Livianamente se puede afirmar que la Universidad Nacional de San Juan es un mal negocio. Toda empresa que arroje pérdidas debe ser considerada como un mal negocio. Afortunadamente la universidad pública no es una empresa y nunca lo será. 

Ese es el punto de partida para entender el nudo del conflicto. Fundamentalmente, esa es la batalla cultural que explica el levantamiento de este  martes histórico.

A la Nacional de San Juan no le caben las lógicas del debe y el haber. Perseguir el saldo positivo en términos gananciales implica desandar los 50 años de historia de esta institución. La inversión educativa no puede estar subordinada al balance contable

Por supuesto que la gestión debe cumplir con las pautas administrativas. Los funcionarios universitarios tienen responsabilidad ante la ley. Pero el debate es mucho más profundo. No puede anteponerse el desvío eventual sobre el fondo de la cuestión, que es el financiamiento de la educación superior.

No se puede medir el éxito solo atándose a la tasa de egresados, porque los trayectos académicos incompletos también modifican vidas, historias familiares, futuros laborales.

Hay una infinidad de historias para acreditar el valor de la universidad pública, gratuita y laica. No se puede medir el éxito solo atándose a la tasa de egresados, porque los trayectos académicos incompletos también modifican vidas, historias familiares, futuros laborales. Abundan los casos.

Ese es uno de los grandes atributos de la universidad pública: cualquiera puede inscribirse, sin importar los recursos económicos de su familia, su edad cronológica o su historia previa. Esa diversidad de condiciones hace que muchos y muchas tengan enormes dificultades para superar. Incluso antes de pensar en lo académico.

Algunas veces, contra toda adversidad, el alumno o la alumna logran llegar a destino. A graduarse. Tal vez lo hagan en el tiempo previsto originalmente en el plan de estudios. Tal vez se extienda su tránsito por la facultad, con periodos de abandono, con menor cantidad de materias rendidas por año. La universidad estará allí esperando para acompañar.

Aún quienes no lograron completar el recorrido, pudieron incorporar conocimientos y modos de aprendizaje que antes no tenían. En cualquier caso, su horizonte habrá cambiado sustancialmente. Cualquier sanjuanino puede dar testimonio de algún familiar o amigo que pasó por la UNSJ y por diferentes circunstancias no pudo terminar, pero la marca de esos años universitarios quedó grabada a fuego para siempre.

La universidad pública tiene una multiplicidad de dimensiones. Además de la investigación está la creación, la Orquesta Sinfónica, el Coro, el Palomar, los talleres de adultos mayores. Con seguridad la tasa de retorno económico nunca será positiva, si todo esto se sometiera al criterio del mercado

Nada de esto exime a la Nacional de San Juan de corregir sus desvíos. Los tiene. Todo aquel que haya transitado por sus aulas podrá dar testimonio de docentes mejor formados y otros no tanto. Habrá profesores que se quejen de las asimetrías internas, donde conviven los que trabajan prácticamente ad honorem con los que ganan salarios comparables a los de un senador.

Dar el debate sobre los desvíos puede funcionar como pretexto para olvidarse de lo medular. Primero, la defensa de la universidad pública, gratuita y laica. Luego, la corrección de todo aspecto mejorable.

Sin embargo, dar el debate sobre los desvíos puede funcionar como pretexto para olvidarse de lo medular. Primero, la defensa de la universidad pública, gratuita y laica. Luego, la corrección de todo aspecto mejorable. Invertir el orden conlleva el enorme riesgo de pasar la motosierra indiscriminadamente, pagando el costo de la destrucción.

Subyace a este debate la cuestión ideológica. Hay un sesgo oficial que considera adoctrinamiento a cualquier lectura de izquierda y solo de izquierda. Cuando se trate de lecturas de derecha, automáticamente se interpreta como un texto limpio de contenido político. Es la disquisición añosa sobre el bien y el mal, que tantas veces el presidente ha esgrimido en los foros internacionales. Lo sigue haciendo.

Ningún ser humano está exento de ideología, consciente o inconscientemente. Haya leído o no lo haya hecho. Muchas veces alcanza la herencia familiar para inducir modos de ver el mundo permanentes. En ese tejido entra la universidad también. 

Ninguna cátedra es inocua, mucho menos cuando se aprende sobre ideas previamente concebidas. Los prejuicios están a la orden del día. Por eso Ciencias Sociales siempre cargó con el mote de 'nido de zurdos'. Hoy la expresión tiene licencia social, a partir del glosario presidencial. Pero no por repetir una consigna, la misma se vuelve cierta.

Javier Milei decidió manejar el país con el presupuesto 2023, sin aplicar la inflación acumulada del 211 por ciento para actualizar partidas. Esto significó gobernar con mucho poder para asignar fondos discrecionalmente. 

Los desembolsos anunciados por el Ministerio de Capital Humano se activaron luego del anuncio de la movilización universitaria. Los rectores del CIN desmintieron que hubiese un acuerdo. Fue, en todo caso, una decisión unilateral que pretende implementar una metodología en el tiempo.

Liberar los fondos a cuentagotas, mes por mes, empodera al gobierno de turno frente a las necesidades urgentes de las casas de altos estudios. Según el periodista del diario Clarín Ismael Bermúdez, las transferencias a las universidades nacionales en el primer trimestre se redujeron un 34 por ciento con respecto a igual trimestre del año pasado

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El dato fue suministrado por la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP) y es consecuente con el tenor del mensaje que dio el presidente este lunes por cadena nacional.

Rodeado por su equipo económico, Milei renovó una de sus sentencias máximas: el Estado presente no volverá nunca más, al menos en su gestión. La consigna es el equilibrio fiscal a cualquier costo. Si el presidente tiene un atributo valioso, es su frontalidad.

No debería sorprender entonces que todo el sistema universitario se levante. No será la primera vez que lo haga. La educación superior gratuita está impregnada en el ADN argentino. Y eso nunca fue de izquierda ni de derecha. Es celeste y blanco nomás.


JAQUE MATE