Este viaje lo hicimos hace mucho tiempo y descubrimos una provincia maravillosa, así que vamos de a poco, acomódate en tu cómodo sillón, y lee tranquilo.

La Casa de la Independencia, “La Casita de Tucumán” es la más famosa de las construcciones de la provincia y fue construida en la época de las colonias, y fue acá en donde se firmó en 1816 el Acta de Independencia. Así que, siempre es lindo darse una vuelta por acá para conocer sus salones y sus reliquias, su inmenso jardín, su aljibe y sus esculturas.

Hace muchos años, ésta antigua casona que perteneció a la familia Laguna Bazán se encontraba destruida. Las lluvias y las características de los materiales de la construcción de la época colonial contribuyeron a un deterioro permanente, motivo por el cual el Gobierno Nacional la compró y comenzó tareas de acondicionamiento para instalar ahí las oficinas de Correos y Telégrafos Argentinos y las del Juzgado Federal. Para restaurarla, se encontró una vieja fotografía tomada en 1869 por un fotógrafo italiano,en donde retrató a su hijo junto al conductor de un carro que llevaba su laboratorio ambulante. Gracias a esta fotografía se pudo reconstruir el edificio que debido a su gran deterioro se decidió a demolerlo en su totalidad en el año 1904, dejando en pie solamente el Salón de la Jura protegido por un pequeño templo al que se accede atravesando un patio. En el interior se realizaron grandes cambios e incluso se demolieron las particulares columnas de la fachada para incorporar luego ventanas e incluso dos leones acostados en su frente.

En 1941, la Casa fue declarada Monumento Histórico Nacional y comenzó a recuperar sus aspecto original, aquel en donde el 9 de julio de 1816, veintinueve representantes de las Provincias Unidas en Sud América reunidos en Tucumán  declararon “a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”. Se había declarado la Independencia.

Tucumán es la tierra de grandes artistas, como Miguel Estrella, Los Tucu Tucu, Palito Ortega, el trio San Javier, Juan Falú, pero tal vez la más conocida de todos sea Mercedes Sosa, cuya voz cautivó al mundo.-

Un paseo por la provincia

Muy cerca de la ciudad, el cerro San Javier que se eleva en medio de la selva de yungas creando un paisaje ideal tanto para el turismo de aventura como para quienes buscan un tiempo de descanso. Para llegar desde San Miguel tenés que atravesar la pequeña ciudad de Yerba Buena y al transitar el camino, se ingresa en un paisaje de ensueño, con curvas pronunciadas que permiten apreciar la exuberante vegetación subtropical, lleno de helechos, nogales y lapachos.

El cerro tiene una altura de casi 1.900 metros y es un excelente lugar para tener las mejores vistas panorámicas de la ciudad y los diversos paisajes naturales que lo rodean. En sus laderas escarpadas y cubiertas de la húmeda selva se puede hacer cabalgatas, senderismo o parapente. En lo más alto del cerro, la villa veraniega de San Javier, que es ideal para descansar y disfrutar de numerosos atractivos, con una temperatura menor a la de la capital tucumana. Uno de los mayores atractivos del cerro San Javier es la escultura del Cristo Bendicente, obra del tucumano Juan Carlos Iramáin, que con una altura de 28 metros se convirtió en la cuarta estatua más alta del mundo de un Cristo, a 1.275 msnm.

Otro lugar muy bonito para conocer es Villa Nougués, que parece un sitio de otro país, con viejas casonas, una pequeña capilla y muy pocos habitantes la hacen un sitio único. Está a solo 25 kilómetros de la ciudad, enclavada entre cerros y selva y para llegar allí se transita un camino que parece de película. Esta villa nace en 1899 con la construcción de la casa de veraneo del ingeniero Luis Nougués, un industrial azucarero que gobernó Tucumán entre 1906 y 1909. Desde los primeros años de su creación, el lugar adquirió una magia y una mística que aún hoy se mantienen vigentes. La hostería local es la principal residencia de la villa y allí se encuentra también la piedra fundacional del pueblo colocada en 1903. El resto de las residencias que allí existen pertenecen a miembros de la familia o son de amigos, ya que en el pequeño poblado apenas viven 120 habitantes estables. La gruta de la Virgen de Lourdes, el puente colgante y la Capilla del Pueblo que fue inaugurada en 1904, son algunos de los puntos que debes visitar en la villa, y dada la altitud y el microclima paradisíaco, se encuentran especies de climas fríos como coníferosy de climas cálidos como las palmeras.

