Siempre se puede estar un poco peor
La confirmación de la circulación viral comunitaria fue una bomba. Aún quedan alternativas hacia adelante: tirar la toalla o redoblar el esfuerzo.
La jefa de Epidemiología, Mónica Jofré, intentó decirlo con sobriedad y sin aspaviento. Hasta con naturalidad. De todas maneras, la confirmación de la circulación viral comunitaria en toda la provincia detonó una bomba. Estremeció con toda la potencia de la realidad. ¿Fue inesperado? Para nada. Pero derribó el último resquicio de negación colectiva. San Juan nunca fue una isla y los errores se pagan con contagios.
Una de las reacciones inmediatas en redes sociales fue buscar responsabilidades. Que pague el culpable. Es un capítulo interesante para desarrollar y concluir que, más allá de las cosas que se hicieron mal, la pandemia solo se puede demorar, atenuar, pero nunca repeler. No lo lograron las naciones más desarrolladas del planeta e incluso contrajeron el virus los líderes mundiales. Pretender que San Juan podía blindarse hasta la aparición de la vacuna siempre fue un acto de candidez.
Esto no significa que todo salió a pedir de boca y que se hizo todo lo que estaba al alcance. Por el contrario, hubo varios desaciertos y negligencias para revisar, aprender y corregir. Porque aún con circulación viral comunitaria, siempre se puede tener mayor o menor intensidad en la curva epidemiológica. Hay una interesante conjunción entre lo público y lo privado, lo individual y lo colectivo, que puede arrojar resultados óptimos o un verdadero desastre.
Entre las acusaciones inmediatas apareció la "cuarentena eterna" que, a la luz de los resultados, no solo fue incapaz de detener la pandemia sino que agravó las secuelas socioeconómicas de la Nación. Detenerlo todo hace exactamente siete meses al día de hoy fue un recurso indispensable para fortalecer un sistema de salud que no estaba en condiciones de enfrentar una pandemia. Luego aparecieron las flexibilidades y lo que era aislamiento estricto fue convirtiéndose en distanciamiento. Los efectos en materia de empleo y pobreza hoy pesan tanto como los contagios.
No es verdad que el confinamiento no sirvió para nada. Demoró la explosión de la curva, distribuyó los casos a lo largo de los meses. Ese fue, desde el inicio, el objetivo de esta estrategia sanitaria que recomendó la Organización Mundial de la Salud, aunque luego se desdijo.
En una mirada más localista, la culpa la pudo tener el sujeto que entró por una huella ilegal a la provincia y trajo consigo el virus, para esquivar los controles y el aislamiento obligatorio en un hotel por 14 días. La seguidilla de fiestas clandestinas también pudo colaborar para que se esparciera la peste. Son apenas dos situaciones muy evidentes que se deben anotar en la columna de los errores. Pero no fueron las únicas. Hubo también incontables conductas mínimas que favorecieron la transmisión y que siguen ocurriendo.
Lo dijo Jofré con la certeza de la investigación epidemiológica: hay personas que continúan compartiendo el mate, el pico de una botella y el cigarrillo. No fueron tres apostillas inventadas por la autoridad sanitaria en el momento. Aunque no lo aclaró, todo lo que dice la funcionaria está respaldado en las cientos de entrevistas que realizan a diario en distintos puntos, cada vez que un hisopado resulta positivo. Es lo que se denomina como búsqueda del nexo y determinación de contactos estrechos. Mezclar las salivas, claramente es todo lo que está mal. Y sin embargo sigue sucediendo.
Entonces es cierto que la cuarentena se volvió eterna y que nadie se atrevió a soñar siquiera con que la peste encontraría a San Juan mucho más complicada en octubre que en los meses más crudos del invierno. Pero resulta que esta es la peste. La misma que fue tapizando el mundo entero con idéntica modalidad, primero las ciudades más densamente pobladas y después hacia la periferia.
¿Culpas? ¿Qué sentido tiene buscar culpables de un fenómeno global? La mirada debe ser propositiva y hacia adelante. Si en las últimas dos semanas hubo una duplicación de casos, en las próximas dos San Juan podría estar rondando los 4.000 acumulados. Habrá más diagnósticos positivos, cada vez más por la sencilla razón de que habrá un agresivo operativo de detección en centros de salud periféricos. Es un déjà vu de aquellas imágenes más crudas que llegaron por la TV desde Buenos Aires, solo que un tiempo después y aquí, con tonada sanjuanina.
En la medida en que fue pasando el tiempo, se pudo comprender que la pandemia ofrecía una serie de escalas. Y se aprendió que la circulación viral comunitaria es el último estadío, el menos deseado. Bueno, San Juan llegó a esa meta ingrata. Frente a esta realidad, hay dos alternativas: tirar la toalla y que pase lo que tenga que pasar, bajar la guardia, darse por vencidos; o redoblar los esfuerzos para que el tránsito de la pandemia en la provincia sea el menos dañino posible.
Siempre se puede estar un poco peor. Y siempre se puede luchar.
JAQUE MATE