Puede resultar sorprendente que, en el mismo momento en que los formatos de reproducción física de música tienden a retraerse, se produzca un boom de los libros de música, mercado que hasta hace unos años era inexistente en nuestro país.

Solo hoy, gracias a la revolución digital, tenemos idea de la enorme cantidad de música que se genera cada día. La nueva conciencia de lo inabarcable de las prácticas musicales hizo que muchos se refugiaran en interpretaciones de un pasado que consideran (a veces equivocadamente) más aprehensible que el magma diverso tan propio de la música de estos días. Estrellas de rock convertidas en leyendas, fanáticos en trance con sus ídolos, ensayos sobre discos puntuales de nuestro rock o memorias, hoy todo entra en la canasta.

Mercedes Mayol, directora comercial de la editorial española Malpaso (que opera en la Argentina) sugiere que la literatura sobre rock (o lit-rock) es una tendencia en ascenso. “Hace cerca de cinco años que trabajamos en la Argentina y es sorprendente la cantidad de interesados por nuestro catálogo de música. Todo se disparó en 2015 con la edición de la biografía de Johnny Ramone, que vendió cerca de diez mil ejemplares”.

La editorial tiene un catálogo de lujo que incluye a figuras como Morrissey, Van Morrison, Neil Young, Frank Zappa, Elvis Costello y Paul McCartney, factoría de Philip Norman (un especialista que hizo lo propio con Rolling Stones, Elton John, Buddy Holly, John Lennon y Mick Jagger). “Nuestros libros son long-sellers, perduran en el tiempo, son además objetos de colección que, para cuidarlos, incluyen su edición en e-book”, señala Mayol.

En la era digital, donde todo parece circular por canales intangibles, el auge de este tipo de ediciones parece prevenir que el objeto fetiche -que en otros tiempos podía ser el casete con cinta de cromo, el láser disc o el disco de vinilo- aún es parte importante de la cultura del rock. Los libros de música, además, prometen un orden -un ordenamiento, si no se quiere ser tan estricto- de la información que el mar de sitios sobre música ya no puede ofrecer. Es cierto: en algún momento no va a haber donde buscar. Ahí se escribirán libros sobre bandas y artistas que todavía no existen. O habrá que esperar que algo suceda. Así lo resume Matías Reck, editor de Milena Caserola (sic), que publicóLuca no murió, del poeta noctámbulo Merluza, y Música de manos vacías, de Isaac Castro, sobre el regreso a los escenarios, el año pasado, de Los Caballeros de la Quema: “La literatura de rock anuncia la muerte del rock. Cuando algo se vuelve objeto, pierde vitalidad, se muere. El objeto-libro es la lápida sobre el que se escribe su epitafio”.

Acorde a la nueva escena, no resulta alocada la edición local de un libro comoVendiendo Inglaterra por una libra (Gourmet Musical, 2014), de Norberto Cambiasso, cuyo título juega con la (mala) traducción que se hizo al español del álbum de GenesisSelling England by the Pound. Trata la historia social del desarrollo del rock progresivo británico que, dato revelador, no tiene antecedentes en el Reino Unido. Es el primer tomo de una ambiciosa trilogía de edición nacional que aborda desde una perspectiva analítica la historia social del rock británico. “Hay que reconocer (y aplaudir) las iniciativas de editoriales autónomas como Gourmet y Caja Negra que, en buena medida inauguraron un espacio para los libros de (sobre) música”, apunta el autor.

Gourmet dispone de un catálogo ecléctico, con un importante número de ediciones dedicadas al jazz, el tango, el folclore, la música clásica y el rock. El hombre detrás del proyecto es Leandro Donozo, que inauguró la editorial en 2006 publicando uno propio. “Vengo del campo de la investigación y la musicología y había diseñado un diccionario bibliográfico de la música argentina, desde el siglo XIX hasta la actualidad. No había un circuito que pudiera editarlo. Tampoco había a quién consultarle. El proyecto me brindó, sin que yo lo hubiera planeado así, un estudio de mercado. Así fundé Gourmet Musical y publico material con la perspectiva de lector: qué tipo de libro me gusta a mí leer sobre música. Más allá de lo que se escriba, la editorial tiene la voluntad de comunicación de la literatura: un acto que agrupa a los lectores de la universidad con los se llevan libros a la playa”.

