“Evidentemente no era mi destino quedarme ahí”, expresó Walter Carrizo, sobreviviente al hundimiento del ARA General Belgrano que hoy lleva en la piel el recuerdo que aquel trágico 2 de mayo de 1892, con el número 323 en honor a los caídos.

Walter ingresó a la Marina en el 80’, sin pensar en lo que tan solo dos años después viviría en carne propia, al desencadenase la guerra bajo el gobierno de Leopoldo Galtieri durante la última dictadura militar en Argentina. “Los recuerdos que me quedaron bueno los tengo intactos tal cual, me acompañan todo el tiempo”, la memoria fresca como si no hubieran pasado 41 años de aquel momento.

Desde la Base Naval Puerto Belgrano habían salido el 16 de abril con rumbo a Isla de los Estados al sur de Tierra del Fuego, que con poco más de 500 kilómetros es el punto más cercano a Islas Malvinas desde el territorio nacional, allí se sumaron dos destructores a la flota: el ARA Piedrabuena y el ARA Bouchard.

A la izquierda Walter Carrizo en su visita a Islas Malvinas. 

El área había sido delimitada y el buque argentino rodeaba la Zona de Exclusión Marítima, un radio imaginario de 200 millas náuticas donde no podía haber ni un solo argentino. “Estuvimos ahí varios días cuidando toda esa zona y el día primero de mayo ingresamos a las 200 millas durante, toda la noche tuvimos cubriendo crucero de guerra” y cerca de las 8 de la mañana salen del área hacia el sur, volviendo a las guardias normales de navegación.

En horas de la siesta Walter se prepara para su guardia que cubría de 16 a 20 en la zona de la popa. Minutos después, dos impactos repentinos sacuden el buque: “se inclinó inmediatamente, con mi compañero de guardia y otro compañero más tuvimos que salir obviamente a oscuras”.  El conocimiento del General Belgrano fue crucial para llegar a la cubierta utilizando escapes rápidos, “ahí nos dimos cuenta de que había sido dañado nuestro buque y en media hora se empezó a hacer todo el abandono ordenado, más allá de la situación de los heridos y sin saber lo que estaba pasando por lo que pasaba debajo en las cubiertas inferiores”.

Los torpedos habían sido contundentes, pero lejos de la zona de fuego, un crimen de guerra. “Cada uno tomó su lugar de abandono, en cada balsa van 20 personas y pero algunos compañeros no llegaron los compañeros, lamentablemente se quedaron abajo zona de la explosión”, el segundo proyectil dio en la parte de los dormitorios, “fue muy duro porque se sabía el resultado de esa explosión”. Solo una hora bastó para ver al ARA General Belgrano desaparecer en las profundidades del océano.

La balsa a la Walter subió estaba pinchada, por suerte un vote los pudo trasladar a otra balsa vacía, donde comenzó el duro naufragio que duró mas de 24 horas, el frio, el miedo y la incertidumbre se apoderaron de ellos en la noche tormentosa.

“Por suerte este fuimos rescatados por un buque argentino y llevados Ushuaia y ahí después de ahí nos llevaron hasta el Hospital Naval”, dijo y agregó, “estuve internado 24 días, con principio de congelamiento en mis dos piernas y una herida cortante en una de ellas”.

Walter no dejó de ser agradecido por la vida después de estar tan cerca de la muerte, “es un momento que lo tengo muy grabado en mi mente y evidentemente no era mi destino quedarme ahí”. Sin embargo, es un claro ejemplo de que no es un logro personal, que no se pude salir solo de algo así, “lo he sabido llevar junto a mi familia gracias a mis hijos, es fundamental”.

“De aquel entonces que me veo con amigos porque coseché muchos en la Marina”, recuerda con cariño a un sanjuanino, José Esteban Lucero, que quedó en el mar con el que alquilaban un departamento con otro compañero de Villa Mercedes de San Luis.  “Es uno de nuestros héroes del crucero”, y tampoco se olvida de los que quedaron, los que pasaron por la misma, “con mis compañeros este tenemos un día ya para para encontrarnos y vernos y conversar, hace años que estamos reunidos en un grupo”.

Luego de haber estado negado por mucho tiempo, Walter conoció la Perla Austral en el año 2020 momentos previos a la pandemia, “recapacité y quise conocer el lugar este donde muchos compañeros argentinos, muchos patriotas fueron y fue un momento muy importante, un clic en mi vida, saber este dónde se realizó la batalla donde estuvieron nuestros soldados”.

Hoy, a 41 años de uno de los momentos más duros en la historia de la Argentina, la tinta sobre la piel recuerda a los caídos, “el tatuaje que tengo me lo hice en honor a los 323 héroes, tenía que de alguna forma mis sentimientos llevarlos marcados, más allá que lo llevo en mi corazón decidí tatuármelo y estoy muy orgulloso de él”, finalizó.