Le tocó a Sergio Uñac debutar en 2015 con una victoria en lo provincial y una derrota en lo nacional. Se cortaba una larga racha de gobierno alineado con la Casa Rosada para transitar una relación que se anticipaba tensa y finalmente lo fue, con Mauricio Macri. En ese contexto de PJ en San Juan y Cambiemos en Buenos Aires, el pocitano hizo un pedido público: 'hay que desdramatizar'. Seis años después, tuvo que reflotar aquella consigna. Porque como aquella vez en 2015, el drama se configura solo. No empeorar las cosas parece ser la mejor decisión.

Reconocer el resultado sin dramatizar fue la primera consigna resuelta rápidamente, apenas conocidos los guarismos de las primarias del domingo. El Frente de Todos ganó en San Juan, con lo justo, con un desgranamiento de su caudal histórico, pero ganó. Y en un contexto nacional catastrófico para el oficialismo, que la provincia pudiera terminar la jornada sombreada con azul, fue un dato alentador.

La luz de alerta se encendió porque la diferencia con Juntos por el Cambio quedó por debajo de los cinco puntos. Es una línea de partida delicada para el uñaquismo a dos meses de las elecciones generales del 14 de noviembre. La apuesta, como es sabido, estará en captar la adhesión de los votantes que se quedaron en casa. El nivel de participación rondó el 67 por ciento. Si se compara con los valores de comicios anteriores, hay unos 8 puntos todavía disponibles contando con una mayor concurrencia en la siguiente convocatoria.

En términos estrictos, Juntos por el Cambio no tuvo un respaldo mucho mayor al que traía de 2019. En realidad su mayor atributo fue conservar ese cúmulo de votos. La diferencia se achicó por la caída del Frente de Todos. Parte de ese apoyo pudo haber migrado a la Izquierda, que en esta ocasión rompió todos los esquemas. En San Juan obtuvo 7 puntos, contra 1.5 de ediciones anteriores. Algo pasó con ese sector que evidentemente perdió identificación con el proyecto oficialista y se fue.

Frente a esta situación, Uñac se propuso remontar. Este martes encabezó reuniones con ministros e intendentes. Pidió redoblar el esfuerzo. Destacar las obras realizadas con apoyo de Nación y con recursos propios. Provincializar, provincializar y provincializar. Y desdramatizar. Porque al fin de cuentas, más allá de los análisis finos y de mesa chica, este 12 de septiembre ganaron.

La segunda consigna bajada entre los propios fue no confrontar con la oposición. Sostener el clima de armonía, entendiendo que la disputa agresiva sería contraproducente. Más grieta implicaría mayor riesgo de desgranamiento del sufragio. Al menos así lo evaluaron en el entorno de Uñac en las primeras 48 horas posteriores.

Se avecina una campaña donde el oficialismo hablará mucho de trabajo. De exhibir todo lo alcanzado y redoblar el compromiso para resolver las cuestiones que quedan pendientes. Pero hacerlo desde el recato y la mesura, sin falsas pretensiones de 'comerse la cancha'. No son tiempos de transmitir exitismos.

El diagnóstico sanjuanino marca un notable contraste con el berrinche nacional. El presidente Alberto Fernández fue cauto el domingo a la noche cuando reconoció el llamado de atención recibido y prometió escuchar. De ahí surgió la batería de medidas de anuncio inminente, todas tendientes a aliviar el bolsillo: aumento en el salario mínimo vital y móvil, aumento de jubilaciones, regreso del IFE y alguna otra cosa que daba vueltas por ahí.

Pero detrás del presidente hubo una catarata de declaraciones que sembraron más confusión. Acusaciones cruzadas. Ausencias sugestivas. Aprietes para cambiar algunos 'funcionarios que no funcionan', utilizando la expresión acuñada por Cristina.

En San Juan la postura de Uñac se apartó de la angustia nacional. Desdramatizar sintetiza esa decisión. Representa un intento de sacarse la mufa e intentar generar un clima de optimismo. Al fin y al cabo, el domingo se pudo preservar el primer puesto.

Desdramatizar en 2015 significó pensar en otro estilo de gestión, diferente al de los 12 años previos, cuando José Luis Gioja contó con línea directa hacia la Casa Rosada, primero con Néstor y después con Cristina. A Uñac le tocó relacionarse con Macri a sabiendas de que todo costaría el doble. Bastó el voto negativo de sus legisladores en la reforma previsional para que se cortara el delgado hilo entre San Juan y Buenos Aires. El resto es historia conocida. Se interrumpió el flujo de dinero para obras públicas y la provincia tuvo que salir al rescate con recursos propios. La pulseada terminó en la Justicia.

Pero en 2019 cambió el comando de la Casa Rosada. Volvió el PJ y para Uñac, reelecto, significó un respiro. Nación canceló la deuda acumulada con San Juan y agregó más de 1.000 viviendas tras el terremoto del 18 de enero de 2020. Pero la extensión indefinida de la crisis económica, la inflación asfixiante y la recuperación que no se siente en el salario más allá de algún indicador macro, pesaron demasiado. Y se sintió en las primarias.

Era de esperar. Aunque no lo hubiesen anticipado las encuestas nacionales, quienes hacen política sabían que el contexto era difícil. Y lo sigue siendo. Por eso el primer paso resuelto en Libertador y Paula es no echarle más leña al fuego. Desdramatizar por segunda vez en seis años. Y seguir adelante.


JAQUE MATE