Luis Carranza en exclusiva comentó como fue la creación de su último libro
El escritor de la novela 'Los extraños de mayo' charló con Diario 13 sobre los secretos mejores guardados sobre su reciente obra.
Luis Carranza Torres vuelve a la literatura con una novela histórica llena de revolución, amor y buena música. Con un contexto complicado como lo fue la revolución de mayo en Francia, un argentino llega con sus ganas de aprender, pero se lleva toda una experiencia diferente. Es así como el autor cuenta los mayores secretos de su nueva obra en exclusiva para Diario 13.
Luis es creador de Los extraños de mayo. Una novela llena de espíritu joven y revolucionario. La misma es protagonizada por Alan quien atraviesa un cruel momento en Argentina que lo lleva a viajar a la tierra natal de su madre. Allí se redescubre, ama y conoce secretos que jamás imaginó de su familia.
Con datos fehacientes de la época, el autor lleva detalles históricos, pero de un modo interesante que atrapa al lector desde la página uno. A ello le suma un romance de tira y afloje, pero que está marcado por las este momento histórico que lleva a los jóvenes franceses a manifestarse por sus valores y principios.
Tu trayectoria literaria te llevó por muchos caminos ¿Cómo llegaste a esta historia con tintes de romance histórico?
El Mayo Francés fue un acontecimiento de la historia del que siempre me atrajo leer. Pero no fue sino hasta hace poco, con motivo de los cincuenta años de tales sucesos, que empecé a pensar en escribir al respecto en clave literaria y desde la ficción. Ese año, 2018, al ir a la Feria del Libro de Buenos Aires, noté que no había en todo el material alusivo, ninguna novela como tampoco obras que se centraran en el impacto que tuvieron en las personas de a pie esos acontecimientos, más allá de algunos reportajes en revistas. Así que me puse a investigar para escribir al respecto, desde la óptica de esa mirada casi íntima de las personas comunes que toman parte de eventos extraordinarios.
Los Extraños de Mayor, la novela publicada, es la tercera versión de esa historia que tiene en sus orígenes unos cinco años o más. En la primera redacción, ni Adèle ni Alan existían y era la relación entre una revolucionaria de ala dura con un infiltrado de la policía. La segunda, fue poner en ese contexto a los personajes de Adèle y Alan y ver cómo funcionaban. De allí surgió una relación bastante heterodoxa entre dos jóvenes en un tiempo de agitación, pero fundamentalmente centrada en las fricciones. El tránsito a la tercera versión fue hacerles adquirir profundidad psicológica, darles una personalidad y explicar por qué hacían lo que hacían. Fue también cuando toda una constelación de personajes secundarios y de hechos históricos hicieron su aparición.
Allí fue donde terminé por alcanzar lo que buscaba: una historia conflictiva entre seres conflictuados, en una época agitada. Quería que la trama fuera muy emocional, que hiciera vibrar al lector en todo el espectro de emociones: amor, odio, esperanza, desilusión, y hasta el humor.
¿ Sos de generar amplias investigaciones a la hora de crear? ¿Te fue complicado en esta obra?
Trato de estar lo más documentado posible, no sólo sobre los hechos principales que sucedieron, sino también respecto al contexto cultural que se dieron. Qué comían, cómo se vestían, qué pensaban las personas de ese tiempo tiene para mí tanto peso como los hechos de la historia que pasan a los libros del ramo.
Arturo Pérez-Reverte dice que la etapa de documentación es la más atrayente y tiene algo de razón en eso.
Es la que más tiempo lleva en el proceso de creación de la novela y por lo general no es lineal, sino que está llena de meandros, que alterna oasis de información con el tránsito por áridos desiertos, huérfanos de todo dato.
Los Extraños de Mayo no fue la excepción. Sobre las protestas de Mayo de 1968 en Francia hay mucho publicado, desde diversas ópticas: histórico, sociológico, político, pero en casi todos los casos a nivel general. Yo buscaba la historia del día a día en las personas que tomaron parte como uno más. No me interesaba tanto el muro como los distintos ladrillos de ese muro, parafraseando a Pink Floyd en The Wall. Tras mucho buscar, llegué al diario de una joven española que de turista pasó a integrante de las protestas y que consignó detalles muy interesantes como la forma en que tomaron el Odeón o cómo era la organización interna de los estudiantes, lo que se hablaba, los rumores que se escuchaban y hasta los grafitis en las paredes.
También di sin proponérmelo con los documentos de los servicios secretos franceses de la época, muy detallados respecto del movimiento. Una radiografía por dentro que, por una parte, me ayudó a escribir la trama con muchos datos de color y, por la otra, me demostró que esa creencia entre quienes protestaban de estar infiltrados por la policía era cierta.
Una vez que tuve una base documental suficiente, el resto se escribió solo, aunque con mucha reescritura en algunas partes. Adele y Alan, sus idas y sus vueltas, también fueron un escribir y modificar, suprimir, agregar, pero siempre fluían, aunque no en el mismo sentido en todas las oportunidades. Se ve qué personajes complejos tienen una escritura igualmente compleja.
Adèle es genial ¿Qué te inspiró su personaje?
Muchas gracias. Varias cosas llevaron a ella. Que una persona pueda hacer lo que le venga en gana, es algo que en un mundo gobernado, más o menos abiertamente por mandatos sociales, es algo atrayente. Y más, si generalmente se sale con la suya. Esas fueron las ideas que confluyeron para darle forma con esas condiciones, con sus luces y sus sombras. Adèle dista de ser perfecta y ella es la primera en reconocerlo. También, teniendo muchas cosas a favor, siempre tiende a posar la mirada en lo que le falta. Son elementos que vemos en mucha gente y que se fueron reuniendo en torno de ella.
