Ivan Zabrodski nació con una cámara bajo el brazo, pero sobretodo con la creatividad para a través de la lente captar las imágenes más impactante del arte de nuestra provincia. En plena actividad artística, pasó por Benditos Artistas Nuestros para someterse ante las preguntas de David Gardiol. Él, como artista todo terreno esta vez se puso el traje de entrevistador. Disfrutá de la entrevista completa.

David Gardiol: ¿Cómo empieza tu amor por la fotografía?

Iván Zabrodski: Es muy loco, todavía no lo defino. Mi viejo era fotógrafo y pintaba, hacía muchas cosas vinculadas con las artes visuales y de repente aprendí. Desde muy chico  ya metía los deditos en los químicos donde revelaban los negativos y crecí con eso. Terminado el secundario, migré para estudiar afuera y me fui como una cámara de casa. Empecé sacando fotos para mí, jugando. Después se volvió un medio de vida, yo seguí haciendo mis fotos y eso fue fundamental. No sé en qué momento elegí la fotografía, o si la fotografía me eligió a mí, pero estoy contento con eso.

D.G: Hace poco presentaste una muestra, ¿cómo fue esa experiencia?

I.S: Sí, es la primera muestra en San Juan que hago solo. Fue muy loco, un evento muy movilizante en lo personal. Los chicos de Retama Arte, que es una galería de arte con varios puntos en la provincia donde exponen pinturas, son mis amigos y me agitaron mucho para que haga la muestra. Decidí hacerla y quedó muy bonita. Estoy contento con el resultado.

D.G: ¿Tiene una temática en particular?

I.S: Es todo danza y figura humana. Hay algunos desnudos, muy tranquilos, muy disimulados. Básicamente lo que vengo trabajando hace casi diez años. En paralelo a eso, he seguido haciendo paisajes y microfotografía con semillas y cosas por el estilo. En algún momento armaré algo con eso.

D.G: ¿Cómo fue la experiencia de mostrarte, de hacer una muestra, de juntar todo tu trabajo?

I.S: Me gustó y me generó estrés, pero un estrés placentero. Fue extraño. Había momentos en los que  estaba eufórico porque faltaba esto, faltaba lo otro, pero lo disfruté y no me arrepiento, incluso lo volvería a hacer. Agradezco mucho a mis amigos que me empujaron a hacerlo.

D.G ¿Cómo es tu metodología de trabajo como fotógrafo?

I.S: Elijo temas que me gustan. Por ejemplo, algo que hice siempre fue juntar semillas, plumas, hojitas secas. De repente, un día me di cuenta y pensé “si esto me moviliza en los personal, pasémoslo a la fotografía”. Con la figura humana me pasó igual, veía  fotos, las analizaba y estudiaba. Empecé con desnudo clásico y después descubrí la estética de los bailarines. Seguí con las fotos de danza y, de vez en cuando entre las fotos de danza, salen algunos desnudos muy disimulados, porque me parece algo sumamente bello. Básicamente fotografío la figura humana, que es en lo que se ha inspirado el artista visual durante siglos.

D.G: ¿Cómo es el trabajo con los bailarines? ¿Qué es lo que te interpela del mundo de la danza?

I.S: No podría armar una estructura de eso, son emociones. Sí hay una estructura técnica, es decir, pienso en usar cierto tipo de luces, un tipo de fondo, en el vestuario. Llega el modelo, el bailarín o la bailarina, y charlamos sobre el vestuario, si les gusta o se sienten cómodos o no, etcétera. Acomodo lo técnico primero y después dejo que fluya. Yo digo que es juntarse a  tomar mate, o sea, cero estrés, cero ambiente de producción grande, de mucha gente y mucho ruido. Es todo cariño: ellos por la danza y yo  por la fotografía.

D.G: ¿Todo eso lo haces en un estudio?

I.S: Sí, tengo un estudio chiquito pero está muy equipado, a mi modo, claro. Hay cosas compradas y cosas caseras, muchas cosas caseras porque no hay plata (risas). Hay ciertas actividades que se hacen con el corazón y no con el bolsillo. El bolsillo generalmente termina exprimido, pobrecito, pero es la manera en la que uno es feliz. A mis amigos les digo que no junto plata para irme de viaje al Caribe, yo junto plata para comprar equipo, eso es lo que me moviliza.

D.G: ¿Hay alguna cámara con la que tengas un vínculo emocional?

