Matheryn Naovaratpong tenía dos años y dos meses cuando no despertó más; era la mañana del 19 de abril del 2014. Fue llevada de urgencia al hospital en Bangkok, donde los doctores descubrieron un tumor de 11 centímetros en el hemisferio izquierdo de su cerebro. Matheryn (a quien su familia llamaba Einz) tenía ependimoblastoma, una extraña forma de cáncer que afecta a los más jóvenes. El pronóstico era sumamente sombrío: la tasa de supervivencia más alta es de 30% a los cinco años. Einz había caído en coma. En esa primera cirugía los doctores extrajeron el tumor e hicieron un orificio en el cráneo de Einz para aliviar la presión.

Cuando terminó el procedimiento le dijeron a sus padres, los cuales son científicos con doctorado, que ella probablemente nunca despertaría. Incluso si lo hiciera, dijeron, el cáncer era incurable. El consejo del hospital fue que sacaran a Matheryn del soporte vital básico. "Pero en una semana", me dijo el Dr. Sahatorn Naovaratpong por email, "Einz despertó y recuperó el conocimiento, respondió a la estimulación y sorprendió a todos. Einz representa el valor de la vida". Sahatorn es el padre de Matheryn (hablamos vía email a través de su hermana Dararat, quien tradujo los mensajes). Esto inspiró a la familia a intentar un tratamiento.

"Decidimos luchar contra el cáncer" me dijo Sahatorn. "Puede que no lo venzamos, pero su vida puede servir para dar un paso más allá y que la humanidad le gane al cáncer en el futuro". Durante el año siguiente, la pequeña de dos años recibió 12 cirugías al cerebro, 20 tratamientos de quimioterapia y 20 sesiones de radioterapia. Einz perdió el 80 por ciento del lado izquierdo del cerebro, paralizando el lado derecho de su cuerpo. Hubo momentos de gran esperanza y agudo dolor; Sahatorn describe el periodo como una montaña rusa emocional.