Una elección no debería desestabilizar
El comicio llega marcado por la incertidumbre, no tanto por el resultado sino por el día después. El test de Uñac y la advertencia de Gioja.
Una elección no debería desestabilizar. Es una afirmación bastante obvia, sin embargo parece más necesaria que nunca, frente a un comicio marcado por la incertidumbre. Esa falta de certezas no está relacionada con el resultado, que puede salir más o menos en línea con el anticipo de las primarias, hace apenas dos meses. No. El nubarrón que más preocupa, que más amenaza, es el del día después. Por varios frentes, externos e internos, en un gobierno de coalición que todavía le sigue buscando la vuelta a la convivencia en horizontalidad.
Hubo una sugestiva frase del diputado nacional José Luis Gioja en contexto de campaña, que se divulgó por redes sociales. Fue en el marco de un acto con militantes de su espacio, la línea interna Lealtad Justicialista. Allí, micrófono en mano, el exgobernador y expresidente del PJ nacional manifestó su total apoyo a los candidatos del Frente de Todos, como era de esperar. Pero también lanzó una advertencia. Dijo que estarán vigilando que nadie se de vuelta al poco andar.
Un nivel muy superficial de análisis llevaría a interpretar que fue una chicana para Sergio Uñac, porque en definitiva las tensiones entre uno y otro espacio nunca fueron subsanadas. Apenas encontraron un paréntesis de tregua. El mensaje de Gioja pudo tener una cuota mayoritaria dirigida a lo local, pero también pareció fundado en un clima que excede ampliamente a San Juan.
Desde hace días pero particularmente en el arranque de este viernes, primera jornada de veda electoral, los analistas porteños dan cuenta de un clima inestable en la Casa Rosada. Si el espejo es lo sucedido después de la derrota de las PASO el 12 de septiembre, bueno, hay fundamentos para anticipar una revolución interna como la que quedó al desnundo, con renuncias masivas en el gabinete, operaciones, una carta abierta de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y finalmente una renovación parcial de funcionarios.
El antecedente está fresco todavía. Solamente un resultado inesperadamente exitoso en la mayoría de los distritos del país, fundamentalmente los más grandes, aplacaría las tensiones. En la victoria sería fácil disimular las diferencias. En la derrota el malhumor puede encontrar válvulas de escape inesperadas.
En esa línea, la advertencia de Gioja acerca de que los legisladores electos no se terminen dando vuelta al día siguiente, desnuda una preocupación mucho más grande que la pequeñez sanjuanina. El contexto nacional está atento a ese comportamiento, anticipando que el próximo domingo por la noche habrá heridos por todos lados y apenas un puñado de ganadores, con victorias mucho más chiquitas que las de antaño.
Con la firma de la periodista Brenda Struminger, el diario Infobae publicó este viernes que 'el Frente de Todos prepara una reconfiguración interna' y que se ejecutará en las semanas subsiguientes al domingo electoral. Citando fuentes de la Casa Rosada en off the record, la redactora reveló que la coalición empezará a 'dirimir liderazgos para 2023'. Y que esta puja arrancará el mismo lunes 15 de noviembre. ¿Es impensable algo así? No, todo lo contrario.
Sin embargo, la inestabilidad política eventual, cuando pega en el gobierno de turno, también pega en la gente. En ese momento exacto deja de ser una comidilla partidaria para convertirse en un asunto de Estado. Por supuesto lo ideal sería aislar una cosa de la otra, pero no es posible. En todo el mundo sucede de la misma manera: tras un revés electoral el poder sale arañado. Puede ser una lesión superficial o no. Hay ejemplos varios.
La oposición posiblemente pueda exhibir resultados importantes en los principales distritos del país, en los padrones más voluminosos. Con seguridad, los discursos el domingo por la noche buscarán capitalizar el momento para lanzar la campaña de 2023. Será tan legítimo como esperable. Sin embargo, la realidad es que para aquellos comicios todavía queda tiempo. No mucho. Pero hay margen para reconfigurar el escenario.
Como se dijo en esta misma columna un día antes, la historia prueba que aún después de grandes derrotas a mitad de mandato, los oficialismos pudieron conservar el poder. Néstor Kirchner perdió contra Francisco De Narvaez en provincia de Buenos Aires en 2009 y parecía cuesta abajo, como el tango. Pero dos años más tarde, Cristina fue reelecta con el 54 por ciento. Todo un récord en democracia.
También sucedió lo inverso. Que el gobierno gane las legislativas no implica que tenga la presidencial asegurada. Puede contarlo Mauricio Macri. En 2017 arrasó en casi todo el país, pero en 2019 tuvo que irse, tachado por el fracaso económico de su gestión.
En lo provincial, Uñac jugará dos partidos el próximo domingo. Uno de carácter local y otro de rango nacional. Ambos irán de la mano. En lo local, los puntos que sumen sus candidatos serán suyos, porque él mismo planteó la campaña como un plebiscito. La generosidad o la mezquindad de los guarismos será endosada directamente a Libertador y Paula.
En lo nacional, el resultado del domingo posicionará a Uñac en el tanteador de gobernadores peronistas más arriba o más abajo según corresponda. Por lo tanto, la lectura sanjuanina dependerá también de lo que suceda en el resto del país. Tal vez con menos puntos que en elecciones anteriores, le alcance para subirse al podio, si los oficialismos caen en desgracia.
Y sí, habrá mucho material para analizar porque efectivamente será una elección estratégica. Como todas. Sin embargo, nada de esto debiera alterar la gobernabilidad. O más sencillamente, la vida de todos. Porque una elección no debería desestabilizar. Parece obvio decirlo. Pero también es imprescindible recordarlo.
JAQUE MATE