Juan Ignacio Moyano tuvo que respirar entre palabra y palabra para evitar el colapso este lunes frente al móvil de Canal 13, en la vereda de Tribunales. Está roto por dentro. El mundo se le vino abajo. El miércoles 29 de septiembre al mediodía su pareja, Gabriela Natalia Acosta, murió en el anillo interno de la Avenida Circunvalación porque la embistió un automovilista sin licencia de conducir. Al sujeto acababan de reprobarlo en Emicar. Hizo una mala maniobra, accionó el freno de mano repentinamente y dio un trompo. Así chocó a la moto donde viajaba la pareja. La joven docente falleció en el acto. Su novio sobrevivió. La pesadilla apenas empezaba.

El conductor sin carnet se llama Arturo Gómez y tiene 20 años de edad. El miércoles de la tragedia aseguró que su Renault Logan tuvo un desperfecto mecánico y se le trabó la dirección. Que por ese motivo, en pánico, tiró la palanca del freno de estacionamiento, causando que el auto se atravesara en medio de la avenida y golpeara violentamente a la moto que venía detrás. Natalia se llevó la peor parte. Según Juan Ignacio, su pareja, ella soportó todo el golpe. No pudo resistirlo.

La investigación judicial esclareció luego que la falla mecánica no habría sucedido. Por el contrario, para el fiscal Adrián Riveros habría sido claro que Gómez manejaba a alta velocidad y sencillamente perdió el control del vehículo. El sábado, apenas 72 horas después de la tragedia, el acusado admitía toda su responsabilidad y con ello se beneficiaba. En juicio abreviado, acordó una condena benigna de 3 años de prisión en suspenso y 5 años de inhabilitación para conducir.

Si bien le quedará la marca en su prontuario, porque efectivamente quedó condenado, la pena no es de cumplimiento efectivo. Por lo tanto, en tan solo 72 horas pudo dar por superado el incidente e irse a su casa. La inhabilitación para conducir quedó más en abstracto que nunca, porque de hecho nunca tuvo carnet e igual circulaba sobre cuatro ruedas. No hay forma de comprobar que no siga haciéndolo en este mismo momento. Por supuesto no tendrá un policía las 24 horas al lado suyo para vigilar su comportamiento.

Juan Ignacio Moyano quedó como testigo impotente de todo lo sucedido. Él vio y experimentó el siniestro vial. Le tocó seguir viviendo para contarlo y, por supuesto, exigir justicia. La sensación que tenía este lunes después del juicio abreviado del sábado era de derrota.

'La justicia me demuestra que el que hace las cosas bien y el que hace las cosas mal están últimamente en igualdad', dijo Juan Ignacio al móvil de Canal 13, administrando la respiración para no quebrarse, para no flaquear. Su derecho de llorar a Natalia tendrá que esperar. Es tiempo de dar pelea en tribunales para revertir la sentencia veloz.

El abogado de Juan Ignacio, César Oro, tiene la instrucción de apelar la resolución y pedir una condena de cumplimiento efectivo. Es algo que no pudieron conseguir el sábado pasado. Para la pareja de Natalia, el fallo fue tanto como reírse en su cara. Burlarse de su dolor.

Natalia era maestra en dos escuelas, una en Chimbas y la otra en Rivadavia. Aquel miércoles regresaba a su hogar en moto, con su novio, cuando los sorprendió Gómez tirándoles el auto encima. Él venía de Emicar sin carnet porque no había logrado pasar la prueba. En esas condiciones decidió que era buena idea transitar por el anillo interno de Circunvalación. La aventura solo podía terminar mal.

Gómez le pidió perdón a Juan Ignacio. Juan Ignacio no lo puede perdonar. No puede hacerlo por él, pero tampoco por los hijos de Natalia. Por el contrario, está resuelto a llegar hasta las últimas consecuencias. Y ha tomado nota de que la única manera de contrapesar las cosas es manteniendo viva la causa de Nati -así le dice él- en la opinión pública. Que no se diluya en la vorágine. Que el reclamo de justicia suene con estruendo.

La muerte de Natalia tiene relación con la de Damián Ruiz, fallecido en un siniestro vial el jueves 23 de septiembre en Alto de Sierra. El chofer que lo chocó y lo mató, en apenas 24 horas estaba en libertad con condena de cumplimiento no efectivo. Pero hay otro antecedente mucho más alentador para las familias.

Doce años atrás, por primera vez un sujeto que mató al volante terminó en la cárcel. La víctima se llamaba Celeste Archerito y tenía tan solo 19 años de edad. El 26 de agosto de 2009 iba caminando por la vereda de Comandante Cabot a la altura de calle Sucre, cuando un automovilista identificado como Gustavo Cortéz, pasado de copas y mal dormido, chocó con una camioneta, perdió el control de su Volkswagen Gol y terminó subiendo a la acera, atropellando y quitándole violentamente la vida a la joven estudiante.

La lucha de la familia Archerito llegó hasta lo más alto del Poder Judicial. Lograron lo que nunca nadie antes había conseguido: se dejó de lado la probation y Cortez no solo tuvo que afrontar un juicio sino además ir al Penal de Chimbas. En abril de 2011 el juez Eduardo Gil de la Sala II de la Cámara Penal condenó al imputado a cumplir prisión por 3 años y 8 meses. La querella había pedido 5 años pero el magistrado optó por seguir el criterio de la Fiscalía. También le dieron 10 años de inhabilitación para conducir.

En 2016, Cortéz salió en libertad. Pero antes de continuar con su vida pagó su deuda. La familia Archerito seguirá llorando a Celeste para siempre, imaginando todo lo que pudo haber logrado y no pudo. Sin embargo, la lucha no fue en vano.

Algo así debe haber asumido Juan Ignacio, que hoy se traga cada lágrima delante de las cámaras encendidas. Es tiempo de dar batalla por Natalia.

JAQUE MATE