Según Donozo, lo que existía hasta principios de 2000 eran libros muy periodísticos, muy académicos o biografías oficiales que “terminan siendo gacetillas bien escritas, dictadas por las celebridades que interponen su mirada dictando de afuera”. Desde 2006, año en que publicó su diccionario, el catálogo sumó cincuenta títulos. El más llamativo resulta Esta noche toca Charly (1956-1993), de Roque Di Pietro (2017): un viaje interior a los shows (y los secretos) de Charly García con nada menos que ¡600 páginas! La editorial tiene, en diferentes etapas de realización, un libro sobre la historia de los Ramones en la Argentina, otros sobre Leonard Cohen y Led Zeppelin, y uno sobre la música en el conurbano bonaerense que lleva la firma de Leonardo Oyola, autor de la excelente novela Kryptonita.

Di Pietro, quien promete un segundo volumen sobre García para 2020, es a su vez director de Vademécum, una editorial que hurga exclusivamente en la producción de discos destacados de rock argentino. Publicó No bombardeen Barrio Norte. Yendo de la cama al living (Martín Zariello, 2016), dedicado al primer disco solista de Charly, yTigres en la lluvia. La aventura de Invisible en El Jardín de los Presentes (Martín Graziano, 2017), el mejor libro escrito sobre Luis Alberto Spinetta junto a Crónicas e iluminaciones, de Eduardo Berti.

Se escribieron más de media docena de libros sobre el Flaco, pero el de Graziano por ahora es insuperable. La investigación, rigurosa al detalle, no deja espacio a la protesta a los fanáticos de Spinetta, clan obsesivo dentro de la cultura rock. Pero lo que más sorprende es cómo la concepción del último álbum de Invisible se transforma en una novela fascinante en el fatídico 1976, año del golpe militar. El relato de la transformación del grupo (con la figura de Tomás Gubitsch como chivo expiatorio de la disolución o la tensión con Borges y Piazzolla como fantasmas reales) ubica a Tigres en la lluvia en un territorio poco explorado dentro de la literatura de rock y resulta tan hipnótico como El camino de los sueños, la película de David Lynch.

Este año, Vademécum lanzará dos libros nuevos: Cuerpos de nadie. Don Cornelio y una historia de los 80, de Santiago Segura (sobre los dos LP de Don Cornelio y la Zona) y Uniendo fisuras, de Diego Giordano, anclado en Signos, tercer álbum de estudio de Soda Stereo.

LLENA TU CABEZA DE ROCK

Del mismo modo que existe una literatura jazzística como la de los beatniks o una literatura minimalista o conceptual, para Ezequiel Fanego, cofundador y editor de Caja Negra, los libros de música deben convivir con otros para que tomen más vuelo. “Esa intertextualidad se nos presentó como un capricho. Nos interesó jugar con eso, sorprender y encontrar conexiones inesperadas, por ejemplo, entre un libro de William Burroughs en el que habla de la palabra como un virus y un libro sobre postpunk. Con el tiempo nos dimos cuenta de que lo que hace es resignificar: un libro puede adquirir un sentido nuevo por estar junto a otro en una colección, como si cada libro tuviera la capacidad de echar luz sobre los otros”.

En un momento en el que el rock parece haber perdido predominio frente a otros géneros (como el reggaetón, por ejemplo), estos libros permiten al lector rockero vivir un tiempo en una burbuja en la que saber cómo se grabó la línea de bajo de una canción emblemática es tan importante como el aire que respiramos. Si el presente musical estalla en miles de fragmentos que parecen escapársenos de las manos (y de nuestro limitado entendimiento), los libros de rock los recogen para rearmar un mundo nuevo.

