la peor pesadilla. Sin embargo, ya no es una hipótesis.
Ni la suerte ni las medidas restrictivas son garantía a esta altura del combate de la pandemia. El presidente Alberto Fernández y el gobernador Sergio Uñac han apelado a la conciencia social para cosechar colaboración en la lucha. Los resultados no son los esperados. A nivel nacional los números siguen siendo alarmantes. El nivel de contagios por encima de los 5000 casos diarios y el centenar de fallecidos cada jornada, enciende luces amarillas en todo el país. En San Juan la pequeñez de la estadística podría señalar que hay un cuadro totalmente diferente. Sin embargo, el sistema está sometido a una tensión como nunca antes. Este fin de semana un policía del puesto caminero de Bermejo corrió el riesgo de estar infectado. Su PCR finalmente dio negativa. ¿Cuánto falta para que un uniformado en contacto con transportistas ahí en la ruta pueda infectarse? Era de imaginarse, pero no aparecía en el radar de los más prolijos seguidores de la pandemia, de los más informados.
San Juan igualmente sumó otros dos casos positivos este domingo. El caso 21 es un contacto estrecho del caso 19. Un muchacho de 20 años asintomático. Y el caso 22 es una chica de 29 años repatriada de Buenos Aires. Tampoco tiene síntomas. Los números solo pueden seguir subiendo. Imaginarse que San Juan es una cápsula impenetrable sería tanto como proponer una fantasía. Aún así, siguen proliferando las fiestas clandestinas donde confluyen decenas de desconocidos que no tienen idea de con quién estuvieron apenas un par de horas antes. Se sabe porque la Policía acude apenas tiene una denuncia de vecinos al 911. Pero puede suponerse, con bastante seguridad, que no todos los bailes son desbaratados. Que apenas un puñado son interceptados por el filtro oficial.
Frente al pedido encarecido de tener compromiso con la salud colectiva y la sordera social, lo que viene es mano dura. "Vamos a agravar las penas a quienes infrinjan las normas sobre salud pública, sanidad e higiene", anunció el gobernador ayer en un comunicado de prensa del Servicio Informativo de San Juan. "Vamos a reforzar los controles en ingresos a la provincia y el cumplimiento de los protocolos vigentes en los lugares de concurrencia", agregó. Y no descartó sumar medidas complementarias. Es decir, multas mucho más considerables que las actuales. Más medidas impopulares, que ningún dirigente quisiera anunciar porque sabe de su costo político. Sin embargo, la explosión del Covid-19 está latente.
También habrá mano dura desde Nación. La virtual viceministra de Salud, Carla Vizzotti, preanunció el DNU que este lunes firmará el presidente para prohibir las reuniones sociales durante los próximos 15 días, no solo en las zonas de circulación viral comunitaria sino en todo el país. Sí, también en San Juan. En las provincias que pasaron de aislamiento a distanciamiento se observó un aumento "importante" de casos. ¿Cuánto falta para que suceda aquí?
Hoy más que nunca la colaboración y el compromiso de cada sanjuanina, de cada sanjuanino, resulta clave para evitar una escalada. Si no es por las buenas, será por las malas. No hay escapatoria.
JAQUE MATE