¿Quién manda en el peronismo? Cuando una pregunta admite más de una respuesta, es porque no tiene respuesta. El desorden describe al PJ nacional y también al PJ sanjuanino. Cada uno tiene su particularidad. Pero ambos están atravesados por un solo factor común: la capa caída por la derrota reciente y la urgencia de reagruparse sin saber todavía cómo.

Primero, lo local. Hace meses que uñaquismo y giojismo se vienen tanteando para arribar a un acuerdo que les ahorre la interna en marzo. Por momentos las conversaciones parecen prosperar. Por momentos, no. La consigna más razonable es evitarse una confrontación en las urnas porque la gente no toleraría otro espectáculo político en medio de la crisis económica y social. Pero todavía hay cruzados que piden sangre. Hay militantes que ansían embarcarse en la contienda final para aniquilar al otro.

En lo formal, Sergio Uñac sigue siendo el presidente del Partido Justicialista. En lo político, sigue conduciendo el bloque de diputados y diputadas del PJ en la Legislatura. Tuvo el poder de fuego suficiente para incomodar a Marcelo Orrego en diciembre, al momento de repartir cargos en el IPEEM y el Consejo de la Magistratura. Hizo valer su número en el recinto.

Uñac también conserva la referencialidad con los intendentes de la mayoría de los municipios. Incluso algunos grandes como Rawson y Pocito. Hasta ahora ninguno de ellos ha cortado la línea de mando heredada.

Pero el halo de conductor está menguado para Uñac, en comparación con aquel gobernador todopoderoso que entregó el mando el 10 de diciembre. Si entonces tuvo que soportar los tironeos permanentes con José Luis Gioja, con mayor razón debe sobrellevar los pases de factura ahora. El desalojo de Paula y Libertador cuesta.

Peor aún. Mientras algunos consideran que la suerte del peronismo se definirá entre uñaquistas y giojistas, otros rechazan quedar embarrados en esa pelea que ya les costó la derrota el año pasado. A las dos grandes ramas les salieron brotes con aires de autonomía.

Tal vez el ejemplo más claro sea el chimbero Fabián Gramajo. Su ocasional buena sintonía con Gioja no lo aleja de Uñac y viceversa. También se anota en este limbo de los que no están con uno ni con otro el ex intendente de Capital, Emilio Baistrocchi. Los nombres siguen. Basta con mencionar dos para comprender la nebulosa en que se hundió el peronismo.

Ellos -los nuevos brotes- reclaman un lugar en la mesa de las negociaciones. ¿Uñac y Gioja están dispuestos a tener un gesto de generosidad semejante? Como decían las abuelas, la necesidad tiene cara de hereje. El problema es que los lugares son acotados y las ambiciones están muy superpuestas.

A todo esto, ¿a quién le importa el PJ? Esta pregunta sí tiene respuesta. Le importa a todo aquel que tenga alguna aspiración de candidatura para el 2025 y para el 2027. Encabezar una lista justicialista no es garantía de victoria, pero todavía asegura un piso muy duro y muy alto. Ahí radica el real interés por la conducción partidaria. Significa manejar la botonera.

Tanto Uñac como Gioja han dicho públicamente que no jugarán personalmente. Pero esto no significa que se vayan a mover a un costado. Buscarán coronar a un heredero bien identificado como para despejar cualquier duda de quién manda. ¿Y quién manda? Esa es la cuestión.

Días atrás un alto dirigente del giojismo compartía sus preocupaciones en una mesa de café cuando se detuvo un militante de base y le pidió a viva voz que fueran a la interna, que se olviden del acuerdo con Uñac. Es una escena que se repite. Pero la furia explícita en la calle choca con la cautela de las cúpulas.

Siendo gobernador Uñac le ganó a Gioja la interna partidaria el 15 de marzo de 2020, con todo a su favor. Se quedó con el 70 por ciento de los cargos partidarios. El 30 por ciento restante bastó para minar la unidad. Ni siquiera la resurrección de la ley de lemas en 2023 alcanzó para suturar lo que ya estaba roto. La moraleja se puede pasar en limpio: a veces se gana perdiendo y se pierde ganando.

La falta de conducción también se nota a nivel nacional. Por redes sociales lanzaron una campaña para que Alberto Fernández renuncie a la presidencia del partido, porque está borrado. Ni siquiera se quedó en el país. En paralelo Cristina publicó una de sus cartas, esta vez con forma de documento, y recuperó la centralidad que parecía haber postergado transitoriamente.

Pero hace rato que el peronismo diversificó sus preferencias. Así nació el fallido Frente de Todos en 2019. Aquel rejunte exitoso en lo electoral tuvo serios problemas en lo político y, por lo tanto, en lo económico.

El miércoles pasado estuvo en San Juan el ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, con su peronómetro en alto. En Canal 13 dijo que la gestión de Javier Milei ya fracasó y que será breve. Por lo tanto, el justicialismo tiene el deber de reagruparse de inmediato y elaborar un plan de gobierno. Parece una locura. Pero esto es Argentina.


JAQUE MATE