Uno de los grandes riesgos de aplicar medidas de shock es sufrir las consecuencias políticas con la misma velocidad. De inmediato. Tal vez por eso el gobierno de Javier Milei haya generado tanta controversia apenas cumpliendo ¡cinco días en el poder! 

Ya no se trata de  mayorías o minorías sino de humor social, con algunos reservorios de tolerancia ideológica antiperonista que bancan mejor el plan de ajuste. Para el resto de los mortales, los que votaron con la esperanza de vivir mejor y pensaron que alcanzaba con pasarle la motosierra a 'la casta', este arranque pudo ser desmoralizante.

Se hizo visible en las encendidas discusiones en redes sociales, adjuntas a cada uno de los anuncios del ministro de Economía, Luis Caputo. Entre los defensores del paquete de ajuste y los detractores quedó en el medio el trabajador, en actividad o jubilado, que de golpe vio caer el poder adquisitivo de sus ingresos a la mitad.
 
Si es culpa de Alberto, Cristina, Massa y compañía, por la fenomenal e irresponsable emisión monetaria como dicen Milei y sus funcionarios, esa explicación puede satisfacer a una parte de la población. A la que tiene resto para ajustar su economía familiar y puede prescindir de algunos gastos superfluos. Para el que a duras penas come, paga boletas y medicamentos, la cantinela de la pesada herencia ya no cuenta.

Porque, de herencia en herencia, el salario real solo tuvo caídas en los últimos ocho años. La mecha está corta. Y la respuesta del gobierno recién entrado es amenazar al que tenga la osadía de protestar. Fue el mensaje que dejó este jueves la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.

Habrá tolerancia cero con la protesta social en procura de mantener la libre circulación vial. Mientras tanto, productores de Córdoba y Santa Fe ya evalúan cortar rutas porque las medidas de Caputo perjudican al pequeño emprendedor de las economías regionales. ¿También para ellos habrá fuerzas federales con orden de reprimir? ¿O será solamente una disposición aplicable a las organizaciones sociales y los sindicatos?

Tuvo razón la vicepresidenta Victoria Villarruel este jueves cuando dijo, en rueda de prensa, que tanto la CGT como otras organizaciones deben bajar el nivel de conflictividad hasta que se materialicen las primeras medidas. Caso contrario, estarían anticipando impactos todavía teóricos. Es cierto que la devaluación golpeó transversalmente a toda la sociedad, pero el resto de los recortes aún están pendientes de implementación.

Por ejemplo, el congelamiento de salarios estatales nacionales. ¿Será efectivamente así? ¿O habrá alguna compensación para morigerar la caída del ingreso? Idéntica reflexión cabe sobre las jubilaciones. Caputo anticipó que modificarán la ley de movilidad de los haberes previsionales. Si el fin es reducir el gasto, cuesta pensar que la reforma será para mejor. Todo es teoría. El gobierno recién empieza.

Todavía no se cumplió el primer mes desde que Milei ganó el ballotage con el 56 por ciento de los votos. Su respaldo popular fue inmenso. Captó el voto bronca contra la gestión saliente, pero también encendió la esperanza de un amplio sector que creyó que con el recorte de gastos políticos alcanzaba para enderezar el rumbo.

Pues no. El grueso del gasto fiscal no está en los privilegios de 'la casta', sino en el pago de jubilaciones y pensiones y, en menor medida, en los subsidios a las tarifas de luz, gas y transporte. Pura realidad.

Para que Milei cumpla con su ideal libertario de sacar progresivamente los impuestos falta mucho. De hecho, el ministro Caputo anunció un aumento de tributos. Exactamente lo contrario a las promesas de campaña. Buscar el equilibrio fiscal de golpe no solo se logra con motosierra en el gasto. Se necesita los recursos de los contribuyentes. Así volvieron las retenciones a las exportaciones de las economías regionales, por ejemplo.

Opinar sobre el gobierno de Milei genera pudor, porque recién está empezando a caminar. Si se está equivocando groseramente al repetir las recetas neoliberales del pasado o está saneando la economía para salir definitivamente de las crisis cíclicas, solo el tiempo lo pondrá en claro. Hasta entonces, todo será materia opinable.

Resulta evidente la similitud del paquete de medidas de Caputo con el del ministro Celestino Rodrigo, de 1975, en la presidencia de María Estela Martínez de Perón. El 'rodrigazo' terminó mal. Pero, de nuevo, vaticinar el fracaso de Milei en apenas cinco días de gestión resulta excesivo.

El voto popular le dio el crédito para implementar su política de shock. El domingo, tras jurar ante el Congreso de la Nación, ratificó sus intenciones en su discurso inaugural. Cada vez que habló de sacrificio, obtuvo aplausos. Pidió de 18 a 24 meses para dar por terminada la crisis. ¿Queda suficiente paciencia para aguantar un lapso tan prolongado?

La otra posibilidad es que Milei haya jugado inteligentemente al plantear un escenario mucho peor que el que realmente imagina. Y que pretenda generar un golpe de efecto positivo, cuando los resultados acompañen antes. ¿Es pecar de optimismo? Tal vez.

En todo caso, hay un elemento insoslayable, que no es de izquierda ni de derecha: el factor humano. Si el ajuste sigue pegando abajo, el crédito original obtenido en las urnas se agotará rápidamente. Con la misma velocidad del shock.


JAQUE MATE