Es septiembre y puede sentirse en el aire sanjuanino: las mañanas de a poquito se ponen más cálidas, los gorriones entonan su silbido y se palpita el Día del Maestro. Esta última es la razón por la cual Heidi Mathews (41) me espera en la puerta de su casa, en Rivadavia, con una sonrisa de oreja a oreja, viéndome cruzar la calle para llegar a su encuentro. La teacher de Inglés acaba de salir de una clase virtual de una de las cátedras universitarias en donde es docente. Es que en la Universidad Nacional de San Juan todavía no se aprueba el dictado de clases presenciales, pero esta nueva normalidad no detuvo a nuestra estimada yanqui para continuar con el arduo y a veces subvalorado trabajo de preparar a los más jóvenes de cara al futuro.

Estimada porque desde que llegó desde Wisconsin, Estados Unidos, a la provincia allá por el 2000, Heidi no dejó de cosechar amistades en su camino. Y cómo no caerte en gracia si su energía es contagiosa desde el primer momento, y su Niiiño te devuelve el alma al cuerpo. “Los idiomas siempre me encantaron, siempre estoy con que quiero aprender italiano, francés…en algún momento cuando tenga tiempo”, me comentó entre risas. Esa pasión por las lenguas, en especial el español, es la que la llevó a viajar con tan solo 20 años más de 9 mil kilómetros hasta acá y posteriormente decidir quedarse a vivir. De esto último, otro sentimiento jugó en parte en su decisión.

La historia de una docente yanqui que hace 20 años vive en San Juan y defiende la educación gratuita
Heidi con sus hermanos

- ¿Cómo surgió la idea de venirte a Argentina, y en particular a San Juan?

-Estudiaba profesorado en Español en una universidad de Wisconsin pero me di cuenta que estaba perdiendo mucho vocabulario por no estar en contacto directo con el idioma. Entonces terminé en salas de chat para practicar, y así conocí a mi marido, que vivía en San Juan. En esa época todo el mundo se metía para conocer gente de todo el mundo. Además siempre estaba curiosa de este país y después de un año de chatear con mi esposo decidí venirme y me quedé en su casa, que vivía en Capital.

- ¿Tuviste miedo de venir a un país sola, por tu cuenta? ¿Tu familia estuvo de acuerdo?

- La verdad que nunca tuve miedo porque siempre fui muy aventurera y mis padres ya estaban acostumbrados a eso. Vos allá cumplís los 18 años y tenés que hacer tu vida. Son mucho más sueltos en comparación con acá. Además, ya estaba trabajando como mesera, aparte de estudiar, así que ahorré y tomé la decisión. Mi mamá ya sabía que con mi espíritu aventurero no volvía.

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Eagle River en invierno

- ¿Cuáles fueron tus primeras impresiones de la provincia?

- Para mí llegar a San Juan era llegar a una ciudad grande. Imaginate que vengo de un pueblo de 1.500 personas (llamado Eagle River); obviamente hay ciudades gigantes pero la mayoría de la población en Estados Unidos está distribuida en pueblos chiquitos. Vas por la ruta y cada diez minutos tenés un pueblito y así mucha gente vive en el campo. Todo el mundo me dice que San Juan es un pueblo –se ríe- pero no lo vi así. Arribé en agosto del 2000 y me encantó el clima invernal. En mi pueblo hacen 30 grados bajo cero durante el invierno, con mucha nieve.

- Hablame de tus choques culturales en tu primer año viviendo en San Juan

- Lo más chocante fue el horario. Allá se trabaja de 9 a 5 de corrido; almorzás algo ligerito como un sanguchito; cenás a las 17.30 y es la comida más importante del día; te acostás cerca de las 22 para despertarte temprano al día siguiente. En cambio, acá cenar después de las 22 por ejemplo y la comida más fuerte es el almuerzo… son horarios que hasta el día de hoy no me termino de adaptar. Por otro lado, allá la fiesta no sigue más de las 2 de la madrugada, mientras que acá recién está empezando. La verdad que no estoy hecha para quedarme toda la noche de fiesta.

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Heidi en su tierra natal

En esa época (2000-2001) vivíamos a tres cuadras del Hospital Rawson y podía percibir la crisis económica, que era algo muy interesante y no que entendía del todo. La notaba todos los días porque todos los días se sentían los bombos, se quemaban llantas y pasaban todas las manifestaciones por la puerta de mi casa. Era algo muy nuevo para mí, no entendía que estaba pasando. Ya daba clases particulares de Inglés y me pagaban con Ticket Canasta y me preguntaba ¿qué es esto?

-Hablando del año 2001, el atentado a la Torres Gemelas en New York te agarró estando acá… ¿cómo te enteraste?

-Me acuerdo que estaba con mi hija recién nacida, Victoria, sentada en la mesa desayunando. Ahí vi en la tele el primero choque, todavía no se sabía qué pasaba. Imaginaba que podía ser un terrible accidente. También recuerdo ver el segundo impacto del avión en vivo y seguía sin entender qué estaba pasando. Ya cuando mencionaron la caída del tercer avión en el Pentágono me cayó la ficha que todo podía ser un atentado. Después me dio miedo por mamá porque estaba planeado que iba a venir a conocer mi hija y cerraron todos los aeropuertos en Estados Unidos por un mes casi. Por suerte pudo venir sin problemas en noviembre.

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Heidi junto con su familia

- ¿Regresaste a Wisconsin con tu familia para visitar?

