'Siempre se nos relega al segundo lugar', protestó la intendenta de Caucete, Romina Rosas, circunstancialmente convertida en portavoz de las mujeres peronistas. La asiste la razón, en cierta medida. A ellas les ha tocado funcionar como  moneda de cambio de los acuerdos de cúpula, donde solamente se sientan los mandamás. Es decir, los varones del Partido Justicialista.

El mínimo reclamo que hizo la intendenta caucetera no fue espontáneo. Fue una reacción a una columna Jaque Mate del pasado miércoles 3 de abril, que visibilizó las aspiraciones femeninas sofocadas. En aquella publicación se reveló la pulseada entre dos mujeres importantes del peronismo por la vicepresidencia partidaria.

Por un lado está la chimbera Daniela Rodríguez de Gramajo, actual segunda autoridad del PJ. Por otro lado está Romina Rosas, reelecta en su municipio y muy identificada con Sergio Uñac

Si las conversaciones de unidad entre el uñaquismo y el giojismo prosperan, el veinticinqueño Juan Carlos Quiroga Moyano podría convertirse en el nuevo presidente. Es una figura lo suficientemente neutral como para suturar las viejas heridas. Hacia abajo el acuerdo debería seguir por la figura femenina. Y ahí está todo por discutir.

Por la paridad de género, vigente en el PJ desde el 2020, si el presidente del partido es varón, la vicepresidencia debe ser para una mujer. La especulación que enfrenta a Rosas con Rodríguez incluye la pertenencia de ambas a espacios liderados por varones. Sergio Uñac y Fabián Gramajo, respectivamente. 

José Luis Gioja también tiene candidatas de peso para proponer, aunque ninguna intendenta. Entre las mujeres destacadas de su línea interna está, por ejemplo, la diputada Graciela Seva.

Como ya se dijo la semana pasada en esta misma columna, la incorporación de Daniela a la lista de unidad estará atada al lugar que pueda conservar Gramajo en el reparto de cuotas de poder. Hay otros 'ismos' que también pretenden cotizar, aprovechando el aire de cambio de ciclo que sopla luego de la derrota de 2023.

En todos los casos, las conversaciones masculinas incluyen a las mujeres como si fueran piezas de ajedrez. Inertes. Disponibles para jugar llegado el momento. Contra eso se rebeló Rosas, a título personal pero también como vocera del malestar femenino. 

¿Acaso alguna de ellas se atrevió a plantearlo hacia adentro alguna vez? ¿O es una de esas conversaciones que se mantienen en voz baja, para no molestar a los jefes ni pagar el costo de la 'indisciplina'?

Las mujeres ya se allanaron al acuerdo de varones cuando se conformó el triunvirato que hoy conduce la rama femenina del partido. Una fuente interna identificó a Fernanda Paredes con Marcelo Lima, a Silvia Pérez con Gioja y a Marcela Monti con Uñac. Por supuesto, este armado fue previo a la designación de Lima en la Corte. Luego hubo cambios de alineamiento político también. Por ejemplo, Pérez se fue con Uñac. Pero originalmente el reparto funcionó así.

La subordinación de las mujeres a los varones no es una originalidad sanjuanina. A nivel nacional incluso las figuras de mayor renombre tuvieron la marca del padrino. Quedó al descubierto en aquella explosiva reunión peronista de marzo del año 2004 en Parque Norte, cuando Cristina Fernández de Kirchner se cruzó duramente con Hilda 'Chiche' González de Duhalde y Olga Riutort de De la Sota, en aquel momento.

Cristina intentaba aplacar la interna, frente a un duhaldismo todavía fuerte. Siempre rechazó ser llamada 'primera dama' y exigió ser denominada 'primera ciudadana'. Frente a los ataques contra su marido, la pingüina disparó una frase hiriente: 'hay que dejar de darle lugar únicamente a las mujeres portadoras de marido'. Fue una bomba.

Chiche y Olga salieron a contestarle acaloradamente. En el fondo, las mujeres dejaron al descubierto su estigma histórico: la que llegó, siempre tuvo que explicar cómo llegó. Sin apoyo masculino, imposible. Los nombres propios abundan. Le pasó a la icónica Evita, fiel y vertical hasta el final con su renunciamiento histórico.

Hoy las mujeres del peronismo tienen una legítima aspiración, pero pocas chances de escalar a la presidencia del partido. Ninguna de ellas tiene una silla en esa mesa chica de la discusión. Sigue siendo una disputa de dos: Uñac y Gioja. Y hay un abanico de dirigentes abriendo los codos para arrimarse a ese tablero. Gramajo es uno de ellos.

Aún así, ellas tienen un rasgo que puede jugarles a favor: nunca se pelearon entre las distintas facciones. Uñaquistas y giojistas mantuvieron el vínculo aún en los peores momentos de la relación de los caciques. Hoy, sottovoce, advierten que lo peor sería retirarse sin dar la batalla.

¿Batalla? No. No llegarán a tanto, bajo ninguna hipótesis. Pero hoy, cuando están empezando a disponerse las piezas para resolver la interna partidaria, es oportuno diseñar estrategias.

En ajedrez, el gambito de dama es un movimiento de apertura, el más popular. Consiste en mover los peones para conquistar la parte central del tablero. En Netflix fue el título de una conocida serie, en la que la protagonista se abre lugar en un ámbito reservado para varones. La analogía se explica sola, ¿verdad?


JAQUE MATE