Ese fue el aspecto psicológico, el carácter con que fue pensado el personaje. Faltaba ponerle un cuerpo y un rostro. Entonces, de casualidad, vi un filme francés, “Jeune & Jolie” (Joven y Bonita) del director François Ozon. Fue la primera vez que actuó la que pasaría a ser una de mis actrices galas favoritas: Marine Vacth. Al verla, sobre todo en la parte que está en una fiesta y se encuentra con un joven y empiezan a charlar, supe que tenía la imagen de Adèle. Y no sólo a ella. También ese joven fue la génesis de lo que después resultaría ser Alan. Aunque por entonces, ni nombre tuvieran ninguno de los dos.
Hay mucha cultura e historia en tu novela, ¿esos hitos musicales, filosóficos y literarios fueron marcas en tu vida también?
Yo no viví los sesenta, pero cuanto empecé a documentarme sobre la música, loas películas y los ídolos de ese tiempo, lo que veía me parecía familiar, aunque cuando nunca habían sido parte de mi vida. Es que en cierta forma todos, especialmente cuando jóvenes, somos herederos de ese tiempo. Fue la primera vez que la juventud se instaló como tal en la cultura, distinguida de otros y con sello propio. No había antes de ellos una “cultura joven”. A partir de allí, se legitimó, por decirlo de alguna forma, que entre la niñez y la adultez hubiera un periodo de vida con rasgos propios, con sus propios gustos, códigos de vestimenta, su propia música y sus propios ídolos que eran tan jóvenes como ellos por lo general.
Por otra parte, es una época muy interesante. Francia vivía buenos tiempos, al menos en apariencia. Recuperada de la Segunda Guerra Mundial y desembarazada del peso de su imperio colonial, París era otra vez una fiesta y el país sido restablecida en su sitial de privilegio como referente de la cultura mundial. Es la época de pensadores como Sartre, Camus o Beauvoir, que aparecen en la novela. Por otra parte, La nouvelle vague se imponía en el cine con grandes de la cámara como François Truffaut, Jean-Luc Godard, Alain Resnais. Bridget Bardot, Catherine Deneuve o Anna Karina no solo eran actrices sino verdaderos íconos culturales, a un mismo tiempo aunque cada cual por sus cuestiones, como no se había visto antes.
En la universidad y fuera de ella, Barthes, y especialmente Lacan acaparaban todas las miradas. Había una apertura a pensar distinto, a explorar por fuera de lo ya dado. Por eso, no pude evitar la tentación de unir a Adèle con Sartre, o que fuera analizada por Lacan.
En cuanto a la música, las chicas Yé-yé dominaban la escena sin ser eclipsadas ni por los Beatles ni los Rolling Stones. France Gall, Sylvie Vartan, Chantal Goya o Françoise Hardy eran una novedad no menor. Se trataba del primer movimiento musical encabezado mayoritariamente por chicas, que hizo no poco por la emancipación de la mujer. Por primera vez las jóvenes de la época se vieron reflejadas en sus ídolos.
Todo eso fue algo muy atrayente de descubrir, aun cuando no forma parte de mi historia. Porque es, en cierto modo, una época en que se originan muchas cosas en la cultura que hoy vemos como normales.
¿Cómo combinas tu vida de docente, abogado y la profesión de escritor?
He tenido y tengo el privilegio de vivir haciendo lo que me gusta. Creo que más que senderos paralelos, son distintas facetas de lo mismo: esa curiosidad por descubrir la verdad de las cosas.
No hay por eso oposición entre ellas, sino que se retroalimentan. Aunque claro, compiten a veces en la distribución de los tiempos.
¿Le diste un toque argentino a la revolución con la frase reconocida de Sarmiento, como se te ocurrió?
El contexto de esa parte de la historia está tomado del diario de la española que te comenté, y la frase de por qué acaba el movimiento de protesta es real. “A la revolución la mató la gasolina”, escribí que había visto en una pared, en sus páginas finales. Me pareció un poco materialista, y pensé en contraponerla a otra. Las palabras de Sarmiento, me vinieron casi de inmediato a la cabeza. Tienen un sentido universal, de no rendirse, así como que las verdaderas luchas son las de las ideas y no las de la fuerza. Además, la había escrito en francés. Todo cuadraba a la perfección. De paso, me pude dar el gusto de contar algo que viví de chico en mi propia familia, muy de la época: las disputas intelectuales entre partidarios de Sarmiento y de Rosas. En eso Alan, como en general en sus gustos, como cuando recorre el Museo del Louvre tiene bastante del autor.
Alan y Adèle se posicionaron del lado de la revolución, ¿de qué lado estarías vos?
Probablemente cerca del padre de Adèle: tratando de acercar a los opuestos y de generar los puntos de encuentro que permitieran salir del enfrentamiento a una construcción de consenso. Aquellos que para los azules son rojos y para los rojos, azul. Gente que, de ordinario, arriesga mucho y no es raro que quede en el fuego cruzado de los dos bandos enfrentados. Pero tender puentes entre los distintos siempre me ha atraído mucho. Prefiero conversar antes que pelear, negociar antes que enfrentar. Ver en lo distinto del otro, aquello que me complementa y no algo que me separa. Creo en la racionalidad y sentido común humanos, en la evolución perfeccionadora antes que en las rupturas. Dentro y fuera de las letras.