Hace un par de días el bloquista histórico Enrique Conti dijo en Banda Ancha que Argentina tiene que seguir mirándose al espejo en Europa, como viene haciendo hasta el momento cuando se trata de gestionar la pandemia. Al Viejo Mundo le tocó debutar tempranamente con el Coronavirus y tanto sus aciertos como sus errores han servido para minimizar las muertes en este rincón austral del planeta.

Los europeos todavía siguen dando batalla contra el enemigo invisible, a pesar de que atraviesan las temperaturas más altas del año. El verano no sirvió de mucho allá y no hay razones para suponer que aquí se comportaría de manera diferente. Hombre de números, el ex ministro de Economía de Don Leopoldo arrojó una proyección rápida tomando la situación del otro lado del Atlántico: habría que contar con el germen al menos hasta abril de 2021. Y difícilmente ese será su punto final.

Cualquier lector (o televidente) podría preguntarse con razón qué hace un contador/economista opinando sobre una cuestión sanitaria. Bueno, es ahí donde adquiere mucho sentido el currículum político de Conti. Es un dirigente como tantos otros que ha visto pasar los gobiernos, formando parte de muchos de ellos, desafiado permanentemente a mirar el mundo como marco para la toma de decisiones. Los presidentes no actúan en aislamiento. Los mandatarios provinciales tampoco.

Para los ciudadanos comunes también parece buena idea observar lo que está aconteciendo en el Hemisferio Norte, pero ya sin el filtro de la Organización Mundial de la Salud (OMS) o las agencias informativas, sino recogiendo los testimonios en carne y hueso. Los números estadísticos suelen perder esa dimensión humana que tienen la voz y la experiencia de cada individuo.

Por eso resultó muy valioso el testimonio de Pablo Díaz, el sanjuanino que creció en Concepción y hace alrededor de una década se radicó en Europa, primero en el Reino Unido y después en Francia, donde enseña letras en la universidad. Desde la ciudad de Pau, en el sudoeste del país galo, relató cómo están viviendo los franceses sus vacaciones. Agosto allá, equivale al enero argentino. Es o era, el mes de descanso, previo a retomar el yugo del año laboral y escolar. Las clases deberían comenzar el 1 de septiembre en esa nación. Deberían.

"Es todo muy incierto". Curiosamente, las palabras textuales de Pablo sonaron con tono de resignación, sin una pizca de rebeldía, posiblemente porque no tiene sentido alzarse contra la realidad. Están cansados de llevar los tapabocas -allá les dicen máscaras- con el calor y la humedad del verano. Pero igualmente tienen que respetarlo porque la Policía está controlándolo en las calles y aplicando multas que pueden ser más o menos severas, según la ciudad.

En vacaciones, hubo un brote de 1.000 casos diarios. En Niza se está penalizando con 130 euros la falta de barbijo. Y en el resto de las ciudades con 35 euros. En Argentina ni en San Juan todavía hubo una medida semejante. El uso de la mascarilla quedó bastante al arbitrio personal y se nota mucho en la vía pública sanjuanina.

En Francia aún no se autorizaron las reuniones sociales como casamientos o cumpleaños de 15. En algunas ciudades importantes como Lille o incluso en París hubo permiso para juntar hasta 20 personas pero su resultado fue "totalmente nefasto", en términos del sanjuanino que habla con acento francés. Los casos de coronavirus explotaron.

Esta vez fueron especialmente los jóvenes los más infectados. Los adolescentes. El verano trajo aparejada una mayor circulación en las calles, una mayor concentración de personas en las playas, balnearios que en algunos casos luego de los contagios tuvieron que cerrar. Hubo menos víctimas fatales esta vez, en comparación con el primer brote de la pandemia y Pablo, extrañado por el dato, hizo la consulta por ahí. Le contestaron que ya murieron los más vulnerables. Así de trágico puede ser el final de la batalla.

La pandemia vino sin manual. No tiene precedentes porque nunca antes el mundo estuvo tan conectado. Frente a la incógnita natural, frente a la ansiedad por saber lo que queda por delante, Europa muestra un anticipo bastante doloroso. El que gobierna tiene el deber de observar y aprender. El resto, también.


JAQUE MATE