-La primera vez que volví fue recién en el 2006, pasó bastante tiempo por la crisis de acá ya que el dólar pasó de estar 1 a 1 a subir un montón. Yo durante esos años trabajaba en institutos de inglés y no ganaba mucho. Fuimos para navidad los tres, y mi esposo y mi hija pudieron conocer la nieve por primera vez. Después regresé nuevamente en 2011, 2014, 2017 y 2019, ya también con mi otro hijo Benjamín que nació en 2010. Cada vez que voy me siento un poquito más extranjera en mi país.

- ¿Por qué?

-Porque las cosas cambian y a lo mejor estar más tiempo acá voy cambiando mi forma de pensar. Lo he notado mucho cuando volví en el momento que estaba Donald Trump como presidente y en mi pueblo era todo muy cerrado. Me preguntaba cómo pueden pensar así y tomar una posición tan cerrada. También me pasó con la tecnología de allá que es todo mucho más rápido y me sentía bombardeada de avisos, era como experimentar un choque cultural en mi propio país. Me siento que estoy en el medio de las dos culturas ahora.

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Heidi en su pueblo, Eagle River

- ¿Qué cosas extrañás de tu tierra natal?

- El Día de Acción de Gracias es una de las festividades que más extraño; acá no la festejo porque cae el cuarto jueves de noviembre y esa fecha siempre me agarra trabajando. Además, que no es lo mismo porque allá son los primeros fríos y el sentimiento que te genera es distinto. También extraño el verano de allá porque la máxima suele ser de 30 grados.

- ¿Por qué decidiste estudiar el profesorado de Inglés en San Juan?

- Mis padres no tuvieron estudios universitarios, se dedicaron más a la vida del campo. Mi padre era camionero y teníamos una pequeña granja incluso, con cabritos incluidos. Entonces siempre fue una meta para mí terminar una carrera universitaria. Cuando me enteré que acá la universidad era gratis estaba re sorprendida, nunca había escuchado que una universidad pudiera ser gratis. Por eso me enojo cuando la gente de acá no aprovecha porque no todo el mundo tiene acceso. Recién pude empezar a estudiar en el 2012 en la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes (UNSJ) y en 5 años me recibí. Ahora estoy haciendo una maestría en Lingüística Aplicada a la Enseñanza del Inglés como lengua extranjera.

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Recibida de Heidi

- ¿Por qué en 2012 comenzaste y no antes?

- Porque cuando llegué en 2000 tenía una visa turista que me duró tres meses y después estuve ilegal. Con mi marido nos casamos al año siguiente así que obtuve la residencia, pero no tenía el DNI. Intenté por muchos años presentar los papeles, pero desde la Oficina de Migraciones siempre me decían que un papel me faltaba o que otro ya no me servía. Finalmente, en 2009 me salió la residencia permanente y en 2011 obtuve mi DNI, que me permitió tener trabajo formal, estudiar, todo menos votar puedo. Igual es algo que no me quita el sueño. 

- ¿Qué diferencias notaste con la universidad a la que ibas en Wisconsin?

- La universidad me quedaba como a cuatro horas de mi casa, por lo que vivía en el campus. Allá tenés tu departamento que compartís con otra persona y toda tu vida está en la universidad. Además, tenés que cumplir con una cantidad de créditos para obtener tu título, y en cuatro años te recibís. También me di cuenta que acá tenía que estudiar mucho más en comparación. Otra cosa es que allá hay una semana llamada “Hell’s week” (semana del infierno) porque toman todos los exámenes en pocos días, que rinde tipo ensayo. Si no aprobás, debés cursar nuevamente la asignatura. En cambio, acá tenés un montón de oportunidades para rendir y eso está bueno. Sin mencionar que allá pagás cerca de 50 mil dólares al año para estudiar.

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Heidi en un acto de colación

- ¿Qué recuerdos te quedan de dar clases en San Juan? ¿Cómo te llevás con los estudiantes sanjuaninos?

- Unos años atrás con los chicos del instituto organizamos un viaje a un Campeonato de Kayak que se hacía acá, para que interactúen con los extranjeros. Son esas cosas que les gustan a los alumnos, es más dinámico el aprendizaje y así pueden ver la utilidad del inglés. Me llevo muy bien los estudiantes, son muy cariñosos y afectuosos. Cuando me los encuentro en la calle los saludo y a varios que fueron mis alumnos en la secundaria los vuelvo a tener en el profesorado de Inglés. Es una experiencia muy linda.

Para Heidi, el Día del Maestro es una fecha “donde tenés un poquito de reconocimiento, sobre todo después del año pasado que fue una locura la virtualidad. Incluso este año ha sido igual de loco sino peor. Es lindo tener un día donde te reconocen el trabajo y el esfuerzo que por ahí no se expresa monetariamente”. Le consulto si se volvería a Wisconsin a vivir, y Heidi es muy contundente con su respuesta: “Eché raíces acá, el solo pensar de volver allá y empezar de 0, tener que revalidar mi título…No me lo imagino, es mucho lío y por eso no volvería”.

Sarmiento fue un visionario para su época: entre los años 1869 y 1898 cerca de 65 docentes de Estados Unidos arribaron al país para llevar a cabo su plan de reforma educativa. Su idea era consolidar a las escuelas normales mediante la profesionalización de la enseñanza y con ello la mejora en la educación. Casi 200 años después, maestras yanquis continúan llegando a Argentina, y a San Juan. Algunas vienen con sueños de aventura, ganas de aprender el idioma, y aprovechar algo que muchos damos por sentado: la educación universal, pública y por sobre todo, gratuita.

La historia de una docente yanqui que hace 20 años vive en San Juan y defiende la educación gratuita
Heidi con una compañera de trabajo