Valga la aclaración antes siquiera de entrar en tema: la médica que esquivó el protocolo de seguridad, corrió el riesgo de contagio al visitar a su hermano internado y aislado, para luego seguir atendiendo pacientes, no tiene argumento de defensa posible. No se trata de buscar atenuantes o indulgencia para una profesional de la salud que, precisamente por su formación académica, tenía doble responsabilidad. Siempre supo con precisión la gravedad de sus actos.

Sin embargo, en las horas posteriores a la confirmación de ese cuarto caso positivo de Covid-19 en San Juan, lo que sobraron fueron las condenas públicas. Llegaron primero de parte de sanjuaninos indignados. Luego, bastante más tarde, se sumó la ministra de Salud, Alejandra Venerando. Por lo tanto, seguir descargando frustraciones y bronca, no sería demasiado aporte.

Posiblemente la mayor contribución, en estas circunstancias, no sea seguir echándole nafta al fuego, sino descubrir por qué la provincia entera quedó envuelta en llamas. Se necesitan más bomberos y menos incendiarios. Nuevamente vale la aclaración: nada de esto implica hacerse el desentendido y mirar hacia otro lado. Las responsabilidades ahí estuvieron y la sociedad merece respuestas concretas.

Pero, en el afán de entender aunque sea parcialmente la razón del incendio, vale dividir la línea temporal en dos porciones. Una que va hacia atrás y debe esclarecer el sumario administrativo interno, la instrucción judicial penal y la investigación epidemiológica para dar con todos los posibles contagios provocados por la médica.

Y otra línea que va hacia adelante y que sigue bastante difusa. La ministra Venerando consideró en su escueta y guionada declaración de este martes, que sería apresurado decir que hay circulación viral en la provincia. Mientras tanto, de manera preventiva algunos municipios decidieron prohibir las caminatas saludables que la provincia había autorizado. Lo hicieron Rawson y Caucete, por ejemplo. También 9 de Julio y 25 de Mayo.

Sin certezas acerca del alcance de los contagios, hasta que se concluyan los testeos en los próximos días, no habrá diagnóstico completo. Parece una espera demasiado larga. Sería legítimo que, como ocurrió ayer en el Parque de Mayo, la mayoría de la gente que tenía previsto salir a dar una vuelta caminando, decida no hacerlo. Ante la meditación de la autoridad epidemiológica, mejor prevenir que lamentar.

Curiosamente, el incidente de la médica, su acto de irresponsabilidad y la cadena de complicidades que le permitió acceder a un sitio de aislamiento sin mayores inconvenientes, tuvo un costado positivo. Sirvió de recordatorio para que el aprendizaje de estos últimos dos meses sea puesto en práctica. 

Hubo repentinamente una toma de conciencia acerca de que el Coronavirus ha llegado para quedarse, como vienen diciendo los especialistas a nivel internacional. Y que los hábitos de distanciamiento social, uso de barbijo, lavado frecuente de manos y salidas de casa únicamente para lo indispensable, tendrán que respetarse ya no de manera opcional sino como estrategia de supervivencia. Así de simple.

Podría formularse una primera pregunta: ¿qué pensó la médica cuando ingresó a la habitación de su hermano enfermo y lo asistió para comer y llevarlo al baño? Posiblemente haya dicho en su interior que estaba todo bien, que nada malo podía ocurrir. En contra de su propia formación, en contra de todo el mensaje repetido hasta la saturación, se habrá convencido de que todo iba a estar bien. 

Con el mismo fundamento siguió trabajando e incluso manteniendo su vida social. Dicen que en un cumpleaños precisamente estuvo con uno de los policías de la Comisaría Novena, de Caucete. Esa seccional tuvo que ser desalojada por un caso sospechoso luego descartado. Sí, una fiesta familiar en cuarentena, con una médica y un policía entre los invitados. Total, iba a estar todo bien.

Esa premisa, de que no pasa nada, justificó las pequeñas evasiones de la cuarentena. Las reuniones clandestinas. Las salidas en grupo. Los riesgos innecesarios, menospreciados por la falsa creencia de que el Coronavirus no iba a entrar. Entonces, en esta línea de razonamiento, cabe formular una pregunta más. Una pregunta incómoda de verdad: ¿qué hubiera hecho cualquier otro sanjuanino con un ser querido internado en aislamiento, si hubiera tenido la menor chance de visitarlo en el hospital? La respuesta quedará para el fuero íntimo de cada uno. Seguramente habrá posturas diversas. Muchas, amparadas en la fe de que va a estar todo bien.


JAQUE MATE