I.S: Antes sí me pasaba, ahora me da lo mismo, no soy “fierrero” como dicen en la jerga. Tengo una cámara Nikon super desactualizada, hace 8 o 10 años que dejó de fabricarse pero me ofrece la calidad suficiente para responder a pedidos de acá del extranjero. Tiene las cualidades técnicas necesarias para responder a cualquier encargo, pero no es la más cara ni la más sofisticada. Yo creo que he invertido más en el equipo de iluminación que en el equipo fotográfico. Con la luz genero atmósfera, textura, ambiente, le doy personalidad a la foto.

 D.G: ¿Qué le dirías a un chico/a que quiera empezar con la fotografía?

I.S: Les diría que se diviertan y que no corran atrás del dinero, porque el dinero después aparece solo. En el momento que elegí ser fotógrafo, yo sabía que no iba a tener un  Mercedes estacionado en la puerta. O quizás sí, a veces soy pesimista, pero no era mi aspiración, lo hacía porque me gustaba. Les recomendaría que le metan para adelante con el corazón. Si lo hacen por la plata van a sufrir, quizás logren lo que quieran, pero va a ser un camino de sufrimiento. Es lo que me pasó a mí, es como lo veo.

D.G: ¿Qué sentís que le aporta San Juan a tu fotografía? Como lugar, como sociedad, como paisaje…

I.S: Es muy buena esa pregunta. Yo creo que le aporta una dosis de melancolía. Quizás se me ha pegado esa melancolía de las tonadas o del ruido de los sauces cuando estás debajo de un río tomando mate, o andando a caballo por alguna quebrada. Creo que San Juan es un desierto melancólico,  pero que al mismo tiempo es una melancolía optimista, porque es emotiva, porque te pone bien. Al menos a mí me genera eso. Evidentemente aportó mucho a mi trabajo. Fue fuertísima la impresión que me causó el desierto cuando trabajé en Ischigualasto. Ahí vi el desierto crudo. Fueron 30, 40 días viviendo en una carpa con la gente del Museo de Ciencias Naturales. Fue movilizante y emocionante.

D.G: Te dedicaste solo a sacar fotos.

I.S: Sí, era levantarse a la 6 de la mañana, armar el mate, meter las cámaras en la mochila, salir y volver después que después de que cayera el sol.

D.G: ¿Quién te apoyó cuando decidiste dedicarte a la fotografía?

I.S: Lo hicieron personas que no tienen idea que lo hicieron, con su cariño, con estar, con la admiración que me mostraban por mi laburo en su momento. Mis amigos, mi hermana, mi viejo cuando estaba, ellos nunca se enteraron el apoyo que me dieron desde lo fotográfico, pero fue muy grande el apoyo afectivo, que es el que te ayuda en todo. Yo siempre fui sumamente crítico de mi trabajo, aún lo soy, y me sirvió el apoyo. Tengo la teoría de que vamos cambiando, lo que hoy te parece fantástico y te emociona mañana pensas que está obsoleto. No creo que eso sea malo, en todas las artes pasa lo mismo. Vamos evolucionando.

D.G: ¿Qué pensas que te queda por desarrollar ahora?

I.S: Vivo al día. Cuando quiero hacer algo, si lo puedo hacer, lo hago. No tengo grandes proyectos para no generar estrés. Si algo no se puede hacer, agarramos por otro lado. Tengo una política de cero estrés.

D.G: ¿Esa política alguna vez te abrió puertas a algo que no te esperabas?

I.S: Sí. Yo tengo la teoría de que cada actividad que uno desarrolla, en cualquier ámbito, son como semillas que uno tira al cosmos. No sabes dónde van a germinar, pero terminan germinando en algún lado. En mi vida creo que hice eso, y las semillas siempre brotan y abren puertas. Siempre me han sorprendido las puertas que se  han abierto porque no me las esperaba, trabajos afuera, editoriales importantes con la que he trabajado, todo eso desde lo laboral. Desde lo artístico siempre estoy pensando en la persona que va a ver la foto. Creo que la foto se completa cuando el observador se emociona. Aunque sea sólo una persona, es suficiente.

D.G: ¿Qué te gustaría decirle a la gente?

I.S: Me gustaría  agradecerle a la gente que ha estado siempre y agradecer la suerte que tuve de haber nacido donde nací, de tener los viejos que tuve.  Yo creo que la vida es como un dominó y que la primera pieza que cae es suerte, que representa la casa donde naces, los padres que te crían y lo que te enseñan. Partimos de un chispazo de suerte. También agradecerle a San Juan, porque después de vivir casi doce años en Mar del Plata, cuando volví me abrió las puertas a pesar de que me fui odiando el calor y el viento Zonda. Volví, me enamoré de eso y ya me quedé.