Unas tres semanas, más exactamente 19 días, faltan para el punto de inflexión más importante que pueda tener la salida gradual de esta cuarentena. Sigue en pie la fecha, mientras no se altere de manera drástica la situación sanitaria de la provincia. El lunes 10 de agosto abrirán nuevamente las escuelas y unos 10.000 alumnos de sexto grado, de los 14 departamentos periféricos, regresarán a las aulas luego de casi cinco meses de ausencia.

Solo ellos, en una población escolar estimada en unos 160.000 estudiantes de toda la provincia. Y pueden ser muchos menos, porque el Ministerio de Educación quitó la obligatoriedad de asistir, dejando a criterio de cada familia la decisión de enviar o no a sus hijos al reencuentro presencial con su maestra. El miedo y la incertidumbre todavía pesan fuertemente en los hogares, no solo de los estudiantes sino también de los docentes. San Juan continúa libre de circulación viral comunitaria, pero se sabe que este estatus podría variar de un momento a otro.

Sin embargo, cerrar indefinidamente las escuelas no es opción. Hay que encontrar la manera de convivir con la pandemia, con los protocolos de seguridad que reduzcan al mínimo la posibilidad de contagio. Ese es el plan que cuenta con el aval de Nación y también de los tres gremios paritarios. Llevan unos 60 días trabajando coordinadamente, según dijo ayer en Banda Ancha el secretario general de UDA, Julio Roberto Rosa. Y el próximo jueves volverán a encontrarse en el despacho del ministro Felipe De los Ríos.

Hay cabos sueltos todavía. Eso resulta inocultable. Descontando la enorme inversión que hará falta para acondicionar la totalidad de los 450 edificios desplegados en todo el territorio, previo relevamiento y acelerando las tareas contra-reloj, habrá que bajar a los docentes un instructivo preciso para que el primer día sean verdaderos educadores en tiempos de pandemia. Qué se puede y qué no se puede hacer dentro del aula, dentro de la escuela, hasta dónde pueden ingresar los padres, son apenas algunas pautas de la nueva normalidad.

Sin embargo, estos asuntos están más o menos encaminados, a partir del protocolo acordado por el Consejo Federal Educativo. Hay otros puntos que surgen asociados a la logística del distanciamiento social. Por ejemplo, el transporte público para que los docentes puedan llegar a su lugar de trabajo. No solo los que viajan desde el Gran San Juan a los departamentos alejados, sino también los que residen en las villas cabeceras pero deben desplazarse al interior del interior. Consultas como estas llegaron desde Jáchal, días atrás, según dijo Rosa.

Las horas extras versus el derecho a la desconexión es algo que tampoco está del todo regulado en el ámbito educativo y los sindicatos están planteando reglas claras para retomar las clases presenciales. Los docentes deberán afrontar la bimodalidad, es decir, seguir con la virtualidad al mismo tiempo. Para las maestras del nivel primario puede ser factible, sin considerar que tengan más de un cargo. Para los docentes de nivel secundario, con horas cátedras regadas en varios establecimientos, se puede tornar inviable directamente.

Asociado a este tema surgió el salario. Los tres gremios paritarios, UDAP, UDA y AMET, pidieron un "reconocimiento" para los educadores como el que recibieron los trabajadores de Salud y de Seguridad. Pero en el fondo, están aspirando al descongelamiento de los aumentos estatales suspendidos. Desde mayo, el Estado se ahorró el 3 por ciento que debía comenzar a liquidar. La pretensión de máxima sería que se incorporase a los haberes a partir de septiembre. Pero la ministra de Hacienda, Marisa López, adelantó que no se puede. No es tema cerrado.

Los sindicatos también tienen una mirada crítica acerca del carácter optativo de la presencialidad. Esto de que va el alumno que quiere y el que no, se queda en casa y sigue recibiendo educación a distancia, multiplica la tarea. También, en voz baja, acotan que cuando el ministro de Educación de Nación, Nicolás Trotta, anunció la no toma de evaluaciones durante todo este tiempo, los niveles de rendimiento y responsabilidad demostrados por los estudiantes virtuales se cayó abruptamente. 

Este mínimo repaso es apenas un vistazo hacia la discusión interna que tendrá que intensificarse en las próximas jornadas, para llegar a tiempo con esa histórica reapertura de las escuelas. Y ni siquiera entra en el análisis la faceta menos pensada, pero que posiblemente sea la más fuerte de todas. Se trata de la dimensión emocional.

Ese momento exacto en que los chicos se encuentren con la mitad de sus compañeros, porque la otra mitad irá otro día. Que deban sentarse en pupitres alejados unos de otros, arrinconados contra los extremos del aula. Hasta que finalmente, al frente, aparezca la señorita, enmascarada con su barbijo. Tendrá que tragar saliva. Tomar las riendas del curso como siempre hizo. Y empezar a enseñar como nunca antes imaginó. 


JAQUE MATE