No fue el Domingo de Pascuas, sino el Viernes Santo el día que eligió el presidente Alberto Fernández, para anunciar lo que ya había dejado trascender intencionalmente en la víspera. Es decir, que la cuarentena preventiva y obligatoria se extenderá un par de semanas más, pateando la ansiada libertad de circular, trabajar, reunirse, abrazarse, hasta el lunes 27 de abril. Habrá que entender esa nueva fecha como una nueva posta, en una carrera que parecía para aficionados, y se terminó convirtiendo en una maratón de alto rendimiento por etapas.

El presidente tuvo un premeditado acto de honestidad el viernes, cuando dijo, palabras más, palabras menos, que "el domingo 26 de abril hablaremos de nuevo". Fue la confesión que menos hubiera querido escuchar cualquiera de los argentinos y argentinas presos de la ansiedad. Porque significa explícitamente que este periodo de 14 días más será apenas un tramo del desafío, cuya línea de meta todavía no aparece en el horizonte.

De la cantidad de especulaciones que proliferaron cual Covid-19, solo quedaron en pie la extensión de la cuarentena y apenas tres flexibilidades minúsculas: la apertura de los bancos que atenderán con turno previo, la apertura de talleres mecánicos y gomerías solo para transporte público, ambulancias y patrulleros, y el permiso para dar la vuelta a la manzana para personas con autismo, a quienes el encierro les provoca un daño en su salud.

También se reactivará la obra pública, en el nivel nacional, en el provincial y en el municipal. Pero por supuesto que se hará con un protocolo encuadrado en la cuarentena, con distanciamiento social. Es algo que habrá que diseñar y aprender. El comercio, en cambio, seguirá cerrado. El decreto del gobernador Sergio Uñac únicamente permitió la apertura de librerías y locales del rubro informático, para abastecimiento de suministros a domicilio. Solo con esa modalidad.

Todo lo demás tendrá que seguir en lista de espera. Incluso los "runners", esa masa de personas que salía a correr o practicar ejercicio al aire libre. También los ciclistas que pueblan las rutas sanjuaninas, haciendo gala de la capital argentina del pedal. Todos deberán quedarse en casa, sin atenuantes.

Es verdad que el presidente dijo que se podría analizar nuevos permisos, a propuesta de algún gobernador. Por el momento, no parece que Uñac tenga apuro en avanzar en ese sentido. Mucho menos cuando la misma noche que Fernández extendía la cuarentena dos semanas, San Juan sumaba su segundo caso confirmado de Coronavirus.

Fue otro caso importado. Es decir, la provincia continúa demorando la circulación viral comunitaria, algo que ocurrirá eventualmente. La apuesta de las autoridades sanitarias seguirá ahí, en el casillero del aislamiento domiciliario, para estirar todo lo que pueda la fase de prevención. El tiempo ganado permitirá seguir reforzando el dispositivo de internación, para que nadie se quede sin atención por falta de recursos.

Si algo queda claro a esta altura de la pandemia, es que el Coronavirus no pide permiso. Tiene la capacidad de explotar la curva de contagios de un día para el otro. Por eso el presidente fue recurrente el viernes cuando dijo que esa meseta argentina puede cambiar de un momento a otro. Cantar victoria antes de tiempo podría resultar letal. Y esta vez, no es una frase hecha. Un error estratégico costará vidas.

Con el permiso del gran Joan Manuel Serrat, se hace camino al andar. Así se está trazando el trayecto de esta maratón de largo aliento, de alto rendimiento, para la que nadie tuvo tiempo de entrenarse. Simplemente comenzó la carrera y estaban los 40 millones de argentinos y argentinas, los 700.000 sanjuaninos, ocupando su sitio en la línea de largada.

Que las tres semanas transcurridas hayan servido de precalentamiento, entonces. Porque la próxima posta será el domingo 26. Solo eso. Una parada para evaluar hacia dónde sigue el desafío.


JAQUE MATE