Rusia busca convertirse en el primer país en producir una vacuna contra el coronavirus. Las autoridades están pisando el acelerador y aspiran a registrar una de las dos inmunizaciones en las que trabajan sus científicos antes del 14 de agosto y empezar a producirla en septiembre. Sin embargo, la velocidad de las pruebas genera dudas en distintos expertos, que creen que el periodo de preparación es demasiado breve para que el fármaco sea eficaz y seguro.

A diferencia de otras vacunas en fases avanzadas, Rusia no ha publicado los resultados de sus ensayos. Algo que alimenta la incertidumbre, y más después de que el Reino Unido, Canadá y Estados Unidos acusaran a espías vinculados con Moscú de piratear instituciones internacionales para robar información sobre la inmunización. El Kremlin ha negado airadamente todas las acusaciones y Rusia sigue con su cronograma. En marzo, el presidente Vladímir Putin se mostró convencido de que tendrían una vacuna en septiembre; las instituciones rusas trabajan a todo ritmo para cumplir con esas expectativas.

Desarrollada en el Instituto Gamaleya de epidemiología y microbiología y financiada por el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF) (el fondo de riqueza soberana de Rusia, que cuenta con un capital reservado de unos 10.000 millones de dólares), la vacuna que las autoridades rusas consideran más prometedora ha concluido ya la fase dos. Se ha probado en “voluntarios” militares y en dos grupos de civiles “voluntarios remunerados”; también, en algunos de los científicos que trabajan en el programa, algo que ha generado un sonoro debate ético. Fuentes oficiales aseguran que no se han detectado efectos adversos en las personas a las que se suministró el fármaco, más allá de síntomas del resfriado y el enrojecimiento en el lugar de las inyecciones.

El siguiente paso ahora es que el Ministerio de Sanidad registre la vacuna de Gamaleya, un paso que equivale a dar su aprobación, y que inmediatamente tras eso se inicie la fase tres, en la que se probará con miles de personas en Rusia, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos; después podría comenzar un programa voluntario para los trabajadores sanitarios, según explicó esta semana la viceprimera ministra Tatiana Golikova, encargada del dispositivo contra el coronavirus. La segunda vacuna, desarrollada por el Centro de Investigación Vektor de Novosibirsk (uno de sus laboratorios estratégicos y como Gamaleya, público), atravesará una senda similar y las autoridades esperan que esté lista en octubre.

Rusia, de 145 millones de habitantes, ha registrado 835.000 casos de coronavirus y más de 13.800 muertos, según las cifras oficiales que analistas y expertos independientes creen, no obstante, una subestimación. Es el cuarto país del mundo con más casos por detrás de Estados Unidos, Brasil y la India.

Como otros proyectos, Rusia está desarrollando su vacuna utilizando la columna vertebral de otra ya desarrollada (en su caso una para luchar contra el ébola) y modificándola. Y eso, afirman los científicos que trabajan en el proyecto, ha acelerado los trabajos. La inmunización de Gamaleya utiliza un adenovirus como vector para administrar el material genético de SARS-CoV-2 a los pacientes y una vez en el cuerpo de la persona, las piezas del patógeno del coronavirus dentro de los adenovirus estimulan una respuesta inmune en el huésped contra el SARS-CoV-2. La vacuna de Gamaleya se compone de una dosis y otra de refuerzo.

El proyecto de Gamaleya está incluido en el registro de la OMS que da cuenta de las 25 inmunizaciones candidatas en evaluación clínica. Pero en la carrera por ser el primer equipo en desentrañar el código que haga vulnerable al coronavirus y lograr una vacuna eficaz compite contra otros países, entre ellos Estados Unidos y China, las dos mayores economías del mundo, y alianzas entre Estados y grandes laboratorios farmacéuticos privados.

Con información de EFE