Ya que estás paseando, te recomiendo visitar el Monasterio de Cristo Rey en Siambón, un templo fundado en 1956 por los monjes benedictinos. Construido con materiales de la zona, el silencio en el monasterio se confunde con la tranquilidad y la paz del lugar. El lugar se encuentra a sólo 63 kilómetros de la capital tucumana y los monjes se dedican al cultivo de la tierra y a la fabricación de dulces, licores y productos regionales que no podes dejar de degustar.

También muy cerca de ahí está la localidad de Raco. Un lugar fantástico gracias a su vegetación, sus lomas, sus ríos cristalinos y las decenas de bosques que te invitarán a relajarte y olvidarte del trajín urbano en un clima ideal. Una particularidad del lugar es que todas las calles de la villa llevan nombres de canciones de Don Atahualpa Yupanqui, uno de nuestros músicosmás importantes de folclore y en su honor está levantado acá un monumento.

Además del encanto de sus montañas casi selváticas, Raco y El Siambón guardan escondidos en la profundidad de los cerros, secretos y leyendas que se remontan a los orígenes de Tucumán. El primer dato de la villa es del siglo XVIII, cuando el capitán García Medina donó a los jesuitas las tierras para la Estancia del Valle de Raku, en Potrero de Raco. Cuando la orden fue expulsada en 1767, se subastaron sus propiedades y esto fue comprado por Ruiz de Huidobro quien estableció la primera estancia. Hoy, la mayoría de los habitantes de Raco son descendientes de los fundadores originales.

También te podés dar una vuelta por el Parque Provincial Los Menhires cerca de Tafí. El lugar alberga una de las más antiguas y enigmáticas manifestaciones culturales del territorio argentino: Los Menhires, que son enormes piedras de granito talladas hace más de 2 mil años por los primeros habitantes de la región. Estos 114 menhires estuvieron dispersos por el valle hasta hace algunos años en que fueron reunidos en un parque. En algunos casos, junto con las enormes piedras, se encontraron morteros y restos de alfarería que permitieron establecer que para las tallas se emplearon pedernales muy duros que se frotaban para grabar las superficies que luego se pintaban. Estas moles, de hasta cuatro toneladas de peso, son fascinantes para la vista de científicos y turistas y muchos las vinculan con los mohaires de la Isla de Pascua y afirman que son manifestaciones de culturas con un alto grado de desarrollo. Uno de los más pequeños monolitos tiene esculpido un rostro humano con una división tripartida, representación similar a las encontradas en inmediaciones del Lago Titicaca, en Bolivia. Esto hace suponer que existe una relación entre ambas culturas. Al recorrer las moles se puede admirar la magnitud de esos trabajos y entre los motivos más destacados, se pueden apreciar rostros humanos, animales y figuras amorfas y geométricas. Los más populares son los denominados Ambrosetti, Sabaleta Pueyrredón, La Vieja, La Lápida, etc.

A pesar del deterioro sufrido por el transcurso del tiempo y por la mano del hombre durante las traslaciones, los Menhires han podido ser rescatados en buena proporción y hoy se exhiben frente a la plaza principal de El Mollar. Muchos estudiosos consignan que los menhires son una representación de carácter mágico de la cultura Tafi, una de las primeras tribus alfareras del noroeste argentino y simbolizan la fertilidad y la fecundidad por su disposición fálica. Estos menhires permiten deducir la existencia de creencias religiosas e incluso la realización de ceremonias a nivel doméstico. Tal vez pudieron ser signos distintivos de fraternidades religiosas identificadas con un antepasado común dentro de estos grupos tribales.

