Dos cosas pueden interpretarse rápidamente de esa larga fila de sanjuaninos y sanjuaninas en la casa de cambio, el viernes pasado. La primera, la más emergente, es la desesperación por encontrar algún escudo contra la ola imparable. Como si fuera posible detener el embate, quedar a salvo.

La segunda impresión es que ninguno de ellos tiene una gran fortuna acumulada, sino apenas un puñado de pesos que se evapora conforme pasan las horas. No hay grandes extensiones de tierra ni silobolsas, no hay retenciones a exportaciones ni colocaciones en el mercado financiero. Nada de eso. Apenas un manojo de billetes convertidos en poquito más que papel pintado.

Llegaron a pagar 360 pesos por un George Washington impreso. Cruzando los dedos. Presos de la incertidumbre de lo que sucedería el fin de semana. Con la angustia de un lunes impredecible. Con el aprendizaje argentino de que siempre se puede estar un poco peor. 

Para los más jóvenes, los que tienen hasta 30 años, esta será su primera crisis. Para los que pasaron la barrera de los 40, traerá el recuerdo de los Lecop y los Tickets Canasta cambiados al 70 por ciento por algún arbolito en la puerta del Edificio 9 de Julio. Para los que superaron los 60, la memoria seguramente los llevará hasta el colapso del Plan Austral y el Plan Primavera. La lección -aprendida a la fuerza- es que el dólar siempre funcionó como refugio.

Si hasta Cristina Fernández de Kirchner coincidió con Carlos Melconian -o viceversa, para que no se ofenda nadie- en el diagnóstico. Argentina está presa del bimonetarismo y hay que repensar la economía a partir de esa realidad innegable. Por cierto, es una cuestión que no se resolverá en San Juan, sino allá lejos, a 1.200 kilómetros, donde se corta la pizza del país desde la Revolución de Mayo en adelante.

En San Juan habrá que pasar el ventarrón de la manera más estoica posible, a sabiendas de que las cosas siempre pueden empeorar. Así como los microahorristas hicieron fila para dolarizar sus pesitos pisoteados, el gobierno provincial también tiene un pronóstico desalentador hasta diciembre.

Sergio Uñac regresó de Buenos Aires la semana pasada, tras reunirse con la ministra Silvina Batakis, con un panorama dramático. Aquí intentó moderar los calificativos. Cuando baje el consumo energético se aliviará la demanda de dólares. Cuando se liquiden las exportaciones de granos retenidos habrá flujo de divisas. Mientras tanto, mano dura con el déficit fiscal.

San Juan tiene todavía las cuentas equilibradas. Incluso pudo atender el aumento salarial a los estatales sin tocar el fondo de reserva anticíclico, sin tomar deuda tampoco. Pero la alta dependencia de la coparticipación federal y de las partidas especiales que envía Nación estará en vilo permanentemente. 

El rojo fiscal que debe corregir Batakis para conformar al Fondo Monetario Internacional implica apretar el cinturón. Es posible que en los próximos meses haya una merma en esas transferencias en términos reales. Aumentarán por una cuestión inflacionaria, lógicamente. Pero no habrá que esperar la generosidad de otros tiempos.

Uñac y su equipo de colaboradores tendrá que lidiar con esta realidad. Será muy desafiante. Pero podría asomar otra circunstancia para complicar más las cosas. Se trata del frente político interno. Por eso el subsecretario de la Unidad Gobernación, el bloquista Luis Rueda, apeló a la buena voluntad de los diferentes sectores que integran la coalición de gobierno.

Dos días después de haber regresado de Buenos Aires, a donde acompañó a Uñac, Rueda pasó por Banda Ancha. Con las cámaras encendidas pidió 'acompañar mucho al gobernador, dejar de pensar en lo electoral'. Pidió 'tranquilizar el frente', reconociendo que 'puede haber diferencias', pero 'hay que dejarlas de costado' o 'discutirlas de las puertas para adentro'. 

La cuestión interna en el Frente de Todos y especialmente en el Partido Justicialista tiene nombre y apellido: José Luis Gioja. El diputado nacional partió el bloque en la Legislatura y a través de sus legisladores provinciales judicializó la ley que promovió Uñac para derogar las PASO. Ganaron la primera batalla judicial y en pocos días más habrá definición en segunda instancia. En paralelo, cuestionan una eventual nueva candidatura del gobernador en 2023. 

Por supuesto nada de esto se va a resolver por pedido de Rueda. Pero tratándose de un funcionario tan cercano al gobernador, su llamado a bajarle el tono a la interna debió interpretarse como un SOS. Un alerta de supervivencia. No únicamente para Uñac y su futuro político, sino para todo el oficialismo.

En frente está Juntos por el Cambio. En la medida en que siga el desbarajuste inflacionario y la corrida cambiaria, intentarán sacarse la mochila de Mauricio Macri. Buscarán trazar una línea, purgar los errores de Cambiemos a través del expresidente más tomador de deuda del siglo XXI. Ganar adhesiones a partir de la bronca y el desencanto de los que votaron por la heladera llena.

'Juntos por el Cambio no está atado a un nombre', dijo Rodolfo Colombo el viernes en Banda Ancha. Fue la síntesis de todo lo anterior: Macri ya fue, él se equivocó. No habrá 'segundo tiempo'. Las encuestas nacionales, como la de Ricardo Rouvier de la primera semana de julio, pusieron a Juntos por el Cambio levemente por encima del Frente de Todos en la intención de voto. Sin embargo, nadie descolla. Salvo en los extremos duros de la grieta, el malestar ya no distingue colores partidarios. Simplemente se expresa en las casas de cambio. George Washington nunca defraudó.


JAQUE MATE