“No es una evolución que me agrade, pero parece correlativa a la crisis de las revistas en papel, que sufren al igual que el disco físico y no se han beneficiado para nada del boom del mercado de libros de música. Creo que en los últimos años se descubrió la existencia de un mercado, que puede ser chico, mediano o grande, pero que existe y es el de los fans de la cultura rock”, señala Martín Zariello, que en breve sumará otro capítulo a la causa, un recorte arbitrario del rock argentino del año 1988, sobresaliente para varias de sus figuras. Fito Páez editó Ey!; Soda Stereo, Doble vida; Andrés Calamaro, Por mirarte; Spinetta, Téster de violencia, y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Un baión para el ojo idiota.

Aunque la editorial Planeta en la década de los 90 editó material sobre rock, hubo un libro que demandó los cuidados de una fiesta de quince años. Fue Pappo. El hombre suburbano, de Sergio Marchi (2011). Elegir la foto de tapa llevó innumerables discusiones que sobrepasaban a la editorial y se extendían a las cenas con los amigos. “¿A qué Pappo poníamos? ¿Al del 72? ¿Al que usaba bigotes? ¿Al último Pappo?”, levanta la voz Mariano Valerio -editor del grupo- como si aquello estuviera sucediendo ahora mismo. El libro vendió cerca de 20 mil copias (un buen número para la categoría) y ocupa junto a Libertad: divino tesoro (el libro sobre Sumo del periodista Oscar Jalil) y Virus, de Marcelo Moura (uno de los miembros fundadores de la mítica banda de La Plata) lo más alto en ventas del género.

Nacho Iraola, director de Planeta, señala la obsesión que se había plantado en las editoriales mainstream antes de El hombre suburbano. “Existía el prejuicio de que no vendían. Pero lo que pasó fue lo mismo que sucedió con los libros sobre deportistas: se hacían con poca calidad. Eran libros hechos con papel barato y malas fotos, como si al que lee rock no le interesara nada del objeto. Pensamos que había un espacio para cubrir y lo repensamos a partir de la biografía de Keith Richards [su primera edición fue en 2010; este año fue reeditada por Planeta con nueva traducción]. Ese era el modelo a seguir. Narrar buenas anécdotas para un público nostálgico y uno nuevo. Con ese eje pensamos los libros de Zorrito Von Quintiero, de Gillespi, Diego Frenkel y Willy Crook, que ahora leen desde jóvenes inquietos de veinte a cincuentones como nosotros. Todos, con el afán de atesorar las vivencias de los músicos con los que crecimos”.

Por supuesto, Random House Mondadori tiene su catálogo, que se renovó recientemente con títulos como Rec & roll, de Mario Breuer, Mientras otros duermen, de Fernando Samalea, Mi banda sonora, de Litto Nebbia, y la reedición de un libro colado en el género: Sandro, el fuego eterno, de Mariano del Mazo. “El rock es estructural de la cultura argentina -opina Ana Laura Pérez, editora de RHM-. Cuando esas memorias o biografías están escritas por autores inteligentes, combinan el relato de circunstancias vitales extremas (de creación, drogas, alcohol, represión y sexo) con momentos muy particulares de la historia nacional. Suelen ser textos hipnóticos que se leen como palimpsestos: a medida que se los gira, las piezas conjugan escenas diferentes siempre atractivas en las que el lector inserta sus propios recuerdos y afectos. Tiene el efecto de esas obras de arte de metal bruñido que reflejan la imagen de quien lo observa, integrándolo a la obra”.

CLÁSICOS PARA LA BIBLIOTECA

  • Awopbopaloobop Alopbamboom, de Nik Cohn (1970). El final de una era de pop que era inteligente y simple a la vez. Olfateó la pretensión en el aire mientras el pop se convertía en rock.
  • ¡Agarrate! Testimonios de la música joven en Argentina (1970), de Juan C. Kreimer. La primera piedra que arrojó la lit-rock local.
  • England’s Dreaming. Los Sex-Pistols y el punk rock, de Jon Savage (1991). El texto más importante sobre el punk, al menos desde la vertiente inglesa.
  • Por favor, mátame, de Legs McNeil y Gillian McCain (1996). La historia coral del punk-rock de Nueva York que explica mejor que nadie la leyenda arty de una patada rockera.
  • Revolución en la mente, de Ian MacDonald (1997). Análisis crítico de la discografía beatle que antes de la aparición del libro de MacDonald parecía sagrada.

Fuente: Clarín