Fray Justo Santa María de Oro, el dominico sanjuanino que sentó las bases de la República
Luis Eduardo Meglioli, contó en Banda Ancha como el fraile de la Orden de Predicadores fue uno de los protagonistas de la declaración de la independencia de Argentina.
En el aniversario 208º de la Independencia de la Argentina los festejos conmemorativos no faltaron, pero tampoco el espacio para la reflexión y para honrar a los dos próceres sanjuaninos protagonistas en la gesta en la Casa de Tucumán. Para ello, el periodista Luis Eduardo Meglioli pasó por Banda Ancha, donde se refirió a ciertos aspectos de ambos: Fray Justo Santa María de Oro y Francisco Narciso Laprida.
Sobre el sacerdote, contó que pertenecía a la Orden de Predicadores, más conocida como Dominicos. El sanjuanino no era muy a fin de abrazar las ideas de la liberación de España, por lo que fue perseguido y mandado a estudiar a Chile. A su regreso, cuando le tocó ser uno de los protagonistas en Tucumán, su espíritu rebelde que para ese entonces se había acrecentado, lo hizo pedir que Las Provincias Unidas se convirtieran en una república. Algo que finalmente terminó pasando y por lo que lo apodaron: ‘El primer Republicano’
'No puede ser que historiadores digan 'y le tocó a San Juan'. Hay que explicar bien a lo largo y ancho del país, que en ninguna parte dice que había una idea de Laprida sugerida por San Martín de que había que pedir la declaración, eso no está escrito. A nivel de la historia nacional de la independencia argentina esto es una pena', expresó el periodista.
Sobre Francisco Narciso Laprida, quien fuera el presidente en la Casa de Tucumán, dijo que participó de la gesta de la independencia cuando tenía 29 años. Meglioli contó que cuando el prócer sanjuanino salía a las calles tucumanas, en descansos de las arduas reuniones en búsqueda de la independencia, las mujeres lo miraban y comentaban que era buenmozo.
Laprida murió en Mendoza, en lo que ahora es la localidad de Godoy Cruz. El sanjuanino murió en combate y sus restos nunca fueron encontrados, se cree que, porque lo asesinaron enterrando casi todo su cuerpo, dejándole la cabeza a la vista, para después pasarle con caballos sobre la cabeza. Su difunta esposa nunca pudo encontrar su cuerpo y recién en los años 50 autoridades de la provincia y mendocinas realizaron un busto en una plaza que lleva su nombre, a modo de reconocimiento.