El escalofriante relato del fletero que denunció a la sanjuanina que tenía el féretro de un niño en su casa
Se trata de Alberto, quien brindó detalles de la difícil situación que le tocó vivir en Chañar. Una historia de película, con una cuota de dramatismo.
Alberto es el fletero de Rawson que denunció a la sanjuanina, identificada como Violeta Del Carmen Bustos, que en la localidad de Chañar, en La Rioja, tenía en su vivienda el féretro de un niño. Resulta que ese niño al parecer, la declaración de ella y la línea investigativa, se trataría de su hijo, quien falleció en un incendio en Calingasta y habría profanado la tumba para trasladar el féretro hasta la provincia vecina. El hombre que hizo el llamado a la Policía, contó cómo fue toda la situación escalofriante que le tocó vivir.
‘El sobrino de la mujer ésta que me dice que teníamos que hacer el flete. Y se turnan ellos para estar en La Rioja, entre la madre de él y la tía se turnan’, retomando el relato, el fletero explicó que el sujeto ‘me pedía que le llevara un freezer y una cortadora de fiambre. Y que de vuelta le trajera el cajón del primo. A todo esto, lo pensé que era un cajón común y cualquiera, un cajón de juguetes, un cajón de libro, de lo que sea. Si hubiese sabido que era un féretro, nunca voy’, contó el transportista en Radio Sarmiento.
El fletero contó que al viaje lo hizo junto a su señora y su hijo porque no quería ir solo. ‘Allá llegamos como a las seis de la mañana y me iba a quedar afuera, porque desconfiaba, por como ellos viven acá. Me dije, no vaya a ser que vivan así allí en La Rioja (malas condiciones de higiene). Me invitaban a que me quedara adentro y iba con mis señores, mi hijo, no los iban a exponer, entonces les dije que no, que me quedaba en la camioneta hasta que amanezca y después me voy’, relató.
Para empezar a ponerle la primera cuota de suspenso a lo que le iba a suceder más adelante, apareció en escena la tía del joven que lo contrató, es decir, a quien luego se le descubriría el féretro en su casa.
‘Sale la tía, cuando la veo, estaba para el lado de la camioneta en el oscuro y me invitó a que pasara. Le dije a mi señora que se quedara ahí, que iba a mirar yo adentro. Ingresé y vi que estaba ordenado, limpio todo, pero había olor. Había una heladera que estaba ahí y otras cosas, por lo que pensé “algo se le echó a perder”, nunca me imaginé nada de otro mundo. Salir afuera y le dije a mi señora que nos quedemos un rato porque tenía que descansar’, contó el fletero.
Sobre el lugar asignado para pernoctar, sostuvo: ‘En eso que nos quedamos, ella se mete a una pieza a ordenar donde supuestamente íbamos a dormir. Estuvo como media hora ordenando ahí, cuando sale nos invita a dormir en una pieza donde había dos camas y ahí nos acostamos con mi hijo y mi señora’.
‘Yo junto a la puerta, en ningún momento la cierro. Habré dormido dos o tres horas y me levanto “ya vengo, voy a asearme”, les digo. Voy a abrir la puerta y no se abría la puerta, giraba el picaporte para ambos lados, no se abría de adentro, nos habían encerrado’, relató el hombre sobre lo vivido en la casa de quien hace más de dos décadas fuera profesora de inglés en la escuela técnica General Manuel Savio.
La salida de esa situación se dio porque ‘en el preciso momento me abre la puerta desde el lado de afuera y me dice “¿Te quedaste trancado?” sí, le digo. En eso toqué un cable y se cortó la luz, mi señora empieza a llamar desde ahí adentro de la pieza desesperada con mi hijo. Yo había dejado el teléfono mío, con ellos en la pieza y no escuchaba, no sabía que ella me llamaba, así que llamó al teléfono del sobrino, entonces le abro la puerta y salimos a desayunar. En ningún momento nos dejaron solo, siempre no seguían’.
Continuando con el relato, Alberto contó que se levantó de la mesa ‘y empiezo a mirar dónde habíamos estado durmiendo. Esa habitación donde habíamos estado durmiendo estaba adentro de otra misma habitación. Empiezo a mirar, a observar, cuando miro en un rincón, levanto una lona y veo el féretro este, un cajón. Como se dice, “la curiosidad mató al gato” y me encuentro con eso. Una lona verde que había lo cubría en un rincón. Y hacia el costado había como una cama que no quise seguir hurgando’.
Alberto contó que el cajón ‘estaba cerrado y le levanto la tapa un poquito pensando que capaz que lo tenían vacío. Levanto y estaba con la tapa así y todo. No quise tocar más nada para no involucrarme, lo que necesitaba era contarle a alguien, pero si le contaba a mi señora iba a salir volando. Entonces lo llamo a mi hijo para afuera y ahí le pregunto ¿sabés qué es lo que encontre allá? Esto, esto y esto. No, me dice, “no puede ser”. Sí, le digo, ni vamos a ver, vamos a ver y constatamos los dos el cajón. Vámonos ya, le dije. Y quería que nos quedáramos’.
Pero la situación se tornó peor cuando la mujer le pidió que traslade el cajón del niño fallecido. ‘En eso que decido venirme, le digo “deme lo que tengo que llevar”. Dice vení, y me lleva para la pieza, donde estabamos. “Acá está, él es mi hijo”, le digo “no, mire, voy hasta la bomba de nafta a cargar combustible y vuelo, así no voy con eso en la camioneta”. Y me dice, “no, mirá, mejor andate al cementerio con mi sobrino y buscaste el otro cajón que es mi marido”, dice’, contó el fletero que siguió la conversación, aunque ya titubeando por los nervios y señaló que le dijo a la mujer que iba a buscar ese cajón y regresaba para no andar paseando con el féretro del niño en la camioneta.
‘Y nos fuimos con el sobrino, de ahí a Chamical, estaba parado en una bomba nafta, viendo en qué momento se podía despegar el sobrino para hablar. O ver un patrullero, y sin que me hubieran parado, no veía nada. La mujer le llamaba al sobrino preguntando si habíamos sacado el cuerpo, que lo tenían que llevar para clonar. Entonces le pedí inventaramos algo y le dijera que estabamos en la puerta del cementerio y que nos ha visto la policía y nos tenemos que ir. Y así fue, luego él se empieza a dormirse y me vengo, agarré la ruta y me vine. Cuando llego acá (por San Juan), lo dejo en su casa. Y me había quedado la intriga, ¿de dónde ha sacado todo eso la mujer?, entonces le llamo a la mujer y le pregunto. Ahí me dice, “yo a mi hijo lo saqué del mausoleo en Calingasta y me lo llevé en la camioneta de mi marido, y lo tengo yo acá para clonarlo. Pero ahora me lo voy a llevar yo ya que no me lo has lleva vos”. Inmediatamente corto con ella, llamé a la Policía de La Rioja’, relató Alberto sobre la difícil situación que le tocó vivir.
Así fue como hubo un poco de luz en un caso escalofriante, con un presunto cuadro de una madre que no pudo superar la muerte de su hijo de 5 años, que falleció en un incendio en 1999, en tierra calingastina.