Otros lugares de Tucumán

Amaicha del Valle, es otro lugar muy bonito para conocer, ubicada a 2.000 metros de altura, se caracteriza por su clima agradable y sus ancestrales tradiciones indígenas y cultos a la Madre Tierra: “La Pachamama”. En ésta zona se encuentra la única comunidad indígena del Norte Argentino, que conserva aún la cultura diaguita y que se transmite de generación en generación. Sus pobladores son verdaderos artesanos que fabrican piezas únicas con un arte que conservan a pesar de los tiempos modernos, con una muestra pura de sus raíces. La zona es famosa por la producción de exquisitos vinos caseros, alfajores, turrones y quesillos, y por la tradicional Fiesta de la Pachamama que cada año atrae a turistas de todo el mundo durante el mes de febrero. Es el único punto de la provincia donde se produce vino patero, cuya limitada producción se realiza, aún hoy a nivel artesanal, siendo muy codiciado por sus características especiales.

Amaicha del Valle es desde hace años la joya de los valles calchaquíes. Trescientos sesenta días de sol. Casi nunca llueve y hay quienes jamás han visto siquiera llover en serio. Sus pobladores dicen que acá “el sol siempre está”. Su gente se dedica a las actividades ancestrales que pasan de generación en generación y los ligan a la tierra, y también desarrollan productos artesanales como cerámicas, telares, vinos, quesos y alfajores para ser ofrecidos a los turistas que andan de paso por el lugar.

Acá podes visitar el Museo de la Pachamama, un monumental proyecto en piedra que a simple vista parece querer decir infinitas cosas, entre las que se rescatan las historias del lugar y sus alrededores, las creencias populares, las visiones de geología, antropología y arte, además de una visión del mundo que cada visitante puede interpretar por sí solo o con los guías del museo.

El artista local Héctor Cruz, que es descendiente de las etnias que habitaron por milenios este valle, plasmó en el museo su cultura, retratada en piedra, metales y hasta formas fuera de lo convencional que por momentos parecieran de otro planeta. Enormes patios, extrañas construcciones y extraños dibujos te muestran una visión distinta del mundo al que estamos acostumbrados y que dan cuenta de la cultura que tenían quienes habitaron el valle calchaquí. El museo se completa con una sala dedicada a la Geología, otra a las Ciencias Naturales y otra a las pinturas y esculturas.

Otro lugar para visitar son las Ruinas de Quilmes: antiguo poblado indígena que alcanzó desarrollo social y económico en el siglo XVII,  con una población de 15.000 habitantes. Este bastión resistió el avance español (hasta queéstos cortaron el acceso a las fuentes de recursos hídricos y alimenticios) y se rindieron en 1667. Más de 1.700 sobrevivientes de la guerra fueron trasladados a pie más de 1.200 kilómetros, hasta las proximidades de Buenos Aires (actual Quilmes). Muchos murieron por frio, hambre y enfermedades pulmonares y durante su largo viaje no encontraron algarrobo que les proporcionaba alimento, leña, bebida y era considerado sagrado. Tampoco conocían las hierbas medicinales locales y no podían curarse sus infecciones. A Quilmes solo llegaron 400.

En el lugar hay un museo, un mercado artesanal y un centro de interpretación en donde se relatan a través de diferentes recursos visuales, auditivos y táctiles, varios aspectos de la vida de los Quilmes. Ahí además, se exhiben réplicas de vestimentas y adornos, armas, herramientas de labranza, enseres familiares, utensilios para la cosecha, almacenaje y preparación de alimentos, elementos utilizados en prácticas religiosas o funerarias y objetos que ilustran la vida y costumbres de la comunidad. Sobre la falda del cerro Alto del Rey, podés recorrer las construcciones realizadas y una fortaleza ubicada en la cima con fortines a ambos costados, sobre una cornisa. Una ciudad de maravilla.

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