Soberbia y omnipotencia VIP
Una fiesta clandestina descubierta el fin de semana puso nuevamente en foco el desprecio. Será considerada como una contravención.
Poco y nada queda por aprender acerca de los cuidados para prevenir el contagio de Coronavirus, luego de un año largo de pandemia instalada en el país y en la provincia. Por lo tanto, las picardías deben ser entendidas como un gesto de desprecio. Pero vale aclarar el asunto, para evitar juicios livianos y condenas injustas:
-Que los deportistas reclamen poder entrenar es entendible. E incluso podría haber alguna manera de protocolizar su actividad, aún en este contexto de segunda ola y provincia declarada como zona de alto riesgo.
-Que un importante sector de la sociedad exija sostener la presencialidad en las escuelas hasta las últimas consecuencias también es comprensible y justificado. El daño en el aprendizaje y el abandono fueron marcas dolorosas de 2020.
-Que la actividad económica a pleno requiera permiso para seguir en funcionamiento ni siquiera necesita explicación. Los índices de pobreza, indigencia y desempleo no admitirían otro cierre absoluto.
Podría seguir la enumeración de ejemplos con demandas razonables hacia el Comité de Emergencia Covid 19, pero alcanzan los tres mencionados para entender que no hay una gota de picardía en ninguno de ellos. Sin embargo en el contexto excepcional que le toca atravesar a la humanidad, hay otros comportamientos que no tienen punto de razonabilidad. Son lisa y llanamente, berrinches. Gestos de inmadurez, de irresponsabilidad y de egoísmo. También suponen una cuota de soberbia y de desprecio hacia los demás.
El fin de semana pasado San Juan acumuló 14 fallecidos en 48 horas por Coronavirus. Muchas otras personas enfermas con cierta gravedad rezaban por encontrar una cama disponible, aunque su patología no fuera el Covid 19. Más de 180 pacientes permanecían internados en aislamiento, 90 de ellos en terapia intensiva. Casi la mitad, conectados a un respirador artificial. En las últimas dos semanas, prácticamente se duplicó la demanda de asistencia respiratoria mecánica.
De espaldas a esta realidad, una fiesta clandestina VIP se montaba con alto presupuesto en una zona inaccesible para esquivar controles y burlarse del sufrimiento ajeno. El organizador había dispuesto su propia bodega en el departamento 25 de Mayo para realizar el evento, con carpa alquilada y equipo de sonido. Se sobreentiende que cada uno de los asistentes se sintió inmune a la peste, impenetrable ante el germen, e impune ante la ley. Pero llegó la Policía.
Hubo una estampida. Huyeron cada uno en diferente dirección. El dueño de la bodega cargó su camioneta y aceleró. Poco le duró la carrera porque terminó su vehículo encajado en un zanjón. Atrapado, no tuvo más opciones que reconocer su responsabilidad. El secretario de Estado de Seguridad, Carlos Munisaga, relató lo sucedido en Banda Ancha y se confesó amargado por el episodio.
El funcionario reveló un dato puntual acerca del organizador de la fiesta: vive en el Barrio Del Bono. No cabe estigmatizar a una persona por su lugar de residencia, porque sería discriminatorio. Sin embargo, la referencia domiciliaria permitió terminar de dimensionar lo sucedido. Fue una fiesta clandestina con alto presupuesto, planeada en un punto muy alejado. Hubo una apuesta fuerte a que la picardía iba a terminar bien. Posiblemente no haya sido la primera vez. Y si las anteriores se pudieron llevar a cabo fuera de la vista de la autoridad, ¡que se repita!
La fiesta clandestina ya no irá a la Justicia Penal. No irá a Flagrancia, como sucedió durante buena parte del año pasado. La picardía será asumida como una contravención, cuya competencia recaerá en el Juzgado de Paz de la zona o en el Juzgado de Faltas. Para Munisaga, el hecho de no ser considerado delito puede ser conveniente, porque el juez podrá aplicar una multa importante. Entonces se afectará el órgano más sensible del ser humano, el bolsillo. Habrá que ver luego la magnitud de la sentencia. Si el asunto se termina resolviendo con la donación de un par de zapatillas, entonces la ecuación habrá sido redonda para el infractor.
El de las sanciones fue un asunto que se planteó con claridad en la última reunión del Acuerdo San Juan, convocada de urgencia por el gobernador Sergio Uñac. La Federación Económica le pidió al cortista Juan José Victoria, presente en ese encuentro, que haya una bajada de línea clara hacia los magistrados acerca de endurecer mucho las multas por las fiestas clandestinas. El empresariado local sabe que su futuro dependerá en gran medida del control de la curva epidemiológica. Una escalada de contagios sin freno solo llevará al confinamiento estricto. El resultado sería nefasto.
Las reuniones sociales en domicilios particulares fueron prohibidas hasta el 21 de mayo por lo menos, porque se entiende que en ese contexto de relajamiento basta un infectado para provocar una explosión de contagios. Hay sobrados ejemplos, relevados cuando en San Juan aún se podía registrar el nexo epidemiológico, antes de la circulación viral comunitaria. Reunir a grandes cantidades de personas durante un tiempo prolongado sin distanciamiento ni tapabocas, equivale a cultivar Coronavirus a propósito.
Detrás de cada fiesta clandestina hay implícito un desprecio por el resto. Hay un sentimiento de omnipotencia. Pero fundamentalmente hay un acto de soberbia que ofende a una sociedad enterrada hasta el cuello en el peor desafío sanitario del que tenga memoria esta generación.
JAQUE MATE