(INFOBAE) La postal era envidiable. Miles de argentinos (jóvenes, familias con niños y adultos mayores) homenajeaban en el Obelisco a la Selección pese a la derrota ante Alemania en la final del Mundial Brasil 2014. Celebraban que el conjunto de Sabella dejó todo en la cancha y les devolvió la alegría después de 24 años de penumbras. No importaba no haber conseguido traer la tan ansiada Copa del Mundo. La actuación de la Albiceleste les significaba un gran orgullo y valía la pena honrar por ello.

De pronto, ese escenario de fiesta y algarabía que transcurría en paz terminaba de forma abrupta y se opacaba por culpa de un grupo de violentos que decidió provocar durante casi tres horas una batalla campal y arruinar por completo los festejos.

La gran mayoría de las personas que se reunieron en el Obelisco se dispersaron y las familias con niños intentaron refugiarse en restaurantes o ingresar a los lobby de los hoteles de la zona para protegerse del efecto de las bombas lacrimógenas.

Como resultado de los disturbios, al menos 55 personas terminaron heridas, otras 70 fueron detenidas y numerosos comercios quedaron destrozados.

A la par, varios móviles de televisión fueron agredidos, así como ambulancias del SAME que intentaban llegar a la zona para atender a los lesionados mientras que un reportero gráfico sufrió el robo de su cámara fotográfica a causa de los vándalos, que también rompieron los acrílicos de las estaciones del Metrobus.

Los desmanes no terminaron ahí. Los violentos se trasladaron por la avenida Corrientes y apedrearon el Teatro Broadway, robaron locales linderos e hicieron numerosas barricadas donde prendieron fuego tachos de basura.

Los ataques a sedes bancarias, bares, teatros y otros comercios ubicados en el microcentro proteño se dieron luego de que la Guardia de Infantería junto con la Policía Federal despejara la zona del Obelisco, con camiones hidrantes, balas de goma y gases lacrimógenos.

Al menos 15 efectivos resultaron heridos a causa de las botellas, palos y cascotes con que el grupo de atacantes resistió el avance policial, mientras el número de lesionados entre los manifestantes ascendía a siete, alrededor de las 23, según comentaba el titular del SAME, Alberto Crescenti. A la madrugada se informó que hubo un total de 55 lesionados, todos trasladados a dos hospitales de la Ciudad.

La Infantería y otros agentes de la Federal detuvieron a cerca de 40 inadaptados, que actuaron en su mayoría con capuchas y remeras en la cabeza para proteger sus rostros, armados con palos, botellas y piedras.

Los incidentes comenzaron poco antes de las 22 cuando un grupo atacó un móvil televisivo de la señal TN, donde arrancó una de las antenas del techo, lo que generó que los trabajadores abandonaran el vehículo.

En tanto, los dos móviles del canal C5N fueron agredidos y obligados a replegarse, impidiendo el desarrollo de la transmisión en vivo desde el lugar de los incidentes.

Cuando las formaciones policiales comenzaron a avanzar por las adyacencias de la Plaza de la República, los manifestantes resistieron con palos, piedras y botellazos, lo que generó corridas desde Carlos Pellegrini hacia la calle Cerrito, por avenida Corrientes.

Los agresores rompieron baldosas de la Plaza de la República para atacar a los efectivos de la Policía Federal, que avanzaron con camiones y motos, mientras los gases lacrimógenos afectaron también a familias que estaban festejando sin ocasionar disturbios.

También se produjeron incendios en distintos puntos de las adyacencias del Obelisco, sobre todo de los tachos de basura dispuestos por el gobierno porteño, que lucieron incinerados y dados vuelta en gran número.

Por su parte, la Policía Metropolitana llegó con decenas de móviles y efectivos recién pasadas las 23 y contribuyeron a dispersar a los últimos revoltosos. A la medianoche, ya habían sido controlados y se producían las últimas detenciones, mientras se estaba iniciando la recolección de la basura y los restos de los daños, dispersos por toda el área.

Otro escenario, otro clima, otras personas

Al contrario de lo que pudiese imaginarse de una derrota en una final de Copa del Mundo, los hinchas argentinos aplaudieron tan pronto terminó el partido, muchos lloraron y luego un ambiente de fiesta empezó a sentirse en toda la Capital Federal y varias provincias.

Sin críticas ni reproches, las frases más comunes eran "gracias por hacernos soñar", "orgullosos de ustedes como verdaderos guerreros" y "los esperamos héroes".

"Jugaron como los mejores, debimos ganar. Ahora siento mucha tristeza", dijo Joel Miranda, 17 años, que se había reunido con otros miles de compatriotas a ver el partido en una pantalla gigante en la plaza San Martín, en el centro de Buenos Aires.

En la misma plaza, con la camiseta albiceleste en el pecho y lágrimas en los ojos, Matías Basualdo, de 20 años, se sentía embargado por una idéntica pena: "Siento una enorme tristeza. Realmente pensé que podían ganar. Faltó solo el gol y tengo mucha bronca (enojo) por el penal que no nos cobraron". Junto a él, la joven Soledad Candelas, de 19 años, se lamentaba por el resultado: "Tenía la ilusión de ver a Argentina campeón por primera vez en mi vida".

"Jugaron de primera. Me siento muy orgulloso", afirmó Horacio Laseira, de 53 años.

Muchos hacían estallar petardos y algunos arrojaban al cielo bengalas de color celeste. Otros hacían sonar sus tambores en son de festejo, mientras las bebidas alcohólicas calentaban la noche del invierno porteño. "Soy argentino, es un sentimiento, no puedo parar", cantaba la multitud.

Los hinchas manifestaban su dolor por el resultado y su orgullo por la tarea cumplida en idénticas dosis. Algunos lamentaban que Lionel Messi no brillara a la altura de sus expectativas. "El mejor jugador del mundo no estuvo hoy en su mejor día del mundo", dijo el periodista Nelson Castro.

A pesar del clima de festejo, en el Obelisco no faltaban las voces de decepción sobre Messi. Eduardo Rodríguez, jugador de fútbol sala de 33 años acompañado de su hijo y con una pelota bajo el brazo, dijo: "La gente está agradecida por lo que hicieron estos 11 guerreros. Pero a Messi la falta corazón. Está varios escalones por debajo de Diego (Maradona)".

Rosalía Álvarez, de 42 años, coincidió en ese punto: "Messi no se ilumina. No sé por qué no llega. Quizás no puede con la presión".

La Argentina disputó su primera final de un Mundial en 24 años. Las dos últimas veces que jugó el partido por el campeonato enfrentó a Alemania: perdió en 1990 en Roma, y ganó en 1986 en Ciudad de México, en ambas ocasiones con Maradona como su figura.