Más que una columna de opinión, fue un llamado a la reflexión. O una advertencia. Un golpe al corazón de los sectores más ilustrados que enfurecieron el 13 de agosto cuando la ola violeta se apoderó del mapa, dejando a Javier Milei en la puerta de una victoria total. 'Quien se enoja, pierde', tituló el autor Marcelo Figueras en 'El cohete a la luna'. La consigna es altamente aplicable a San Juan.

Figueras es novelista, ensayista y guionista de cine. No se autopercibe periodista, pero se parece bastante. En su argumentación disparó con certeza. Implacable. Entre otras cosas, denunció 'el costado antipopular de cierto progresismo'. Es ese sector que termina agrediendo al pobre que votó a Milei. Familias enteras sin nada que perder, dispuestas a tirar todo por la borda.

Hay una lógica. Si ya no se puede estar peor, que venga el cambio. Otra cosa. Algo nuevo. Disruptivo. Todo lo que ya no representa Juntos por el Cambio. Al espacio amarillo aparentemente se le quemaron los cartuchos entre 2015 y 2019. 

Fue Milei, con sus modos extremos, su discurso al límite del colapso nervioso, quien mejor logró empatizar con ese sentimiento de frustración social. Hay cierta unanimidad en este diagnóstico a la hora de analizar el resultado de las PASO.

El progresismo comprometido con la conquista de derechos mira con aturdimiento la ovación que cosecha el libertario cada vez que vocifera consignas antiderechos. Por ejemplo, cuando Milei tilda de 'aberración' la justicia social. Tal vez haya llegado la hora de hacer un profundo examen de conciencia. Acaso la política haya vaciado de sentido ese concepto, de tanto repetirlo.

Progresismo antipopular. Habrá que tomar nota de esa nueva categoría, necesaria para comprender el fenómeno que transita el país y actuar en consecuencia. Figueras advirtió también que Argentina se asoma a una nueva grieta. No se trata de la vetusta división entre peronistas y antiperonistas. O entre el sistema y el anti-sistema (tesis que ya fue esbozada en una columna Jaque Mate). El autor habló específicamente de una grieta entre pobres y no tan pobres.

La encerrona es peligrosa y tramposa. Enfrenta a trabajadores con trabajadores. Desplaza el foco de interés. Pone a los asalariados de mejor posición a justificarse frente a los laburantes precarizados. Mucho más si los primeros dependen del Estado, hoy demonizado por la ola libertaria.

Es la síntesis más perfecta de lo sucedido en el ámbito de la Universidad Nacional de San Juan. Milei dio el batacazo en las urnas y ratificó su propuesta de migrar el financiamiento de las universidades públicas a los estudiantes a través de un sistema de vouchers. De este modo, el alumno contará con un subsidio para elegir cualquier casa de altos estudios.

A las universidades les cabría la lógica del mercado. Quedarían atadas a la relación entre oferta y demanda.

En un marco de silencio universitario nacional, la primera voz se levantó desde San Juan. Tomó la delantera el secretario Administrativo Financiero, Ricardo Coca. En Banda Ancha y en tantos otros programas y medios provinciales y de Buenos Aires, el funcionario advirtió que la propuesta de Milei equivale al arancelamiento. 

Coca estimó que cada estudiante debería reunir vouchers por unos 150.000 pesos mensuales. O su familia debería pagar la diferencia como pudiera. Esto directamente impactaría en la imposibilidad de acceder a la educación superior para un amplio sector de la población.

Después el rector Tadeo Berenguer se acopló a la arenga. Pidió votar a cualquiera 'menos al que ponga en riesgo el sistema'. Fue un tiro directo contra Milei, en perfecta sincronía con Coca. En simultáneo se expidió también la Federación Universitaria de San Juan, con un duro comunicado. Y el Consejo Superior se convocó a una sesión extraordinaria este martes para pronunciarse sobre la amenaza de ajuste.

El viernes los libertarios de San Juan salieron al cruce de los funcionarios universitarios. El candidato a diputado nacional José Peluc, le echó en cara a Coca y Berenguer los altos salarios que perciben. Rondarían los 2 millones de pesos, según el dirigente. Los desafió a que se bajen el ingreso para abaratar el costo por estudiante, si en verdad les preocupa el acceso de los pobres a la educación superior.

No está claro qué impacto tendrá en la sociedad una discusión de este calibre. Pero Peluc dio en el blanco cuando se metió con los sueldos de los funcionarios de la UNSJ. Es un cuestionamiento hecho a la medida de la bronca popular, capaz de nublar la cuestión de fondo: ¿se terminará la educación pública, gratuita y laica en Argentina? 

Ese es el nudo. O lo era. También es susceptible de ser desplazado por la cuestión del gasto. Tiene reminiscencias de otros tiempos, es verdad. Pero el clima social contribuye al enfrentamiento.

En un contexto de furia, es fácil perder el foco de la discusión. ¿Qué es lo central? ¿El sueldo del rector y sus funcionarios o el acceso a una carrera universitaria sin aranceles? En cualquier caso, la peor idea sería escalar la confrontación. El enojo es directamente proporcional a la irracionalidad.

La grieta de Figueras, entre pobres y no tan pobres es precisamente eso: reducir el debate a cuánto gana cada uno, quién se salva, quién tiene la seguridad de un salario -elevado en algunos casos- y quién se hunde por debajo de la línea de pobreza sin importar todo el esfuerzo que haga.

La referente Mayra Arena se hizo famosa por su conferencia titulada '¿Qué tienen los pobres en la cabeza?' en 2018. Ella creció en una villa de emergencia. Conoció desde la más tierna infancia esa otra realidad fáctica, no teorizada, que moldea el pensamiento. Desde ese lugar esta semana encendió las alarmas por el crecimiento de Milei, pero lo justificó. Si el derecho es siempre el derecho del otro, al excluido le importa poco.

El progresismo se debe una fuerte reflexión si tiene vocación de mayoría. Más que enojarse con el voto pobre de Milei tiene el deber de entenderlo. Poner las barbas en remojo. Los pies en el barro.


JAQUE MATE