El terror del miércoles 19 de agosto, cuando se revelaron los primeros casos del brote de Coronavirus en Caucete, escaló el viernes cuando explotaron los operativos burbuja en Santa Lucía. El sábado la angustia paralizó a toda la provincia, cuando los bloqueos se trasladaron en simultáeo a Rivadavia, Sarmiento, Capital y otra vez a Santa Lucía. Fue un golpe inolvidable. Sin embargo, suele ocurrir que, con la repetición, lo que antes asustaba luego se convierte en rutina y va perdiendo su impacto inicial. 

Nada más peligroso que naturalizar los operativos sanitarios y volverlos parte de la cotidianidad. Que llegue la policía, instale un vallado alrededor de una cantidad de manzanas, circulen los altoparlantes con indicaciones mientras los agentes empiezan con el testeo rápido masivo, casa por casa, no debiera ser la nueva normalidad. No debiera generar una falsa sensación de seguridad.

Esa impresión equivocada sería entender que donde hay burbuja está encerrado el virus, mientras el barrio que aún no fue aislado se encuentra totalmente libre del  germen. Una falacia. Un nuevo mecanismo de negación.

Posiblemente las autoridades sanitarias no lo digan con esta crudeza, porque tampoco sería recomendable augurar el peor de los escenarios ni llamar al pesimismo colectivo. Pero hay una posibilidad de que en este momento haya sanjuaninos contagiados, asintomáticos, caminando por estas calles, alternando en los comercios exceptuados e incluso en sus lugares de trabajo si es que les corresponde por su carácter esencial. Que no hayan sido hisopados y no tengan diagnóstico todavía, es apenas una circunstancia.

Esa circunstancia obedece a que todavía la investigación epidemiológica no terminó. No llegó hasta ellos el dispositivo sanitario, como sí detectó a otros contactos estrechos y se fueron sumando los positivos hasta superar los 190 casos este miércoles, apenas una semana después del brote caucetero cuando San Juan contaba con una estadística clavada en 22. Eso ya es historia. No hay marcha atrás.

La multiplicación de las cifras es prueba cabal de que hay personas infectadas que están siendo detectadas a cada momento. En muchos casos, ni siquiera ellas mismas sospechaban que les podía tocar la pandemia en carne propia. Es la naturaleza del Covid-19. Es la trampa que lo vuelve tan incontrolable: su escurridiza transmisión silenciosa.

El subsecretario de Seguridad, Abel Hernández, lo dijo bastante claro el martes en Paren las Rotativas, cuando iba saliendo de San Martín: "Los contactos son infinitos". A partir de las reuniones familiares y laborales, el nexo epidemiológico con Caucete se sigue extendiendo. El mapa sanitario continúa agrandándose. Es lo que reflejan los nuevos operativos burbuja, ahora más acotados y más breves, como los ocurridos ayer en Villa Krause y el corazón de Chimbas.

Que estos procedimientos sean más compactos no debe transmitir la sensación de que la peste está bajo control. No lo ha dicho ninguna autoridad responsable de Salud Pública y difícilmente pudiera hacerlo. Por el contrario, la apuesta sigue siendo al comportamiento social en estos días de aislamiento que restan para completar la Fase 1, hasta el viernes 4 de septiembre inclusive.

Vienen días de pagos varios. Además de jubilaciones y pensiones, la tercera cuota del IFE, los salarios estatales y los municipales. Serán cientos de miles de personas que se volcarán en simultáneo a los cajeros automáticos. Gobierno convocó a una reunión para coordinar con intendentes del Gran San Juan las fechas. Sin embargo, no se puede diferir el depósito demasiado en el tiempo, porque la gente tiene derecho a cobrar cuanto antes. Deportes se sumará con colaboradores para garantizar el distanciamiento en la puerta de los bancos. Pero nada de esto será suficiente sin la toma de consciencia colectiva.

Vivir en un barrio que no haya sido encerrado en burbuja hasta este momento, no se debe interpretar como garantía de seguridad. No debe inducir a relajar el distanciamiento social sino todo lo contrario. Cada sanjuanino, cada sanjuanina, tiene chances de contagiarse cada vez que salga de su domicilio a la vereda, cada vez que aborde un colectivo, cada vez que reciba en su hogar alguna visita, cada vez que haga todo esto sin procurar los dos metros de distancia con quien tiene en frente, y lo haga sin la utilización del barbijo.

De tanta reiteración -hace cinco meses que comenzó la campaña de saturación con las normas de higiene- todo esto se puede transformar en música de fondo, en sonido ambiente que nadie escucha. Y está mal que así ocurra.

Sonará cruel y negativo, pero necesario por supervivencia. Habrá que entender durante las próximas semanas y los próximos meses que todos son sospechosos. Hasta uno mismo. Mantener la guardia en alto. Cuidarse. Cuidar a los demás.


JAQUE MATE