Seguramente han tomado nota el presidente Alberto Fernández y el gobernador Sergio Uñac de las encuestas para decidir en consecuencia. Claro, siempre tendrán un oído puesto en el equipo de especialistas, pero el otro apuntará a la voz de la calle. Caso contrario, no sería política. Sin construir consenso, no es viable la gestión. Algunos tuvieron que aprenderlo por las malas. A esta altura de la historia, es una moraleja bien conocida.

A nivel nacional y a nivel provincial, la tendencia en materia de opinión pública es similar. La inmensa mayoría apoya la continuidad de la cuarentena y valora el modo en que se llevó adelante la batalla contra el coronavirus. Pero dentro de ese grupo, más del 50 por ciento está pidiendo flexibilidad para retomar actividades. El día señalado como bisagra sigue siendo el próximo lunes 11 de mayo.

En Canal 13, el director del Instituto de Opinión Pública y Proyectos Sociales (IOPPS), Antonio De Tommaso, coincidió con sus colegas porteños como Ricardo Rouvier. En San Juan aparece la necesidad de ir aflojando la cuarentena y esto limita el margen de decisión de las autoridades de gobierno. La gente está marcando la hora de abrir un poco el cerco impuesto obligatoriamente el 20 de marzo.
 
Pero en términos generales, alrededor del 80 por ciento acompaña la continuidad de las medidas sanitarias. Solo un 5 por ciento adhiere a la desobediencia civil que están instigando algunos dirigentes políticos enrolados en la oposición, con gran despliegue en redes sociales.

Esa difusión tan potente magnifica una realidad minoritaria. Muy minoritaria. La desafiante consigna de salir a la calle a romper la cuarentena alegando la supremacía de los derechos individuales, se presenta como una ola imparable. Pero es eso, es discurso, es enunciación. Las encuestas siguen reflejando que la postura indignada es ínfima. Es sólida, es inflexible, es respetable. Pero es minúscula.

Sin embargo, todo esto no significa que Fernández o el propio Uñac tengan un cheque en blanco. Por el contrario, como ya se dijo, aún en la adhesión reflejada por los sondeos de opinión hay un planteo mayoritario de flexibilizar la cuarentena. El malestar económico aparece con nitidez entre las razones más mencionadas. Y también el impacto anímico, a casi dos meses de aislamiento ininterrumpido.

Ahí hay un pedido concreto de la gente que no podrían esquivar quienes tienen que tomar las decisiones por estas horas, para implementar a partir de la semana próxima.

Tiene un correlato la alta adhesión a las medidas oficiales y la imagen pública de Alberto Fernández. En San Juan el presidente tiene una valoración positiva del 70 por ciento, según De Tommaso. Uñac anda por ahí también. En ambos casos, la cuarentena, ingrata, dolorosa, incómoda, les permitió fortalecer su relación con la gente. Cosas de la pandemia.

Se ha repetido hasta el cansancio y resulta una frase hecha, que las encuestas son una foto del momento. Hay que entenderlo de esa manera. Los números miden el instante y son dinámicos. Por eso las señales que empiezan a aparecer merecen atención de parte de quienes gobiernan. De manera ostensible, el discurso de la liberación de presos ha impactado en San Juan.

Fue una construcción efectiva, que generó pánico en el ciudadano promedio, ante la potencial liberación de violadores y asesinos beneficiados por la pandemia que volverían a las calles a cometer sus fechorías. Ese mensaje prolijamente edificado y reiterado con esmero, hizo mella en la opinión pública. El gobierno nacional no supo revertirlo. Fue una batalla perdida en términos de comunicación. Y fue también otra de las moralejas aprendidas en tiempos de pandemia.

Más allá de las luces amarillas, la relación del gobierno con la opinión pública goza de buena salud. Aparecieron nuevos frentes de batalla, ya no es únicamente el enemigo invisible del que habló Fernández al comienzo de la cuarentena. Las cacerolas son apenas un síntoma para atender. La micro-minoría indignada también demostró capacidad viral. Ignorarlo sería un error grave. Menospreciarlo, también.


JAQUE MATE